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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Mahler con pasión contagiosa

La Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya suele alcanzar un gran nivel cuando tienen delante a un director con talento y experiencia

En la respuesta de una orquesta, el nivel técnico y la actitud de los músicos es tan importante como la confianza y buena sintonía con el director. Hay formaciones, especialmente las inglesas, que logran buenos resultados con poco ensayos. La Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) es más irregular en su rendimiento, pero suele alcanzar un gran nivel cuando tienen delante a un director con talento y experiencia que sabe sacar lo mejor de ellos. Así ha sucedido este fin de semana con el veterano director israelí Pinchas Steinberg, músico de los pies a la cabeza que dirigió la OBC por última vez en 2012.

El famoso Intermezzo de la ópera Goyescas que abrió el programa es el primer homenaje de la OBC a Enric Granados en el centenario de su muerte. Steinberg lo dirigió sin añadir azúcar, dejando que la inspiración melódica de Granados cautivara al público de forma natural.

Tras cinco años de ausencia, regresaba al Auditori el pianista estadounidense Nicholas Angelich como solista del Concierto para piano núm. 2 de Franz Liszt. Músico de exquisito gusto, poco amigo de fuegos de artificio gratuitos, hizo brillar la riqueza tímbrica y el lirismo de una partitura innovadora que supera las estructuras clásicas al fusionar todos sus episodios poéticos en un solo movimiento, idea que entusiasmó a Wagner.

Angelich encontró un inspirado y bien trabado acompañamiento orquestal en una interpretación de suntuosos colores. La atmósfera romántica se mantuvo con la delicada versión de la Mazurca num. 2, op 63, de Chopin, que ofreció como propina.

La gran fiesta llegó con Gustav Mahler. Steinberg —su padre, el notable director alemán William Steinberg, llegó a Estados Unidos huyendo del nazismo y fue cofundador de la Filarmónica de Israel— vive la música de Mahler con pasión y energía desbordantes. Bajo su experta guía, con un sentido del rubato y una calidez en el fraseo de gran belleza, los músicos de la OBC se entregaron a fondo en la Quinta sinfonía, que desató un torbellino de emociones. La espléndida respuesta orquestal, con lucimiento de los solistas, sacudió al público por su impacto emocional, que es, exactamente, lo que buscaba Mahler en su turbulento universo sinfónico.

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