Los barrios ‘caramelo’
Sant Antoni, Poblenou y Guinardó temen que la llegada del turismo aumente precios y cambie su tejido social y comercial
Como dicen en el barrio de Sant Antoni de Barcelona, situado entre el Raval, el Paral·lel y el Gaixample, y con el mercado que le da el nombre en obras, “somos un caramelo que el turismo ya ha empezado a lamer”. Como en este barrio, en otros se ve al turismo como una amenaza que puede cambiar su realidad social y económica allí donde se implanta. El Poblenou, con su aire de pueblo y la playa al lado. El entorno del Turó de la Rovira, el mejor mirador de la ciudad. O el Camp de l'Arpa, ubicando en el triángulo que forman Glòries, el hospital de Sant Pau y la Sagrada Família.
Cada vez que ven un artículo periodístico en el que se califica a su barrio como “zona de moda” se ponen a temblar. No quieren que en su entorno ocurra como en Ciutat Vella u otros puntos de la ciudad, donde, a causa de la implantación turística, se ha traspasado la línea de no retorno. Línea que conocen bien los barrios de Ciutat Vella, pese a los años y años que llevan alertando de los efectos negativos del turismo. Desde la Asociación de Vecinos del Gòtic, Reme Gómez enumera la destrucción de tejido comercial y vecinal, el aumento de precios y, al fin, la expulsión de vecinos y comercios que comportó la llegada de turistas. “Porque sin vecinos cierto comercio desaparece y porque la sobreexplotación del espacio público añade presión a la calidad de vida, tanto cotidiana como nocturna”. Gómez recuerda que Ciutat Vella tiene una trama pensada para la vida de siglos atrás que, si con usos del siglo XX ya estaba tensionada, con el turismo, estalla hasta que “los vecinos nos sentimos acorralados”.
Ampliar la moratoria
¿Y qué hacer? “Si partimos de la base de que no se ha hecho nada y que hay un montón de datos sobre las consecuencias, no puedes poner fronteras, pero sí tratar al turismo como una industria y fijar reglas y control; además de preguntarse aspectos que parecen incuestionables, como a dónde van los beneficios o qué empleo se crea”. La Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible fija en su manifiesto la necesidad de ampliar la moratoria hotelera del Ayuntamiento que gobierna Ada Colau, al conjunto de servicios turísticos. Y pide limitar la capacidad de carga turística, un melón complejo de abrir.
La consciencia sobre los efectos negativos del turismo se extiende. El barómetro de la ciudad afirmaba el pasado mes de julio que el turismo es la tercera preocupación de los barceloneses. Y la encuesta sobre la Percepción Ciudadana del Turismo indica que cada vez son más los barceloneses que consideran que viven en un barrio turístico: en un año han pasado del 33,9% de respuestas al 37%.
Jordi Ficapal, director del Observatorio del Turismo Responsable de la facultad de Turismo de la Universitat Ramon Llull, celebra la creación del Consejo de Turismo, “como marco de gobernanza ante las presiones que suponen para la Admnistración el enfrentamiento entre vecinos y agentes turísticos”.
Jordi Ficapal cree que el turismo debe generar valor público y repartir las cargas y beneficios que comporta su actividad. Y alerta de una última cuestión: “Lamentablemente, la responsabilidad es de los vecinos, o de algunos cuando dejan de ir al colmado o alquilan su piso a turistas, en los cambios que sufren sus barrios”.
Sant Antoni. Pegado al barrio del Raval, con un kilómetro cuadrado y 39.000 habitantes, recibió la primera onda expansiva de la moratoria de apertura de apartamentos turísticos en Ciutat Vella. Su estratégica ubicación y la perspectiva de mayor revalorización con la reforma del mercado municipal tiene en vilo a la plataforma Fem Sant Antoni. “El mercado tiene una función comunitaria, si nos pasa como en la Boqueria, nos cargamos el barrio”, dice Enric Bárcena. Le preocupa “la substitución de usos ciudadanos o vecinales por otros más rentables pero que son depredadores del espacio vecinal”. Y también que “la densidad en el barrio es tan alta que muchos vecinos no notan la presencia de pisos y hoteles, porque los turistas no se quedan en el barrio, no ocupan el espacio público”.
Poblenou. Además de la proliferación de hoteles y apartamentos, el principal problema que denuncian los vecinos del barrio es la masificación de la emblemática Rambla. Lo explica Sergi Salamé, que reclama una “ordenación singular, porque la ocupación del espacio público es brutal”. Relata que los vecinos "no pueden descansar por las noches, que no hay espacio para circular y que, aunque sobrepasan el número de mesas autorizadas, las terrazas prefieren pagar multas”. “La Rambla era un lugar de encuentro en el barrio y se ha convertido en un lugar para turistas”, afirma y añade que en las calles adyacentes al eje viario principal se ha registrado también una subida de precios que ha expulsado a locales emblemáticos, como el Casal Octubre, que ahora es “una tienda fashion”.
Guinardó y Can Baró. “Hemos sido una zona tradicionalmente abandonada por la Administración, y ahora justo esta dejadez es la excusa para hacer obras... para poner alfombras rojas a los turistas”, para que lleguen a lo que aquí todo el mundo conoce como los búnkers, el Turó de la Rovira.
Lo cuenta Kim Linares, de la Asamblea social del Guinardó y Can Baró. Relata cómo proliferan apartamentos, cómo sube el precio de los alquileres y el temor a que privaticen el espacio privado, como ha ocurrido con el cercano Park Güell o el también próximo hospital de Sant Pau. “Hemos visto lo que ocurre en otros barrios y no queremos llegar tarde, estamos a tiempo”, precisa Linares.
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