Sobre calles, héroes y dinosaurios
El autor sostiene que el gobierno municipal ha emprendido la "guerra del callejero" basada en los "errores" de la Cátedra de la Memoria Histórica
A pesar de que la guerra civil y el franquismo susciten tantas polémicas en la sociedad española, una abrumadora mayoría de nuestros conciudadanos, el 73%, declaraba en 2005 que las víctimas "estaban en ambos bandos" de la contienda, por lo que cualquier "reparación u homenaje debe incluirlas a todas”. Un consenso que la llamada Ley de Memoria Histórica tuvo que asumir amparando a todas las víctimas que "padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura”.
Solo el reconocimiento de todas las víctimas sin distinción hace verdadera justicia a los que sufrieron una guerra que en nada responde a las visiones más reduccionistas. La nuestra fue una contienda fratricida con tantas caras como las de cada uno de los 24,5 millones de españoles de entonces, en su mayoría obligados a profesar su lealtad por cuestión geográfica, según hubiera triunfado o no el golpe militar en su ciudad o pueblo.
Hubo una guerra entre dos bandos, con su pavorosa secuela de crímenes en la retaguardia. Pero, a la vez, en cada bando existió una contienda interna contra los indiferentes, los prófugos y los desertores, y en el bando republicano hasta tres conflictos intestinos: en Cataluña, Aragón y Madrid. La guerra civil no fue en blanco y en negro, por más que la conozcamos así en sus imágenes. Es de una infinita gama de grises.
Por eso es tan grave que el gobierno municipal de Madrid conduzca hoy la “guerra del callejero” por las vías del reduccionismo maniqueo, con serios daños al acuerdo de concordia, aún vigente bajo la forma de nuestra Constitución, que nos une a todos en el compromiso de que el pasado no vuelva a enfrentarnos.
Para ello, el equipo de Carmena está resucitando modos políticos sectarios y cizañeros, como prueba la incorporación al borrador de su lista negra a figuras sobresalientes de nuestra cultura solo porque les resultan insoportables al no haber comulgado con sus dogmas ideológicos.
Además, ha propuesto la eliminación de nombres de personas asesinadas por sus ideas o sus creencias religiosas, como los ocho carmelitas fusilados en Carabanchel cuya placa se retiró indignamente y luego se repuso. También calles de episodios y figuras anteriores a la contienda. Y, por último, de personalidades o hechos históricos que no se encuadran en la sublevación militar, la guerra civil y la represión de la dictadura citados en el artículo 15 de la ley.
Este ha sido uno de los aspectos más criticables del primer elenco de treinta nombres a sustituir, pero también lo han sido los errores y falsedades de la Cátedra de “Memoria Histórica” de la Universidad Complutense que ha asesorado al gobierno de Carmena.
Por ejemplo, a la hora de retirar el nombre de una plaza de Malasaña por creer que estaba dedicada al espía Juan Pujol García, “Garbo”, el héroe que engañó a Hitler sobre el lugar del desembarco de Normandía, cuando en realidad lo está al que fue jefe de propaganda de Franco, Juan Pujol Martínez. El error se convierte en disparate cuando el motivo para retirar su nombre es que “Garbo” estuviera en posesión de la Cruz de Hierro, concedida por Hitler para agradecerle la valiosa “información” que, en realidad, le llevó a la derrota. Puro desatino.
Por no olvidar la imputación calumniosa del asesinato de nada menos que 5.000 inocentes en la carretera de Málaga a Almería, contra un as de la aviación española, el capitán Francisco Iglesias Brage, que se encontraba aquel día a 700 kilómetros de distancia, como demuestra su hoja de servicios. Nadie ha pedido disculpas por arrastrar por el fango el nombre del piloto de la hazaña transoceánica del “Jesús del Gran Poder” y gran amigo de García Lorca, que le dedicó “Saeta” en “Poemas de cante hondo”. Y, para colmo, el nombre de la calle de Vallecas que se le atribuye pertenece en realidad a un industrial desde 1928.
Con todo, la actuación de Ahora Madrid sorprende aún más al recordar que la alcaldesa Carmena decía, hace ocho meses, que aplicar la Ley de Memoria Histórica “no es una prioridad, antes hay urgencias sociales”. Lo mismo pensábamos los que tuvimos responsabilidades de gobierno en el Ayuntamiento en los últimos años. Y es lo que muchos madrileños continúan pensando. Porque cuando despertemos de este viaje cainita al pasado, las urgencias sociales, como el dinosaurio del cuento de Monterroso, todavía estarán allí.
Pedro Corral es periodista y concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid
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