Última madrugada en el ‘Johnny’
Los ocupantes del colegio mayor cuentan el desalojo. Algunos piden que se les deje entrar para retirar sus pertenencias, mientras operarios de Bicimad recuperan bicis en el edificio
El edificio del Johnny, en el campus de la Complutense, permanece acordonado por cintas de la Policía y 50 furgones, en los que de madrugada llegaron centenares de agentes con sus unidades caninas a desalojar sus 450 habitaciones. Fuera, medio centenar de personas -de entre sus últimos inquilinos- deambulan con maletas en busca de un nuevo destino. Ochenta de sus moradores lo han encontrado en comisaría, detenidos, según fuentes policiales por asuntos relacionados con drogas y vulneraciones de la ley de extranjería. En la boca de la estación de Metropolitano se agolpan cuarenta de sus exocupantes, entre mascostas: hay perros y también algunas jaulas con cobayas. Hay quien pretende organizar una especie de huelga y en su caos surgen pequeñas refriegas, reproches a los medios de comunicación y discusiones entre ellos, algunos muy nerviosos por haber perdido lo más parecido a un hogar.
Un operarario de Bicimad repite viajes para descargar bicicletas del interior del edificio y subirlas a un camión. ¿Cuántas hay? "No sé, pero muchas, pon muchas", asegura en pleno trasiego.
En la acera, Jorge, 43 años, con una manta y una bicicleta como únicas pertenencias, cuenta que esta mañana, sobre las seis, se temió lo peor. "Escuchamos reventar puertas y golpes y nos ha venido a la cabeza lo de París". Luego vio a una legión de policías tomando planta por planta (de arriba a abajo) el edificio. Todos han tenido que salir con lo puesto, relata este hombre que llevaba en el Johnny desde hace un año y aún recuerda sus comienzos, cuando los ocupantes planeaban convertirse en asociación, antes de que todo se descontrolase. Pedro, que hace de portero ocasional en algunos locales nocturnos, tenía su propia habitación (cuando el colegio funcionaba había más de 450) y había hecho de manitas rehabilitando algunas estancias del viejo edificio. Sostiene que en la planta quinta, la más conflictiva, había últimamente fiestas y broncas más o menos continuas que relaciona con consumidores habituales de drogas. Pero niega que hubiera tráfico de estupefacientes o redes de prostitución más o menos organizadas en el inmueble, si acaso cierto trapicheo. "¿Y ahora qué? ¿Me va a dar Carmena una casa a mí también?", se pregunta.
Cerca de él otra mujer que se resiste a decir su nombre. Ha hecho horas como relaciones públicas y camarera en discotecas y tiene ahorrado "algún dinero para ir tirando algunos días de alquiler", admite sin demasiado entusiasmo mirando a la nada.
La mayoría de los ocupantes aspira a que le dejen entrar de nuevo al inmueble, "porque quedan muchas cosas dentro". Uno de los policías responde que eso no sucederá antes del viernes.
Es la estampa a media mañana del final -no aún definitivo- de un colegio mayor emblemático por su efervescencia cultural en el tardofranquismo y los primeros años de la democracia. La historia del Johnny no se cierra del todo porque el rector de la Complutense, Carlos Andradas, ha remitido un comunicado nada más saber del desalojo reafirmando su idea de reabrirlo "con la mayor celeridad" para preservar "su legado cultural y que sea de nuevo el foco de cultura, creatividad, libertad y diálogo que contribuyó a enriquecerla sociedad madrileña y española".
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