Los íberos, cada vez más hombres de mar
Excavado un segundo barco de esa cultura en el Cap de Creus
En la parte septentrional del Cap de Creus, algunas millas frente al litoral de El Port de la Selva (Alt Empordà), las aguas esconden los restos de una embarcación de apenas 10 metros de eslora de entre los años 40 y 30 del siglo I antes de Cristo que transportaba cien ánforas de vino procedente de la zona del Baix Llobregat en dirección a Narbona. Los expertos del Centro de Arqueología Subacuática de Catalunya (CASC), que han podido datar la embarcación gracias entre otras cosas a los objetos de la marinería, han determinado este septiembre que el Cala Cativa I es el segundo pecio estudiado en su totalidad, tras el de Cap de Vol, que tiene “un sistema constructivo propio de la costa ibérica”.
El Cala Cativa I fue descubierto hace 121 años por Romualdo Alfaras, un erudito vecino de El Port de la Selva y un precursor de la arqueología subacuática. A mediados del siglo XX hubo otro intento de descender hasta él pero la falta de financiación lo impidió.
No ha sido hasta este mes de septiembre cuando los arqueólogos del CASC han descendido hasta el fondo de arena a más de 30 metros de profundidad donde yacen los restos de este pecio. Han apartado los millares de fragmentos del centenar de ánforas que transportaba (de 22 litros de vino cada una) y han hallado apenas el fondo del barco. Eso si, siete metros del casco de madera, la quilla y las cuadernas, con la misma tradición constructiva propia en la costa ibérica que Cap de Vol. Este sistema, descubierto recientemente, responde “a una necesidad náutica del momento”. La costa catalana de aquella época no era como en la actualidad, había una serie importante de marismas y lagunas interiores y con un barco plano podían pasar de un estadio marítimo a uno lacunar.
El hecho de que sea más pequeño que Cap de Vol “también refuerza la idea de que estos barcos son de aquí, porque un barco tan pequeño no sería de otro lugar y vendría a comerciar a esta costa. Es la evolución perfecta que necesitábamos, al ser más pequeño y más antiguo defiende nuestra teoría”, asegura el director del Museo Arqueológico de Cataluña-CASC, Gustau Vivar, y su equipo. Los arqueólogos creen que la zona geográfica del astillero de origen de estos dos pecios se situaría en el Conventus Tarraconensis (la actual costa catalana y valenciana). Hacían la ruta entre el Baix Llobregat y Narbona durante 3 y 4 días, dependiendo de los vientos.
“La importancia del Cala Cativa I y de Cap del Vol radica en que será un antes y un después para entender la cultura ibérica relacionada con el mar”, asegura Vivar. Se trata, según él, “del primer momento, son los inicios de la producción de este vino que procede de la zona del Baix Llobregat, de Badalona (Baétulo) y Mataró (Iluro) y va hacia Narbona; es el principio del comercio de este vino”. Los especialistas consideran que a partir de ahora cada vez descubrirán más pecios con este sistema constructivo. "Es cuestión de probabilidad, por una parte porque eran los de construcción local, y por otra porqué entendemos mejor esta técnica”, atestigua el director del CASC.
La dificultad de esta campaña de septiembre en el Cala Cativa I, debido a la gran profundidad con la que tienen que trabajar los arqueólogos, con 20 minutos de descompresión por cada media hora de inmersión, se ha visto reducida por la colaboración con el departamento de Antropología de la University of Southern California. Gracias a esta colaboración, los arqueólogos de CASC están usando de forma pionera a nivel mundial varios Ipads adecuados con cajas estancas para poder trabajar en el fondo del mar. La universidad americana, de la que uno de sus profesores ha hecho el curso de arqueología con el CASC, ha aportado este material para poder dibujar a tiempo real las características del pecio. Aparte de la comodidad, esto les permite economizar tiempo. Se ahorran dibujar con lápiz en el fondo del mar y tener que pasar los datos al ordenador una vez en tierra.
Una productora audiovisual está llevando cabo un documental del Cala Cativa I y del Cap de Vol y del Museo de Badalona para demostrar que en el siglo I aC ya había en Cataluña una primera exportación importantísima.
Un pionero de la arqueología subacuática
Romualdo Alfaras era un erudito hijo de El Port de la Selva. Se le puede considerar, según el director del CASC, Gustau Vivar "un precursor de la actual arqueología subacuática". Con lo que sabían y con los medios de que disponían, hicieron seguramente una de las primeras actuaciones con cara y ojos de Europa; aunque en otros sitios también se hacía, "fue un pionero", mantiene Vivar. Tras recuperar unas sesenta ánforas del fondo del mar, en agosto de 1894 escribió un artículo relatándolo con todo lujo de detalles en el Boletín de la Asociación artístico-arqueológica barcelonesa.
Alfaras siguió un recuerdo de infancia de cómo un pescador de palangre del pueblo, tras comprobar que no contenía ningún tesoro, le regaló a su abuelo un ánfora que había quedado enganchada al anzuelo por el asa cerca de Punta Cativa, y se dejó llevar por algo más que curiosidad. Habló con buzos pescadores de coral y contrató a tres de ellos e invitó a la expedición a dos artistas amigos suyos que veraneaban en la localidad. Uno de ellos, Frederic Marés, financió parcialmente la expedición a cambio de quedarse parte de la pesca.
El 22 de agosto de 1894 salieron del puerto tres laúdes y durante dos días, con escafandras, cuerdas de esparto y cáñamo, estuvieron sacando ánforas de diferentes formas, en total 62 de las que unas 40 estaban casi en perfecto estado. Están expuestas en el Museo Arqueológico de Cataluña y en la Fundación Marés.
Tras el estudio de las ánforas, el 30 de agosto de 1894 escribió el artículo en el que explica el comercio de la época y describe toda la aventura de recuperación de las ánforas y como imagina que fue la “furiosa tempestad” que hizo desaparecer el barco en el fondo del mar. Su conocimiento y sus palabras demuestran que se trataba de “un letrado” cuya voluntad no era sacar sólo ánforas, sino “hacer historia marítima”, asegura Vivar. En 1895 quiso volver al barco, sin embargo desde Comandancia Marítima se enteraron del hallazgo y le dijeron que debían venderlas y repartirse el beneficio entre el descubridor y el propietario del terreno, el Estado. Él se negó a vender patrimonio, y olvidó para siempre aquel pecio. Para Vivar “lo más destacable del personaje es que no tiene un fin económico, ya está concienciado de que quiere hacer historia”.
Hace 121 años, cuando en Empúries ni siquiera habían empezado las excavaciones y la arqueología estaba en sus primeros estadios, Alfaras ya firmó su artículo como “Corresponsal de la Arqueología”.
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