Cuando el bosque es un polvorín
Miles de árboles tumbados por el vendaval de diciembre en el Vallès siguen sin retirarse
El pasado 9 de diciembre un fuerte vendaval con rachas que superaron de largo los 100 km/h causó una caída masiva de árboles: 500.000 en el Vallès Occidental, según el consejo comarcal. Los municipios cifraron en 13 millones el importe necesario para hacer frente a la situación. Durante los días inmediatos al temporal se retiraron los árboles de calles, caminos y zonas habitadas. Pero ¿y la zona boscosa que casi nadie ve y por donde no pasa la gente? “Se han hecho actuaciones puntuales, pero la situación en los bosques es casi la misma que dejó el vendaval”, admite Roger Llinars, subjefe de guardia de la Región de Emergencia de la Metropolitana Norte. La combinación de miles de árboles caídos, altas temperaturas y sequía que se está dando estas últimas semanas, hace que los bosques sean, y así lo admiten los Bomberos, una auténtica “bomba de relojería”.
Los problemas que generan estos bosques tan sucios —con exceso de sotobosque y grandes árboles caídos— son varios. Primero, hay un exceso de combustible. “Los troncos tumbados se secan y arden muy rápido”, incide Llinars. Si se produce un incendio, sigue el experto, “la gran dificultad es acceder al fuego para extinguirlo, ya que avanzamos muy lentamente, abriéndonos camino con las motosierras”. Pero hay un riesgo mayor: un bosque en malas condiciones puede convertirse en una ratonera. “En caso de que el fuego se complique y tengamos que huir, los troncos nos complican la salida”, añade.
Para solventar esta situación, los bosques se deberían mantener relativamente limpios, una responsabilidad que recae en los propietarios. El 80% de las zonas forestales está en manos privadas, pero ya apenas se explotan porque no son rentables. El despoblamiento del campo y el abandono de masías, cultivos y rebaños ha hecho que la masa forestal catalana llegue actualmente al 60% de la superficie de Cataluña —dos millones de hectáreas, el doble que hace un siglo—. “Para hacer un buen mantenimiento del bosque hay que tener dinero y mucha conciencia, pero a veces hay otras prioridades”, lamenta Llinars. No obstante, Mur añade que últimamente se está intentando revertir esta situación intentando dar nuevo valor a los productos forestales, por ejemplo, a través del fomento de la biomasa como combustible, recuperando algunas zonas de cultivo o el uso de la madera en la construcción.
Los cuerpos que trabajan en el bosque saben que este es un verano complicado. De momento no se ha producido ningún gran incendio, pero sí algún conato en las zonas afectadas por el vendaval, como la zona de can Boada, de Terrassa, el pasado miércoles. Justo ese día y en ese lugar iban a lanzarse los fuegos artificiales de la Fiesta Mayor, que fueron suspendidos después de que se activase, por primera vez en la ciudad, el nivel 3, el máximo, del Plan Alfa de los Agentes Rurales, por el riesgo extremo de incendios.
Por ese motivo, las autoridades piden una máxima atención y responsabilidad a la ciudadanía, ya que solo el 10% de los incendios son causados por un fenómeno natural, los rayos. En el resto, apunta Antoni Mur, hay una intervención humana: el 45% son negligencias, el 15% son accidentes y el 25% son intencionados.
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