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LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los goles de Joana Biarnés

La fotógrafa fue pionera en los campos de fútbol y consiguió una exclusiva con Los Beatles

Tomàs Delclós
Joana Biarnés, una entre todos.
Joana Biarnés, una entre todos.

1959. En el campo de Les Corts. La fotógrafa Joana Biarnés (Terrassa, 1935) se arrodilla en la línea de gol junto a los otros reporteros gráficos. Una falda donde todo son pantalones porque ese oficio y ese deporte eran considerados algo exclusivamente masculino. El árbitro, que acaba de pitar el inicio, paraliza el partido. Y se dirige a donde Biarnés para echarla. Ni tenía que estar allí, ni podía. Era un sitio para fotógrafos, no para mujeres. Y en la grada, recochineo e insultos a aquella atrevida. Biarnés tuvo que mostrar todas las acreditaciones federativas en regla para poder seguir trabajando en aquel lugar, hasta entonces, prohibido para ellas.

Esta historia la revive Biarnés en el filme Una entre todos, de Jordi Rovira y Òscar Moreno que ha recorrido el circuito del Documental del mes. La película -una miniatura biográfica emotiva, sencilla, que no simple- se basa principalmente en el relato de la propia Biarnés.

De cuando las inundaciones en Terrassa. De cuando se coló en la habitación del Avenida Palace donde estaban Los Beatles, una exclusiva fotográfica mundial que su diario, Pueblo, no quiso publicar porque ya había hablado de aquellos chicos y que Biarnés regaló a la revista Ondas. De cuando la besó Clint Eastwood. O de cuando, pasados 22 años, decidió abandonar el oficio, harta de los nuevos intereses informativos de revistas y paparazis. Había presentado un reportaje sobre un enfermo de cáncer y el animoso alivio que daba a otros y el jefe de redacción, mostrándole unas fotos de Lola Flores haciendo una payasada, le dijo que lo suyo no interesaba. Ella, nunca quiso ser gregaria. Siempre buscaba, como le aconsejó su padre, también fotógrafo, “la foto”.

El árbitro quiso expulsarla de un partido de fútbol

El discreto combate de Biarnés -ser mujer era un obstáculo hasta para hacer reportajes en el Congreso de los Diputados-, desde luego, merece una epopeya, y el título del documental lo resume perfectamente. Una entre todos me ha recordado otras películas, de ficción, donde se trata la entrada de la mujer en el periodismo y, más concretamente, en el deportivo. Precisamente rodado en Barcelona, Escuela de Periodismo (Jesús Pascual) es un curioso filme de 1956. En una asamblea, los estudiantes debaten sobre si la mujer puede ser periodista. La gran duda es: “Puede entrevistar a un futbolista en el vestidor?”. Una estudiante recuerda que los señores periodistas entrevistan a las vedettes en los camerinos. En esta singular asamblea se pueden escuchar todo tipo de perlas: “El destino natural de la mujer es el matrimonio, aunque, quizás, la mejor esposa de un periodista sea una periodista”; “el periodismo es maravilloso, solo tiene un inconveniente, lo han inventado los hombres”….

El cine ha mostrado más de una vez la incomodidad de reporteros de los años veinte y cuarenta ante la inesperada presencia en la tribuna de prensa de una colega.

Le pasa a Lexie (Renée Zellweger) en Ella es el partido (George Clooney, 2008). Cuando se aposenta en la zona de prensa de un estadio de rugby, un colega refunfuña que no puede estar allí. Y cuando otro comenta que, dicen, “es muy buena en el oficio”, llega la réplica insultante del primer cronista, ya muy ajado: “En qué tipo de oficio?”.

El mismo problema tendrá Tess Harding (Katharine Hepburn), una prestigiosa articulista de política internacional a quien su colega Sam Craig (Spencer Tracy) lleva a ver un partido de béisbol, que le deberá explicar pacientemente. A los colegas de Craig en La mujer del año (1942) no les gusta la visita. Claro que a Harding, por su parte, tampoco le gusta que el diario envíe dos reporteros a un partido y a Vichy, en plena Guerra Mundial, uno. El filme tiene muchos tópicos rancios, desde la estúpida consideración del periodismo deportivo como algo que no exige muchas herramientas intelectuales a un acomodaticio final, donde por encima de todo está el valor del matrimonio y la familia. Y eso último es algo que siempre ha pedido una difícil combinatoria cuando uno de los dos, o los dos, es periodista, de cualquier disciplina. Lo muestra La boda de mi mejor amigo. Un cronista deportivo prepara su boda, pero la pareja no puede saber donde pasarán la luna de miel porque depende de si San Antonio elimina a Sacramento. Y la pareja de Luna nueva (1940), cambiará sus planes de viaje de boda, la segunda, y en lugar de ir al Niágara pasarán por Albany porque hay un jaleo obrero y aprovecharán para enviar crónicas.

Algunas veces, la mujer es quien da lecciones. Pasa en Mi desconfiada esposa (1957) donde Marilla Brown (Lauren Bacall), diseñadora de moda, envía una crónica de golf, algo que debía haber hecho Mike Hagen (Gregory Peck) en lugar de dormir la mona.

Pero, desde luego, las lecciones valientes, y auténticas, son las que dio Biarnés. Y no una vez, ni dos. Marcó muchos goles.

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