Cambó, clase magistral de sobornos
Los historiadores Pere Gabriel y Borja de Riquer llevan el republicanismo y la corrupción al aula el día de su jubilación
“Sorprende que lo dejaran por escrito”, le inquiere. “Lo encabezaban con un ‘Confidencial y personal’”, responde el otro, señalando una de las fotocopias. Son los catedráticos de Historia Pere Gabriel y Borja de Riquer. Nacidos en 1945, ambos con americana pero sin corbata, se estrenan como jubilados: acaban de impartir sus clases magistrales en un acto conjunto ayer ante unos 180 esforzados que han sorteado los laberínticos pasillos rompepiernas de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Gabriel está estupefacto ante la retahíla de prácticas corruptas, con los documentos inéditos que lo atestiguan, que el político catalán Francesc Cambó realizó, como fundador y uno de los principales directivos de la Compañía Hispano-Americana de Electricidad (CHADE), en España y, sobre todo, Argentina, donde la empresa tenía el monopolio de la electricidad de Buenos Aires y que su colega ha ido desgranado: compra de presidentes de gobierno, ministros, políticos y periodistas; infiltraciones en partidos, financiación de campañas contra nacionalizaciones...
Ante una mezcolanza de estudiantes de hoy, de las primeras promociones formadas bajo su égida y colegas de canosa prestancia (Pere Ysàs, Carme Molinero, José Luis Martín Ramos, Alberto Blecua, Francesc Vilanova...), arrancó Gabriel, profesor en esa casa desde 1975, tiempos de Ducados y cenicero en la mesa del aula, de los primeros en cuestionar visiones globalizadoras como las de Tuñón de Lara, “pero de manera muy moderada y educada”, se reía al recordarlo. Sentado junto a Riquer, brazos cruzados sobre la mesa, fiel a su didáctica cartesiana, fue rompiendo tópicos sobre el republicanismo español del XIX, “esas cosas de asonadas y abuelos”, trazando la imagen completa de los que fueron caldo de cultivo del ideal, más allá de la burguesía mercantil. Y ahí reivindicó “al pequeño oficial, al obrero de oficio, al tendero”, a ese mundo más cercano a las clases populares a las que ha dedicado su vida. Y la existencia ya, en 1842 o en 1854, de tensiones entre confederación y “federalización” y la vertebración de catalanismo y republicanismo.
Se quejaba Gabriel de lo que le costaba documentar personajes de la época, lo que contrastó con Riquer quien, él desde el atril, empezó a sacar fotocopias como un prestidigitador. Los tres años de investigación daban hasta para mostrar telegramas cifrados de la CHADE ¡con sus claves! e informes confidenciales. Así, sugerente y motivador como lo fue en los 45 cursos que ha impartido, detallaba el acuerdo de reparto de beneficios entre Cambó y otro gran directivo, el judío norteamericano Dannie Heineman, “un 1,25% cada uno, lo que reportaba a Cambó en los años veinte un millón de pesetas anuales: para comprar un edificio en el paseo de Gràcia”, ilustró.
Se le escapaba media sonrisa a Riquer por lo que iba a contar: en un ejercicio de 1924-1925 se admite que habían pagado por impuestos en España 48 millones de pesetas “habiendo correspondido 127 millones, ahorrando así 79 millones”, leía. En francés, había las “modificaciones de leyes conseguidas a petición de la CHADE”, listado en el que asomaba “Monsieur Prieto, líder socialista español”, recordó. Todo un “¡Toma!” sobresalió entre el murmullo jocoso de los asistentes, algunos, tomando ya notas en papel; unos cuantos más, en ordenador. Otro, impertérrito: lo filmaba con su móvil.
Como si fuera ya un episodio del impagable Reportajes de la Historia que hizo con su padre, Martí de Riquer, relató cómo al empezar la guerra civil vaciaron la empresa y la pasaron a Argentina (la CADE); unos meses después, para lograr la escandalosa renovación de la concesión de Buenos Aires, afloraba la compra de 17 regidores del Partido Radical, el soborno al expresidente Alvear y la infiltración en el Partido Socialista argentino y en el movimiento vecinal.
</CS><CS8.6>El catálogo era a cada entrega más descarado, a mayor goce del auditorio: Eduardo Aunós, embajador franquista en Bélgica, cuando la invasión alemana en 1940 sacó por valija diplomática la documentación de la empresa en ese país depositada. “Calculo que Cambó trasladó sus acciones por valor de 100 millones de euros”. Cuando en 1945 la firma iba a ser nacionalizada y los directivos llevados a juicio, en una semana la comisión quedó disuelta y los mil folios del informe, destruidos. Nunca se nacionalizó. “¿Saben quién lo paró? Juan Domingo Perón. ¿Qué había pasado? Que la CADE tenía un infiltrado en el peronismo, un espabilado catalán, José Miguel Figuerola, el López Rodó de Perón”, se relamía ya Riquer. Y la traca final: la jugada del banquero Juan March, viejo enemigo de Cambó que, aliado con el ministro franquista Juan Antonio Suanzes, se hizo con Barcelona Traction (suministradora eléctrica de la ciudad y propiedad del consorcio internacional dueño de la CHADE) y logró que se disolviera la misma CHADE.
Aplausos largos; corriillos de abrazos y despedidas... Aula magna de Psicología ya vacía tras dos auténticas clases magistrales, a su modo con temas candentes. En la sesión anterior, se había impartido la lección Qué contribuye a la felicidad. Aquellos alumnos deberían haberse quedado.
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