Un debutante octogenario
Joe McPhee cuelga el "no hay billetes" en su debut en Madrid, a los (casi) 80 años
Joe McPhee cuelga el "no hay billetes" en su debut en Madrid, a los (casi) 80 años. La crónica podría terminar aquí. Que Joe McPhee —saxofonista, trompetista y algunas cosas más— llene en un lugar en el que ni se le conoce ni se le escucha, no me negarán, resulta un hecho notable, además de intrigante. Además, lo que él hace no está al alcance de todo el mundo. Pues aún así.
Joe McPhee, en martes, llevó a Clamores a una pequeña multitud alegre y rozagante, incluyendo un par de niños de teta por mor de la nueva legislación sobre acceso de menores a las salas con música en directo. A mayor abundamiento, las deserciones fueron mínimas, no más de 20.
Como (casi) todos los intérpretes de free jazz, McPhee desarrolla la mayor parte de su carrera en Europa, dónde éste tipo de música cuenta con un público reducido pero suficiente para sustentarla. Su adlátere en ésta ocasión tocaba la batería. Chris Corsano, conocido por sus maneras pelín iconoclastas, tiene el aspecto de un adolescente barbilampiño, lo que no se corresponde a sus 40 años cumplidos. Es músico de matices antes que de músculo; el aditamento ideal para quien se mueve por la penumbras de un free jazz no siempre reconocible como tal.
Por dónde, McPhee ha recorrido el camino que lleva de Elvis Presley a Louis Armstrong y Ornette Coleman, de quien toma la parte sustancial de su inspiración. Bajo su apariencia del lobo, se esconde un corderito perfumado y mullido; un rapsoda, en el más noble sentido de la palabra. Y, sí, interpreta temas que el oyente entrenado reconoce no sin asombro, lo que, se supone, desdice su condición de improvisador. Su versión de Lonely woman, de Ornette, fue del susurro al grito, y al susurro; una transición emocional que muy bien podría definir la música del saxofonista.
Algo tiene Joe McPhee que enamora a quienes son capaces de dejarlo todo para fundar una empresa con el único propósito de editar sus discos. Y qué decir sobre lo sucedido el martes así finalizó el recital, con el personal puesto en pie, los de entrada con derecho a silla y los que no, vitoreando a los espadas, y éstos volviendo a escena para interpretar la correspondiente propina. Hay quien a éstas alturas sigue preguntándose qué narices ocurrió la noche del martes en la sala Clamores Jazz & Soul de Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.