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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Energía: una de cal y otra de arena

Una empresa americana abre la posibilidad de ‘independizarse’ del sistema eléctrico

Hace unos días la empresa Tesla lanzaba su último producto, una batería doméstica capaz de acumular suficiente energía solar, eólica o eléctrica como para proporcionar un suministro estable a una familia. Así, esta empresa estadounidense conseguía levantar una considerable polvareda abriendo la puerta a la posibilidad de que quien quiera se independice del sistema eléctrico general, produciendo su propia electricidad y acumulándola para disfrutar de una provisión estable, incluso en los momentos de ausencia de sol, viento o suministro eléctrico.

La novedad del invento en realidad es limitada: las baterías de energía ya existen (las utilizamos todos en nuestros teléfonos móviles), pero Tesla ha conseguido reducir su precio de forma considerable (aunque siga estando fuera del alcance de la mayoría) y presentarlo al mundo con un diseño esmerado y agradable. El iPhone de las baterías de energía.

Pero la polvareda levantada es comprensible. En un mundo en el que parecemos haber reducido la innovación tecnológica a la producción de cacharritos más o menos útiles, de repente aparece algo que puede llegar a cambiar elementos importantes de nuestras sociedades, desde el papel que juegan las empresas eléctricas a la dependencia de los combustibles fósiles o la energía nuclear, pasando por generar nuevos paisajes de paneles solares y molinos eólicos.

Tesla es probablemente uno de los pocos gigantes tecnológicos que parece tener como objetivo solucionar retos sociales reales (la transición energética), en lugar de transitar el abarrotado camino de la innovación orientada a exprimir al consumidor con soluciones para problemas inexistentes o colarle la misma tecnología una y otra vez con diseños ligeramente diferentes. Los que os creíais felices disfrutando de vuestra reciente maternidad o paternidad ¿jamás os habíais planteado que es irresponsable no ponerle a la criatura un sensor de sus constantes vitales? ¡Suerte que alguien lo ha pensado por vosotros y os ha resuelto ese problema que no teníais! ¿Llevas años celebrando que desde que tienes teléfono móvil ya no tienes que llevar reloj? Espera que ahora la industria ha decidido maltratar tus retinas y ponerte el trabajo, la vida social y la hora en la muñeca. Si es cierto que la innovación es lo que ocurre cuando alguien consigue solucionar un problema, lo que ocupa las páginas de tecnología de muchos periódicos y lo que nos cuelan tiene poco que ver con la innovación y mucho con la mercadotecnia y el consumismo.

Así, en un escenario en el que la tecnología parece no aspirar ni a solucionar problemas del primer mundo (los de los otros mundos mejor lo dejamos para un capítulo aparte), Tesla nos permite hacer eso que genera la innovación verdadera: soñar.

Pero, ¿puede la solución que propone Tesla iniciar realmente la transición energética y asestar la puñalada definitiva al monopolio eléctrico? Parece que no. En primer lugar, por un motivo práctico: el planeta no tiene reservas suficientes de los materiales que componen las baterías para todos los hogares del mundo. El modelo Tesla no es escalable y no podrá convertirse en nada más que una opción individual para los que quieran sentirse en paz con la madre tierra y puedan desembolsar los 3.000 dólares que cuesta cada ejemplar. Fin de la discusión. En segundo lugar, porque para optar por una solución generalizada de este tipo, aunque fuera posible, antes tendríamos que debatir si es deseable que cada uno genere la energía que utiliza: ¿qué mecanismos de solidaridad y redistribución tenemos pensados para asegurar que el acceso al sol o al viento no se convierten en nuevos privilegios? Y si la solución al modelo actual pasa por el autoconsumo, ¿quién y cómo financiará las infraestructuras comunes que seguiremos necesitando?

Que la batería de Tesla abra este debate es un regalo necesario y urgente. Como también lo es la aparición de nuevas soluciones tecnológicas que vayan abriendo caminos hasta ahora impensables. Pero al final, como en gran parte del debate tecnológico actual, seguimos encerrados en una fantasía americana, pasando del consumismo inútil al individualismo autocomplaciente. Y todo sin salir del sector privado. El brillo de los nuevos cacharritos parece cegarnos hasta el punto de no abordar desde una perspectiva social y multidisciplinar cómo pueden interactuar los debates sobre el mundo que queremos con el desarrollo tecnológico, renunciando así a darle forma a la innovación y generando una dinámica en la que la tecnología va dándole forma a un futuro que no sabemos si deseamos. Y cuando lo sepamos, es posible que los hechos consumados se lleven por delante los consensos sociales.

Con la transición energética, como con todos los retos a los que se enfrentan nuestras sociedades, tenemos la posibilidad de unir el mejor conocimiento científico con la mejor innovación tecnológica para conseguir dar forma a las preguntas cuyas respuestas abrirán las puertas de futuro.

Gemma Galdon Clavell es doctora en Políticas Públicas.

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