El 1714 canalla
Un recorrido nocturno organizado en el Born Centre Cultural visita alguno de los puntos calientes del juego, sexo y comercio de la Barcelona del siglo XVIII
Barcelona. Barrio del Born. Siglo XVIII. Ángela Pons, después de ser sometida a un juicio promovido por su marido, es llevada a la Casa de las Egipciacas, en lo que ahora es el antiguo Hospital de la Santa Creu y la Santa Pau donde termina encerrada. Se le acusó de ejercer la prostitución y se dictaminó su clausura; una reclusión que pretendía la rehabilitación “para que la mujer regrese a la disciplina doméstica”. A inicios del siglo XVIII, Barcelona latía al ritmo del Born. Las murallas que rodeaban la ciudad, una urbe de aproximadamente 38.000 habitantes, cobijaban una próspera metrópolis que transpiraba una intensa actividad comercial. Se practicaban los más diversos oficios: había fabricantes de cuerdas de instrumentos, carniceros, artilleros, taberneros, sastres. Sin embargo, no todo era trabajo. El ocio tenía una importancia fundamental. Y el juego y el sexo, también.
Barcelona. Barrio del Born. Siglo XXI. Un grupo de doce personas, casi todos barceloneses, recorren en una visita guiada el yacimiento del Born y escuchan atentamente los pormenores de la condena de la pobre Ángela Pons. Lo hacen mientras recorren los vestigios del barrio: calles empedradas desgastadas por surcos producidos por el paso de carruajes, fachadas de casas destruidas en cuyos pasajes de entrada constan esculpidos tableros de alquerc (un juego de mesa similar a las damas). Para el variopinto grupo —señoras jubiladas, parejas ocasionales, y estudiantes— conocer la ciudad a través de su pasado hedonista es una buena opción para una noche de verano.
Todos participan en el itinerario ¡Por la puerta de atrás! Juego, prostitución y negocio en la Barcelona de 1700, un programa de visitas nocturnas organizadas por el Born Centro Cultural durante los miércoles de julio y agosto; una actividad que muestra que en la dinámica Barcelona de inicios del siglo XVIII había también espacio para el juego, la prostitución, las apuestas y el alcohol.
“A inicios del siglo XVIII, en Barcelona había 110 días de fiestas, uno de cada tres días al año. Era una ciudad de fiestas y divertimentos. En las épocas de carnaval, con una máscara en la cara se podían hacer muchas cosas”, señala la guía del grupo Mireia Navarra. “El ocio arrojaba un buen beneficio. Los que regentaban los tabernas pagaban los beneficios diariamente a los propietarios de los inmuebles”, agrega.
El recorrido se desarrolla íntegramente en el interior del Born y recorre gran parte del yacimiento. En las ruinas, descubiertas en 2001, se pueden ver restos de lo que fueran los triquets, el espacio lúdico de la época, en donde se desarrollaban los juegos de dados, cartas, ruleta, ajedrez, pelota y argolla, una especie de criquet. Estos lugares —28 en total— estaban distribuidos en dos grandes áreas de la periferia de la ciudad de entonces; una junto a la parte baja de La Rambla y la otra alrededor de la calle de Escudellers. Uno de ellos, el de la Casa de la Leona, estaba reservado a la nobleza.
Pero uno de los juegos que más les gustaba a los barceloneses de entonces era tirarse piedras; las pedradas o batallas de piedras organizadas en las que competían dos bandos. Esta actividad era seguida con pasión y de forma masiva por los barceloneses pese a que la iglesia condenaba con la excomunión a los que las practicaban y se negó a enterrar a los que caían fulminados.
En la Barcelona de inicios del siglo XVIII no sólo el aguardiente (introducido por comerciantes ingleses y holandeses asentados en la ciudad), el tabaco, el chocolate y el vino eran ofertados. El cariño también. “La necesidad era el principal motivo de las mujeres viudas que ejercían la prostitución. Es difícil determinar cuántas la ejercían, pues en el 1700 no existió un registro oficial de prostíbulos, a diferencia de los siglos XIV y XV, en los que constaban documentados”, refiere sobre el asunto Navarra.
Y añade: “En Barcelona, al ser ciudad de servicios y comercio, se permitía la fiesta. No hubiera sido posible si se tratara de una ciudad manufacturera, como en ese momento lo eran Vic, Manresa y Mataró. Era una ciudad muy abierta. Cosmopolita y transgresora. Eso es algo que aún sorprende. Sin embargo, ello acabó con el absolutismo. Allí se prohibieron los carnavales, bajo pena de galeras”.
Tras una hora de recorrido, la visita finaliza en el restaurante El 300 del Born. Acompañado de un bocadillo de queso en forma de bomba y una cerveza, la actividad incluye una animada sesión de juegos de la época, como las llistas (una especie de Trivial cuyo ganador es el que determine el número de personas que aciertan la respuesta, más allá de la respuesta en sí misma) y el alquerc, para poner en práctica algo de lo que han aprendido durante el recorrido por la Barcelona de 1714 más canalla.
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