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Robadors “se vende” contra la inseguridad

La asociación de vecinos de la Illa Robador denuncia la inacción de la Guardia Urbana

La calle Robadors, ayer.
La calle Robadors, ayer. Albert Garcia

Los escasos 300 metros de la calle de Robador, en El Raval, son de los más transitados del centro de Barcelona. Vecinos, prostitutas, mirones, traficantes, comerciantes y turistas se entremezclan en la que lleva años siendo una de las zonas más polémicas del barrio y donde conviven varias generaciones y culturas. La seguridad es un tema recurrente en los programas electorales. Ahora, la asociación de la Illa Robador denuncia una “huelga de brazos caídos encubierta” por parte de la Guardia Urbana. Y acusa al ejecutivo de Ada Colau de haber “abandonado” a los vecinos.

"Somos la cloaca de Barcelona", apunta G., un vecino de 30 años que adquirió una de las viviendas de protección oficial de la UGT hace ocho años ilusionado por la promesa del exalcalde de Barcelona, Joan Clos (PSC), de "limpiar la zona". Un compromiso que mantendrían sus sucesores Jordi Hereu (PSC) y Xavier Trias (CiU).

G. se lamenta de la actual situación que vive el barrio y su calle en concreto. "Tenemos suciedad, trapicheo de drogas, clanes y prostitución a todas horas del día. Este no es lugar para criar a nuestros hijos". Junto a él, una decena de vecinos de la calle han iniciado la campaña de "Se vende", colocando carteles en las ventanas de sus casas que recogen las quejas.

"Se vende por miedo", reza el cartel situado frente al número 23 de la calle de Robador. En su portal, un grupo de jóvenes bebe cerveza y escucha música en un altavoz. "No podemos dormir. Las fiestas son contínuas, así como las peleas entre traficantes, borrachos y drogadictos", explica Lina, una vecina de 71 años que lleva toda la vida viviendo en el inmueble. "Hay muchas mujeres mayores como yo que viven solas y tienen miedo a salir de su casa", asegura. Desde la asociación, denuncian un incremento de las mafias y de la inseguridad y piden a Colau mayor presencia policial y una solución que acabe con los clanes y con la okupación de pisos vacíos para ejercer la prostitución.

A las ocho de la tarde, dos septuagenarios regatean el precio de los servicios de una de las prostitutas. "Cinco euros", espeta el anciano, "es todo lo que te voy a dar". Desde la asociación de Putas indignadas, las prostitutas han hecho llegar un comunicado en el que aseguran que ellas no son el problema, sino parte de la solución. "Las trabajadoras del sexo compartimos en gran parte las reivindicaciones vecinales, porque también son las nuestras", recoge el escrito. "Hay que hacer propuestas realistas para solucionar temas concretos como la limpieza, el ruido, el turismo y la seguridad de nuestro barrio. Y por supuesto, también hay que encontrar formas de articular la presencia de la prostitución que si bien no se ha incrementado en la zona tampoco se ha reducido a base de políticas y campañas de persecución, intolerancia y exaltación".

Manuela, de 65 años, lleva toda su vida en Robadors. En su inmueble ha criado a sus hijos y ahora, a sus nietos. "Robadors, es Robadors, no es Sarrià. Está claro que es una calle peculiar, pero es mi barrio y no siento miedo alguno viviendo aquí. Hay picos, como en otros barrios, y aunque si es cierto que hemos notado una disminución de la presencia policial, en nuestra calle convivimos vecinos y prostitutas desde hace muchos años", explica Manuela, que añade: querer "limpiar la zona" es una forma de criminalizar la pobreza", explica. "Tenemos mayores problemas, como el turismo descontrolado y de borrachera que ensucia y molesta más que las prostitutas".

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Gala Pin, concejal de Ciutat Vella, se reunió con la asociación de vecinos el lunes. Pin acepta que la situación de Robadors es complicada, pero desmiente que haya menos Guardia Urbana. "Muchos no van uniformados, pero patrullan la calle", explica. "La solución no pasa solo por la presencia policial, sino porque todas las partes afectadas se sienten a conversar".

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