La mayor pinacoteca del mundo y una casa okupa
Sin graves problemas de desigualdad social y con una baja tasa de inmigración, la zona necesita dotaciones públicas
“Por sus alamedas cruzan todos los vecinos de la Corte; paletos y damas, artesanos y estudiantes, ricos y pobres, desesperados y alegres, chicos y grandes. Ese paseo sui generis es el tradicional, el histórico paseo del Buen Retiro”. Con estas palabras describía Bécquer, en el siglo XIX, un recorrido por el parque madrileño que da nombre a uno de los distritos más tranquilos de la capital. “Pero con muchas posibilidades para hacer cosas en él”, dice Nacho Murgui (Madrid, 1973), edil al frente de Retiro.
Entre el cuidado barrio de Jerónimos —que el Ayuntamiento propuso declarar patrimonio mundial junto al parque y a los Museo del Prado, el Reina Sofía y el Thyssen— y el de Adelfas, colindando con Puente de Vallecas, se intercalan otros cuatro. En ellos se alternan historia, cultura, turistas y “un grave déficit de equipamientos”, apunta Murgui. “El distrito necesita un centro de salud, comisaría, escuelas infantiles y centros culturales”, dice el concejal, que forma parte del movimiento vecinal de la zona “de toda la vida”.
Una de las reivindicaciones clásicas de los habitantes de Retiro es la que defiende la Plataforma Cuarteles para el Barrio. Su nombre hace referencia a los antiguos cuarteles de Daoíz y Velarde, junto a la Junta de Distrito. Tras ocho años de obras, 12,8 millones de inversión y una cuidada intervención del arquitecto Rafael de La-Hoz, el espacio sigue cerrado al público. Sus paredes de ladrillo albergan dos teatros, multitud de salas y espacio, mucho espacio. “Poner esto en marcha es una de nuestras prioridades y podemos conseguirlo”, dice Murgui después de hacer una visita guiada por el enorme local.
Crear espacios para reuniones de colectivos es otra de las necesidades de la zona. Por eso Murgui decidió trasladar el enorme despacho que tenía asignado en la Junta a un espacio más pequeño con la finalidad de ceder la zona libre para reuniones de vecinos y asociaciones.
El efervescente movimiento asociativo de Retiro tiene como máximo exponente el Centro Social Seco, cuyo origen se remonta a 1990, cuando los vecinos comenzaron a organizarse para reclamar un centro cultural en la zona de Las Californias, en los límites del distrito con Vallecas. “Mi abuela nació aquí”, dice Murgui señalando un árbol junto al que estaba la casa de su familiar.
Esta zona, un pequeño pueblo formado por casitas bajas, se convirtió en un polvorín de degradación en los noventa, con uno de los mercados de droga de la capital. “Se terminó el derribo de las casas hace unos siete años, pero está lejos de ser una zona transitable”, lamenta Murgui. “Lleva parado bastante tiempo. Queremos terminar la plaza y acondicionar zonas verdes”.
Una antigua corrala, de finales del siglo XIX, recuerda lo que fue esta aldea dentro de la gran ciudad. Sobrevivió a la reorganización de la zona por estar declarada bien de interés cultural, y ahora es el Centro Cultural Luis Peidró —“no tiene nombre oficial sino que toma el de la calle en el que se ubica”, apunta Murgui—. Desde 2013, aquí se realizan las actividades del C. S. Seco. Tras varios años okupando diversos locales, el colectivo acabó instalado justamente en la zona donde durante tres décadas reclamó un espacio cultural. Un logro que fue posible gracias a la cesión del espacio por parte del Ayuntamiento de Madrid; Ana Botella (PP) era la alcaldesa.
Aunque los caminos, estatuas y fuentes de los jardines del Buen Retiro son conocidos internacionalmente, solo algunos paseantes se percatan de que sus veredas huelen a historia; el Siglo de Oro, la Guerra de la Independencia, la I República, la Guerra Civil o el franquismo dejaron su huella en este espacio. Actualmente alberga eventos como la Feria del Libro, maratones, carreras o incluso una especie de salón del automóvil. “Se trata de un bien de todos los madrileños y no hay que olvidar que su función principal es ambiental”, cuenta Murgui. “No queremos que el parque se convierta en un espacio para eventos por eso. Cuando nos pidan celebrar actividades en el Retiro vamos a pensar muy bien el encaje que tienen en el parque”, explica.
Sobre el cambio de horario y una posible apertura del recinto por la noche —en 2001 el entonces alcalde, Ruiz-Gallardón, aprobó cerrarlo todas las noches debido a problemas de seguridad— no se pronuncia: “No lo hemos pensado, la verdad”. Mientras tanto, pueblerinos y caballeros; tristes y felices; trabajadores y parados; solteros y casados surcan los caminos del parque y recorren tranquilamente uno de los distritos más bellos de la capital.
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