‘Winterreise’ mal reinventado
El principal problema de la conjunción entre música e imágenes en esta obra de Schubert en el Palau fue de 'tempi'
Ninguna objeción conceptual, teórica o de principios a que un artista trabaje sobre la obra de otro artista, lo hace Schubert cuando, en Winterreise (Viaje de invierno), pone música a veinticuatro poemas de Wilhelm Müller, lo hacen un cantante, el barítono Matthias Goerne y un pianista, Markus Hinterhäuser, cuando, casi doscientos años más tarde, recrean Winterreise en el Palau de la Música, lo hace el artista sudafricano William Kentridge cuando añade imágenes proyectadas en una pantalla a la memorabilísima interpretación de Goerne y Hinterhäuser de este ciclo de canciones.
El problema está en los límites de la interferencia entre artistas, en la pertinencia de los trabajos, en la sensibilidad y, finalmente, también, en la actitud de quien escucha.
MATTHIAS GOERNE
Matthias Goerne, barítono, Markus Hinterhäuser, piano. William Kentridge, concepto y video. Ciclo de canciones Winterreise (Viaje de invierno) de Franz Schubert. Ciclo Palau100 Grandes Voces. Palau de la Música Catalana. 14 de abril.
El principal problema de la conjunción entre música e imágenes en este Winterreise fue de tempi, La obra narra en forma de metáfora un viaje desgraciado al interior de un alma, un descenso a los infiernos personales del narrador que terminará en la locura. Schubert escoge, en general, unos tempi lentos para narrar todo esto y Goerne, en su magnífica versión, cantada cada vez más desde la flexibilidad el texto que desde el rigor métrico de la partitura, aún los hace más lentos. Este fluir ensimismado del canto habría casado con unas imágenes estáticas o en evolución lenta, pero no encajaba en modo alguno con la precipitación de unas imágenes que veíamos fluir a velocidad de película de dibujos animados. Más allá de la pertinencia, a veces dudosa, de lo que se veía en relación con lo que se escuchaba, el potente y vertiginoso discurso visual secuestraba la atención del espectador hasta el extremo de, a menudo, tener que cerrar los ojos para poder escuchar. Winterreise es un acto de intimidad que requiere una gran concentración tanto de los artistas como del público y aquí la concentración era difícil.
Otro asunto hubiera sido si la proyección hubiera tenido lugar en un cine y una grabación de Winterreise hubiera sido la "banda sonora" de una película. La actitud habría sido diferente y el juicio también. Pero no era el caso, en el escenario estaba el mejor intérprete posible de estas canciones desoladas, ese era el centro de la atención y las imágenes, en esta ocasión, estorbaban.
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