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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los jueves, esperpento

Los ‘milagros’ nos permiten creer que puede haber un gobierno de PSOE, Ciudadanos y Podemos, y que Cataluña rompa y conserve la legalidad a la vez

Francesc Valls

Los jueves son días especialmente indicados para fenómenos esperpénticos o milagrosos, según preferencia. Este jueves pasado ni ha sido una excepción ni ha defraudado: se ha conocido el envío de una carta del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro a 12 comunidades—entre ellas Cataluña—, pidiendo que en 15 días se adopten medidas de “congelación del gasto”. El motivo es cumplir el objetivo de déficit, cuya distribución entre administraciones se encarga de “ordenar” el ministerio de Hacienda. En la descentralizada España de las autonomías es el Gobierno central el que decidió en 2015 —igual que años anteriores y gracias a su sobrerrepresentación en el Consejo de Política Fiscal y Financiera (50% de los votos)— que las administraciones que prestan servicios a los ciudadanos no debían superar un inasumible techo de déficit del 0,7%, que la mayoría han duplicado. Mientras, la Administración central se fijaba para sí misma un generoso 2,9%.

Si el San Dimas del film Los jueves, milagro anuncia al socorrido y vilipendiado tonto del pueblo que precisamente cada jueves obrará el prodigio de su aparición, en esta España de las autonomías se pretende convencer a los ciudadanos de que el reparto del déficit no se centrifuga a las comunidades —como realmente sucede— sino que estamos ante un don que administra con irreprochable mano de santo el Ministerio de Hacienda. ¿Para qué buscar fórmulas corresponsables, federales y, definitivamente, mundanas pudiendo contar con la intercesión divina? García Berlanga mostró en su película la conexión entre el esperpento y el milagro gracias al imaginario pueblo de Fontecilla, que en pleno nacional-catolicismo (1957) aspira a convertirse en el Lourdes español. El caso es que incluso comunidades gobernadas por el PP ven más rastro de insensatez que de milagro en la carta de Montoro.

También esperaban a San Dimas —el buen ladrón— el pasado jueves en el PSOE, cuando buscaban un acuerdo de Gobierno con Podemos y Ciudadanos. Los socialistas son los únicos con una fe inquebrantable en un pacto a tres bandas que raya en lo imposible. Bien es cierto que el acuerdo es la tabla de salvación de su actual líder, pero las medidas acordadas entre PSOE y Ciudadanos no sirven para sumar a Podemos, mientras que las propuestas del partido de Pablo Iglesias —detalladas en la reunión del jueves y con referéndum para Cataluña incluido— son inasumibles para los de Rivera en primera instancia y, en menor medida, para los de Pedro Sánchez. Sin embargo, ahí está el PSOE —ante la inacción del PP— con una fe ciega en las capacidades taumatúrgicas de Pedro Sánchez, que hace llamamientos al ecumenismo y se resiste a ver que sus eventuales socios son más irreconciliables que calvinistas y anabaptistas.

El caso es que incluso comunidades gobernadas por el PP ven más rastro de insensatez que de milagro en la carta de Montoro

Cataluña tiene igualmente su cuota sobrenatural. Este jueves el Parlament rozó el milagro cuando la mesa metió en el orden del día la adhesión de la Cámara a la declaración soberanista del 9-N, anulada por el Tribunal Constitucional. La CUP pretendía que Junts pel Sí suscribiera, además, dos puntos de su moción en los que instaba a los cargos electos a desobedecer las “peticiones de las instituciones no democráticas del Estado español” y a los Mossos d'Esquadra a “no actuar como policía judicial” en los requerimientos de la Audiencia Nacional relativos al proceso de “desconexión democrática del Estado español”. Junts pel Sí trató de mantener el equilibrio imposible entre la moción y el papel que debe jugar su gobierno como representante ordinario del Estado en Cataluña. El resultado fue el milagro de tratar de sacar brillo a una vajilla que se asegura y se anuncia a los vecinos que se quiere romper.

Y es que los milagros nos ayudan a sobrellevar una testaruda realidad y nos permiten creer que España es federal, que puede haber un gobierno PSOE-Ciudadanos-Podemos o que se puede romper, gestionar y conservar la legalidad al mismo tiempo en Cataluña. La esperanza está a merced de los milagros gestionados muchas veces por desaprensivos. A medio guión, el productor de la película Los jueves, milagro vendió su compañía a una empresa cercana al Opus Dei, que en comunión con la censura no permitió el final que pretendía el film: el “tonto del pueblo” esperando un milagro que no se producía. Hace unos años la Filmoteca Nacional descubrió el “otro” final. Tal vez haya que esperar sesenta años para conocer lo que realmente pretendía el guion.

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