El ‘folk rock’ del altiplano desembarca en el viejo continente
La banda Wara trae su propuesta musical a territorio europeo en una gira que los llevará por tres países. El recorrido inicia hoy en la sala Caracol
Wara es una palabra en la lengua aimara que significa “luz de estrella”. Un grupo de jóvenes de la ciudad de La Paz adoptaron el nombre de ese destello en 1972 para bautizar a su banda. Pensaron que llamarse así podía ser un símbolo que los guiara en su camino musical y de reivindicación cultural. Ninguno imaginó que 43 años después esa luz de su propuesta, que fusiona el rock con la música autóctona y folklórica del altiplano boliviano, iba a convertirse en un referente de culto para una región y a seguir iluminando los escenarios por donde pasaban.
La banda latinoamericana continúa su travesía, esta vez por Europa, en una gira que los llevará por cuatro países y seis ciudades. El recorrido inicia hoy, en la sala Caracol de Madrid, informó Carlos Daza, guitarrista y uno de los fundadores de Wara.
Eran tiempos de psicodelia y rock ‘n roll. Daza dice que las influencias de la banda en ese entonces eran grupos como Deep Purple, Uriah Heep y The Beatles, ya que tocaban sus canciones. Las composiciones del grupo empezaron a surgir y se convirtieron en su primer disco, El Inca. El guitarrista recuerda que el inusitado éxito del álbum debut fue porque le imprimieron un estilo propio de la realidad boliviana, en la que sus composiciones y sus líricas buscaban reivindicar las raíces indígenas de una gran mayoría de la población.
Aimara, canción incluida en Maya, 1975.
Los gobiernos de facto brotaban en la región y la censura cayó sobre Wara. Daza relata que los acusaban de mala influencia para la juventud y apología al consumo de drogas. La policía los detuvo y posteriormente obligaron a sus padres a suscribir un compromiso para que no toquen juntos, bajo pena de prisión. “Nos hostigaban. Teníamos una lírica revolucionaria con la gente humilde y el indio, eso a la dictadura no le gustaba, porque pensaban que era un mensaje subversivo”, agrega.
La banda volvió a juntarse en 1975. Del rock sinfónico que presentaron con El Inca evolucionaron a la fusión del rock y folklore con la música autóctona, pero mantuvieron su estilo, reflejo de una juventud marcada por figuras revolucionarias del continente latinoamericano. El cambio surgió por una tarea que les asignaron cuando eran alumnos del Conservatorio Nacional de Música de La Paz. “Nos dijeron que grandes músicos como Nikolái Rimski-Kórsakov e Ígor Stravinsky se habían inspirado en los cantos folklóricos de Rusia para hacer sus grandes obras y que nosotros también debíamos investigar la música tradicional autóctona de Bolivia”, cuenta Daza.
Con la ayuda de una grabadora registraron la música que escucharon en las fiestas tradicionales en las comunidades aledañas al Lago Titicaca. El guitarrista recuerda que los campesinos los miraban con desconfianza ya que, según explica, creían que los jóvenes estaban ahí para robar sus melodías. Tuvieron que explicar los verdaderos motivos de su visita y fueron aceptados por la comunidad.
Aprendieron a tocar instrumentos de viento de origen andino, tales como la quena, la zampoña y la tarka. Fue entonces que cayeron en cuenta de la similitud de las melodías altiplánicas y las del rock. “Ambas son melodías pentatónicas [el rock y la música andina], igual que sus armonías de cuartas y quintas, no eran acordes, sino intervalos”, añade Daza.
El “fenómeno Wara" se dio con Maya, su segundo disco, según explica Nicolás Suárez, tecladista y uno de los compositores de la banda desde 2006. “Se logró una buena simbiosis con la música autóctona. Fueron pioneros al incorporar la música autóctona al lenguaje urbano”, añade.
Desde entonces, 12 álbumes de estudio después, no se han alejado del rock, lo folklórico y lo autóctono. Continúan con los experimentos con los instrumentos vernaculares andinos y las posibilidades que ofrece la fusión de géneros, sentencia Daza.
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