Beethoven épico con la voz de Jeremy Irons
El actor recitó en el coliseo barcelonés el 'Egmont' del compositor alemán
Cuando Jeremy Irons pisó el escenario del Liceo en la noche del sábado, la música de Ludwig van Beethoven ya se había adueñado del teatro con una vehemente versión de la Séptima sinfonía dirigida por Martin Haselböck al frente de la Orquesta Wiener Akademie. Bien caldeado el ambiente, y ante un público ansioso por ver en carne y hueso al famoso actor británico, apareció Irons en la segunda parte del concierto, todo elegancia y glamur. Fue un narrador de lujo que, con el poder de la palabra, añadió emoción a la música incidental que Beethoven compuso para el drama de Goethe Egmont. La dicción exquisita y el carisma de Iron dieron grandeza al mensaje libertador de la obra.
En espléndida forma a sus 67 años, Irons irradia distinción y grandeza interpretativa. Se podían escuchar suspiros de admiración en las primeras filas; todos los ojos estaban pendientes del actor, que desplegó una gran variedad de matices: su narración, arropada por la fuerza musical de Beethoven, causó gran impacto.
Irons brilla sin destrozar con exceso de ego un texto al que la música otorga su plena fuerza dramática. Juega a su favor la nueva adaptación y traducción inglesa del original alemán de Goethe realizada por el escritor Christopher Hampton, guionista ganador de un Oscar por la adaptación de la película Las amistades peligrosas.
La versión, destinada inicialmente para otro famoso actor, John Malkovich, que canceló su participación, es el gancho de una gira el domingo recaló en el Auditorio de Oviedo. Tiene mucho valor, ya que pocas veces se ofrece Egmont en nuestros auditorios, salvo la obertura, justamente célebre, que ha eclipsado el resto de las piezas que Beethoven destinó a un montaje del drama en cinco actos de Goethe estrenado en el Burgtheather de Viena en 1810.
El actor británico aporta el punto justo de histrionismo y despliega la máxima intensidad en la arenga final, cuando el Conde de Egmont, general y héroe nacional flamenco en la lucha por la independencia contra la monarquía española, que fue condenado a muerte y decapitado, clama con furia su ideal de libertad, dando paso a la Sinfonía de la victoria que cierra la obra.
Fiel a los criterios historicistas, Haselböck primó la claridad, la precisión y la fascinante belleza tímbrica del genio sinfónico de Beethoven. A la incisiva y bien matizada respuesta orquestal - tempi ligeros, cuerda flexible, elegantes maderas y brillantes metales- se sumó, con resultados discretos, la soprano sueca Kerstin Averno, solista en las dos canciones de Clara, la joven que ama al Conde de Egmont, y en la escena y aria Ah! Perfido, op. 65, que completó el programa.
Popular por películas como La mujer del teniente francés, La misión y El misterio Von Bülow, por la que gano el Oscar, y con muchas tablas en el teatro, Iron siente pasión por la música - en 1989 dio vida al profesor Higgins en una grabación de My fair lady con Kiri Te Kanawa como Eliza y el gran John Gielguld como Pickering-y quedó claro en el Liceo, disfrutando con la energía orquestal, dejándose impregnar por la fuerza de Beethoven.
La adaptación inglesa del texto de Goethe puede dar nueva vida concertística internacional a Egmont, pieza que mantiene una relativa vigencia en los auditorios del ámbito germánico; actores del calibre de Bruno Ganz, Erich Schellow y Klausjürgen Wussow han grabado la obra dirigidos, respectivamente, por Claudio Abbado, Herbert von Karajan y George Szell.
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