Niño, no te signifiques
Mientras discutimos sobre banderas, PP, CiU y los cooperadores necesarios de ERC nos están dejando sin nada público que defender. Y quien lucha contra ello, lo paga
Es lo que, en los tiempos difíciles, algunos padres decían a sus hijos. Un consejo prudente que, seguido a rajatabla, seguramente mantendría a la humanidad en la época de las cavernas. Hoy hemos pasado al extremo opuesto, y no solo nos significamos continuamente, sino que lo hacemos por tierra, mar y aire, es decir, por Twitter, Facebook e Instagram. Especial peligro tiene el tuiteo, no solo por su inmediatez, sino porque constreñir el pensamiento a 140 caracteres obliga al brochazo y, de hecho, imposibilita cualquier razonamiento complejo.
Marina Pibernat Vila, número cuatro en la lista de ICV-EUiA en Girona, se significó hace unos días con unos tuits en los que calificaba, entre otras lindezas, de “catalufa” a la “derechona” catalana. A continuación, Pibernat fue linchada en las redes y en los medios independentistas por catalanófoba, cuando, como se explica en un artículo que aparece en la web de la Generalitat (http://www.gencat.cat/llengua/noves/noves/hm08hivern/martinez1_3.htm), el término "catalufo" se utiliza, en su sentido estricto y original, para referirse despectivamente a los catalanistas (especialmente a los independentistas), no a los catalanes en su conjunto.
Pero este no es país para sutilezas, y ya se sabe que aquí la forma más fácil de liquidar políticamente a alguien es acusarlo de catalanofobia; o de botifler, lerrouxista, facha o antidemócrata, si no le seduce el crucero a Ítaca y tiene, encima, la desfachatez de decirlo. Pareciera que el de Marina Pibernat fuese el primer insulto que suelta un político catalán, cuando esto es jauja y lo suyo es de Kindergarten al lado de, por ejemplo, aquellas pegatinas de CiU que rezaban que “l'Espanya subsidiada viu a costa de la Catalunya productiva”. Si ahí no había xenofobia y leganordismo, que venga Marine Le Pen y lo vea. En ese caso no hubo ni dimisiones ni disculpas por el insulto a los catalanes que mantienen el vínculo sentimental, cultural, identitario o político, tanto da, con España. Puestos a insultar, Pibernat es una aficionada.
La guinda del pastel la han puesto los suyos al hacerle pagar un precio que no pagan políticos más relevantes por decir (¡y hacer!) cosas mucho más graves. En plena campaña electoral, nuestra izquierda sonámbula y acomplejada procedió a sacrificarla, no fuese que el soberanismo mediático la tildase de poco patriótica. A continuación, sus dirigentes corrieron a periódicos y emisoras de radio a cobrarse el elogio de quienes los descalifican a diario por su izquierdismo, olvidando que un axioma de la política de este país establece que, si eres de izquierdas y Pilar Rahola te felicita, alguna cosa estás haciendo mal.
Solo el PSUC Viu ha estado a la altura de las circunstancias: no hace falta compartir los tuits de Pibernat para aceptar que mucho más grave que lo que se haya escrito en ellos es el papel de triste muleta que ha desempeñado la dirección de su formación, EUiA, en todo lo relacionado con el procés, incluyendo su participación, sin respaldo alguno de las bases, en la elaboración de la “hoja de ruta” que firmaron CiU, ERC y las llamadas “entidades soberanistas”. Según declaró el convergente Josep Rull en RAC1, el representante de EUiA fue quien redactó el “esquema” de lo finalmente acordado. No consta si también lo enviaban a buscar los cafés, aunque parece lo más probable.
Mientras, en Gijón, unos cuantos activistas enfrentan posibles condenas de prisión por significarse contra el destrozo social que el gobierno del PP viene perpetrando sin desmayo. Uno de ellos, Jesús Montes, exconcejal de IU y ya jubilado, acusado por delitos de atentado y lesiones, arriesga tres años de cárcel por haberle dado un cabezazo a la porra de un guardia. Como él, en España hay cientos de sindicalistas encausados en aplicación de una legislación que se ha endurecido para perseguir la disidencia. El peligroso Montes tiene más probabilidades de dormir en la cárcel que Rato, Blesa, Millet o cualquiera de los Pujol.
La derecha tiene un plan y lo está ejecutando sin piedad. Mientras discutimos sobre qué bandera debe ondear en el futuro en los edificios públicos, PP, CiU y los cooperadores necesarios de ERC nos están dejando sin nada público que defender. Y quien se significa, lo paga. Así que ahí va un consejo para el próximo domingo: allá donde estén, voten lo que crean que mejor pueda garantizar que la derechona, española y catalana, sea desalojada de los ámbitos de poder que ocupa.
Francisco Morente es profesor de Historia Contemporánea en la UAB.
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