_
_
_
_
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Por favor, no te dejes la piel

En política se oyen con frecuencia frases solemnes que parecen grandes convicciones pero que solo son obviedades

J. Ernesto Ayala-Dip

Hace tiempo que voy detrás de una frase que se ha convertido en una especie de mantra soluciona todo. Intento averiguar qué se quiere conseguir invocándola hasta el hastío. Yo, a falta de otra explicación, la interpreto como una consigna. O, también podría ser, como una voluntarista autoexigencia. Sabemos que hay obviedades que son inevitables, como algunas preposiciones científicas. Que vivimos y funcionamos con ellas. Cuando, por ejemplo, Johan Cruyff afirmó, ya hace muchos años, que para ganar un partido es indispensable tener el balón, todo el mundo se quedó patitieso. Era una obviedad. Entonces la obviedad alcanzó rango inexplicable cuando el holandés completó su teoría enseñando que si tú tienes el balón el contrario no lo tiene. Y si el contrario no lo tiene, para él se torció el partido. Con esta clara obviedad, Cruyff ganó títulos y prestigio. Así que ojo con algunas obviedades.

Hace un tiempo, durante una larga sobremesa (esas que tanto molestan a Quim Monzó con absoluta razón), unos amigos nos pusimos a discernir si una declaración como “yo me metí en política para forrarme” era o no una obviedad. Yo, misericordioso con el adversario ideológico, dije que no tenía por qué serlo, por más que quien la profiriera fuera del Partido Popular. Un compañero de mesa alegó que precisamente por eso era una obviedad. Qué se podía esperar de un político del PP. O del PSOE, agregué tratando de ser lo más imparcial y justo posible. Nadie se mete en política para forrarse.

Tiendo a pensar que un político, sea del partido que sea y defienda la ideología que defienda, al entrar en política lo hace para comprometerse con una idea de sociedad y de gestión de la cosa pública, pero que un día se encuentra con la oportunidad de agregar a su patrimonio una segunda residencia o un coche de postín, contrayendo esa enfermedad tan contemporánea de acumular riquezas. Empiezan tímidamente con una segunda vivienda de veraneo, además de la que tienen en la ciudad, y terminan a la larga forrándose, con la colaboración de otros que seguramente en principio no entraron en política para lo mismo, pero que al final terminaron también cayendo en la misma miseria ética.

Pero vayamos a lo que realmente me preocupa. La frase a la que me refería es la tan mentada “me dejaré la piel”. En el mundo futbolístico es muy habitual escucharla en boca de algunos cracs. Cuando a un equipo el agua del descenso le llega al cuello, sus integrantes suelen conjurarse acudiendo al latiguillo. Pero donde nunca creí que iba a escucharla era en boca de políticos, a quienes oí proclamarla sin el más mínimo rubor. La primera vez se la escuché a la entonces recién nombrada ministra de la Vivienda con el gobierno de Zapatero, Carme Chacón. Y exactamente el 10 de enero, a Carles Puigdemont en su discurso de investidura. “Prometo que me dejaré la piel para culminar el proceso”.

Dejarse la piel en cualquier situación es de esas obviedades tan flagrantes, que solo escucharlas ya se me ponen los pelos de punta. ¿Me creería el lector si yo le dijera que el artículo que tiene a bien estar leyendo fue escrito dejándome la piel en su redacción? No debería creerme, porque para escribir un artículo solo hay que saber escribir correctamente y saber de lo que se escribe, te dejes la piel o no. Si con dejarse la piel se quiere indicar que hagas lo que hagas, ya sea como articulista, como ministro o presidente de la Generalitat, lo tienes que hacer con sentido de la responsabilidad y profesionalidad, entonces no hay duda de que estamos ante una obviedad tan grande como una casa.

A juzgar por lo que dejó en su ministerio, de Carme Chacón como gestora nos queda la convicción de que acudir a la retórica voluntarista con mantras como el que esgrimió, no basta. Yo no tengo la más mínima duda de que intentó hacerlo lo mejor posible, aunque todos sabemos que durante su gestión se puso en marcha una muy discutible ley de desahucio, la Ley 19/2009 de 23 de noviembre, de medidas de fomento y agilización procesal del alquiler y de la eficiencia energética de los edificios.

Yo no me dejaría la piel con tanta alegría. Ya sería bastante cumplir con la gente que nos vota. Y sobre todo, por elemental respeto ético, con las que no nos vota.

J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_