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Bailar entre baobabs

Germaine Acogny, madre de la danza africana contemporánea, ha impartido un taller en los Teatros del Canal cuyos resultados se podrán ver este viernes

Rut de las Heras Bretín

Germaine Acogny (Porto Novo, Benín, 1944) entra en la sala 7 de los Teatros del Canal, los asistentes a su taller de danza contemporánea africana comienzan a caminar descalzos por la sala, se saludan uno a uno. Recorren todo el espacio como en una coreografía perfectamente orquestada, nadie les ha dado ninguna orden pero la percusión ha comenzado. Dos djembe, un balafón, un dum dum y un sabar marcan el ritmo, Acogny lo lleva de manera sutil pero dirigente, tanto el de los movimientos como el de la música. “Es una maestra de verdad. Sabe cómo trabajar con un grupo”, dice José Rodríguez, un bailarín semiprofesional de 43 años que participa en el taller. Una de las pocas frases que salen de la boca de Acogny es que sientan el suelo.

Una vida para transmitir danza

  • En 1968, Germaine Acogny fundó su primer estudio de danza en Dakar (Senegal).
  • Creó el Studio-Ecole- Ballet-Théâtre du 3è Monde en Toulouse (Francia), en 1985.
  • Entre 1977 y 1982 fue la directora artística de Mudra Afrique, una escuela creada por el bailarín y coreógrafo Maurice Béjart y el presidente de Senegal Leopold Sedar Senghor, que quería transformar su país en la Grecia africana.
  • Comenzó a trabajar en su actual estudio, Ecole des sables, en 1998.

La energía tomada de la tierra es una de las bases del taller que la bailarina y coreógrafa ha impartido esta semana y del que el público podrá ver los resultados hoy en los Teatros del Canal. La fuerza telúrica es un elemento común en las danzas africanas y en todas en general. Acogny deja claro que no se puede hablar de África como si fuese un único lugar. Especifica que en Senegal, país donde desarrolla su carrera, cada etnia tiene una danza, con elementos similares pero también específicos. Ella ha estudiado los bailes de la parte Oeste del continente, de Benín, Mali, Senegal, además, también tiene estudios recibidos en París y Nueva York de danza occidental, clásica y contemporánea.

Lucha por huir de los clichés que en Europa se tienen del continente vecino, que, sin embargo, es muy desconocido. “Solo se muestra lo malo. África es inspiración en muchas manifestaciones culturales de todo el mundo”. Recurrir a Picasso y a sus máscaras africanas sería caer en el tópico. Para explicarlo, Acogny se pone en pie, todavía vestida de calle toda de negro con un collar amarillo que ilumina la energía que desprende y a pesar de los zapatos de difícil y peculiar tacón se ancla en el suelo como lo haría una bailarina de clásico, erguida, sus casi 180 centímetros totalmente perpendiculares a la tierra. En esa posición explica que la postura que ha tomado es común a cualquier tipo de danza: “Echar raíces en el suelo, para poder elevarse hasta el cielo”.

La columna vertebral es el centro de la técnica Germaine Acogny, de ella parten todos los movimientos, que son un diálogo con el cosmos, todos llevan nombres de elementos de la naturaleza, de objetos de la vida cotidiana totalmente reconocibles. Ensayan posiciones similares a la de objetos de cocina como pueden ser un mortero o una piedra de moler. Les señala la postura pero insiste en que no fuercen, cada uno con las posibilidades que le da su cuerpo. “Todos los cuerpos son diferentes, tienen limitaciones, pero todos pueden bailar”, señala la bailarina.

Todos los cuerpos son diferentes, tienen limitaciones, pero todos pueden bailar Germaine Acogny

La música sigue -siempre trabaja con músicos en directo-, suenan las cuerdas de una guitarra española y de una kira. La energía que ha inundado la sala intenta reproducir el ecosistema que se crea en su Ecole des Sables, el centro de danza africana contemporánea que creó en 1998 en Toubab Dialaw, un pueblo de pescadores a 60 kilómetros de Dakar. Allí se vive la danza en conexión con la naturaleza. Se crea un ecosistema fomentado por el paraje: los baobabs, la playa, las colinas, la laguna... “Es un pueblo para la danza”, explica Aïda Colmenero, asistente de Acogny y única española diplomada en su técnica. Tanto ella como Acogny luchan por dar a la danza el lugar que merece. La maestra tiene previsto regresar a Madrid en el 2016, cuando se programe en el Instituto Francés su solo Mon Élue Noire - Sacre 2 con coreografía del director del Ballet du Nord (Roubaix, Francia), Olivier Dubois. Mientras, queda la oportunidad de sentir hoy a la que ya es una figura de la Historia de la danza y una de las 100 personas más influyentes de África según la revista Jeune Africa.

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