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Porno duro en el Macba

La artista Andrea Fraser involucra a un coleccionista en una performance sexual

Una visitante contempla el vídeo sexual de Andrea Fraser en el Macba.
Una visitante contempla el vídeo sexual de Andrea Fraser en el Macba.

¿Son pornográficas las desigualdades que pone en evidencia el sistema del arte contemporáneo? La artista Andrea Fraser (Billings, 1965) así lo cree, por lo que en 2003 pidió al marchante Friedrich Petzel que le encontrara un coleccionista dispuesto a mantener relaciones sexuales con ella delante de una cámara y a adquirir la primera copia de la obra derivada. La grabación, íntegra sin cortes salvo la eliminación del sonido, es una de las piezas más impactantes de la retrospectiva El 1% c’est moi, que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) dedica a la artista estadounidense. Desde luego se trata de una pieza mucho más fuerte, comprometida y chocante que la escultura del ex rey Juan Carlos sodomizado, que ocasionó la peor crisis del Macba y provocó la caída de la anterior cúpula directiva.

“Se han dicho muchas mentiras sobre esta performance, como que el coleccionista pagó 20.000 dólares por participar. No es cierto, pero no voy a revelar el precio de la obra. El objetivo es explicitar la relación de explotación entre el coleccionista y el artista. Yo no funcionaba como una prostituta, sino más bien como una pornógrafa o una actriz porno y no me preocupaba en absoluto ser explotada por el coleccionista, si a caso era lo contrario”, explica Fraser, que se ha convertido en todo un referente por lo que atañe el arte político y la crítica institucional desde una perspectiva feminista.

La muestra, abierta hasta el 4 de septiembre, reúne por ámbitos temáticos una treintena de las obras más relevantes de su trayectoria, realizadas a lo largo de tres décadas. Vídeos, memorias de acciones, instalaciones, fotografías, obras sobre papel y documentación, confluyen en una especie de gran comedia interpretada por todos los agentes del mundo del arte, artistas, comisarios, galeristas, comisarios, mecenas y público: nadie se libra de sus críticas mordaces y su ironía. Lo demuestra en la sección dedicada a las relaciones entre las clases sociales y el gusto, donde se proyectan tres performances de la serie May I help you, en la que Fraser visita una muestra y la comenta asumiendo la personalidad de seis personas, representativas de otras tantas condiciones sociales. “Es muy evidente cómo se interiorizan los códigos, gestos y comportamientos que definen la pertenencia y el sentir de una determinada clase social”, indica la artista que pese a su desparpajo y facilidad para la interpretación no deja nada a la improvisación. “Tanto si actúo como si dirijo siempre trabajo con guiones muy cerrados. Es como escribir una partitura”, asegura.

La apropiación de imágenes, textos y datos reales es, junto con la performance y el cuerpo como vehículo de creación artística, una constante en su trabajo desde los años 80. Pese a su crítica radical de las instituciones a la que propone sus intervenciones “como cualquiera que ofrezca un servicio”, sus obras han estado presentes en todos los eventos que han marcado hitos en la historia del arte más reciente. “Sus piezas permiten recorrer la evolución del mundo del arte y cómo han cambiado las preguntas que plantea”, indica Cuauhtémoc Medina, comisario del proyecto, que después se presentará en el MUAC de Ciudad de México, junto con la conservadora del Macba, Hiuwai Chu.

Histriónica y versátil, Fraser no sólo participó en la célebre bienal de Sao Paolo dedicada a la antropofagia sino que la canibalizó convirtiéndose en una atípica reportera de televisión y en 1993 participó en la Bienal de Venecia, recordada por la crisis de las representaciones nacionales, en el Pabellón de Austria con un vídeo en el cual daba la bienvenida desde el punto de vista de diferentes personajes del mundillo artístico. Por supuesto no podía faltar la acción que realizó en el Guggenheim de Bilbao, donde lleva a cabo al pie de la letra todas las indicaciones de la audioguía, por lo que su visita se centra aspectos nimios del edificio en vez de admirar las obras de arte. Su título El pequeño Frank y su carpa, irónico y descriptivo como es habitual en ella, alude al fenómeno de los arquitectos estrella y su desinterés por las exigencias de los artistas a la hora de diseñar un museo.

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