El trabajo que se pierde con el otoño
El paro se dispara más de 10 puntos en localidades como Salou o Lloret al acabar la temporada turística
Sentado de espaldas a la playa en el paseo marítimo de Lloret de Mar, Carlos pone al día a una excompañera de lo que se encontró cuando volvió a trabajar como recepcionista al principio del ya acabado verano: jornadas más largas, tropas de becarios extranjeros que no cobran ni un euro... Hoy es uno de los muchos días que pasará en el paro ahora que la temporada turística llega a su fin en este municipio de menos 40.000 habitantes, donde los visitantes marcan el ritmo de la economía.
A sus 44 años, un contrato fijo discontinuo le garantiza al menos cuatro meses de empleo cada año. El mismo contrato que hasta 2010 le mantenía ocupado casi todo el tiempo. Durante el verano, Carlos se mantiene fuera de ese 12,2% en el que se sitúa la tasa de paro registral en Lloret. Pero en meses como marzo, no logra escapar del 24,26% al que se eleva.
Localidades costeras turísticas como Lloret están acostumbradas a que el paro se dispare cuando llega el frío y amaine con los días de sol. Muchos de sus habitantes dependen de contratos fijos dicontinuos con los que antes trabajaban entre ocho y 10 meses al año. El resto del tiempo, vivían de la prestación por desempleo.
Pero ahora, temporadas más cortas y menos contratación han hecho que los periodos de paro se vuelvan más largos y consuman las ayudas. Ya no todos los inviernos vienen acompañados de subvenciones, así que ahorrar en verano se vuelve fundamental. “La gente está resignada. Antes todos abrían en Semana Santa. Ahora hay hoteles que solo funcionan entre julio y septiembre”, afirma Eladio Alguacil, de la federación de Servicios de CC OO en Girona.
“Como no he trabajado ni seis meses, este año no podré pedir la ayuda [de 426 euros al mes]“, cuenta Carlos. “Tengo suerte porque gano 1.500. Ahora, en cambio, ya no cogen recepcionistas ni camareros sino ayudantes, que cobran menos. Aunque no sé a quién ayudan, porque hacen la faena completa y solos”, comenta.
La responsable de Servicios de UGT en Girona, María José Grau, recuerda que hace unos años se conseguía trabajo “en cualquier sitio” de Lloret: “Ahora, hay gente que no encuentra nada”. Como el gambiano Kawsu, que no ha tenido suerte en los últimos cinco veranos. “Antes era peón de construcción. Ahora busco algo de limpieza o de fregaplatos, pero ni siquiera me aceptan el currículum, así que recojo chatarra”, lamenta.
183 kilómetros al sur, en Salou, Robinson apura sus últimos días de camarero en el restaurante Goretti. Como muchos de los negocios del municipio, el local echará la persiana este mes y no la volverá a abrir hasta Semana Santa o cuando haya algún pico de actividad. “¿Buscar otro empleo? ¡Si Salou muere en invierno!”, asegura el joven de 28 años, que prefiere pasar lo que queda del año en República Dominicana con su familia hasta que la faena vuelva.
Como él, Fidel, dueño de un local de souvenirs frente a la playa, vivirá a partir de octubre de lo ahorrado durante los últimos meses. “Los empresarios no tenemos paro”, apunta, a diferencia de sus empleados, que compaginan el trabajo con la prestación y las ayudas. En Salou, la brecha invierno-verano es incluso más alta en términos de paro: 11,24% en septiembre y 26,46% en marzo.
“Y eso que la hostelería no ha caído con la crisis como otros sectores. Lo que pasa es que tiran de los fijos discontinuos ya contratados y cogen menos eventuales”, asegura Mercè Aro, de Servicios de CC OO en la zona. A esto se suma la caída de salarios, dice el secretario general de UGT en Tarragona, Jordi Salvador: “En Port Aventura, el sueldo mínimo era de 980 euros hasta que este año crearon una nueva categoría que paga 670. Y ellos son los que marcan el coste de la mano de obra en la demarcación”.
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