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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La ciudad abierta, argumentos y evidencias

Se confunde el grado de apertura de una ciudad con la cantidad de empresas y fondos de inversión que quieren invertir en ella

Joan Subirats

En pleno debate sobre cómo encarar el futuro de las ciudades, uno de los temas centrales será su grado de internacionalización, su capacidad de formar parte de un mundo definitivamente global y diverso. Otro aspecto básico que caracteriza hoy a las ciudades abiertas es la capacidad de acceso a sus datos básicos. O dicho de otra manera, su nivel de transparencia, la usabilidad de la información por parte de distintos colectivos y personas. Barcelona es, desde hace años, una ciudad mucho más internacional, si atendemos a la cantidad de personas extranjeras que residen en ella, el número de visitantes que recibe y la gran cantidad de eventos internacionales que acoge cada año. Si antes esa característica se quiso convertir en reclamo (Barcelona: ciudad de ferias y congresos), hoy más bien parecería que la cuestión genera una cierta polémica. Por otro lado, el nivel de información disponible sobre la ciudad es notable, aunque seguramente podrían hacerse más cosas para facilitar la transparencia y la capacidad de rendir cuentas.

En Barcelona, desde el actual equipo de gobierno, parece existir la tentación de convertir la innegable realidad de una ciudad cada vez más internacional, en patrimonio propio, a pesar de su corta experiencia de gobierno. Desde Esquerra Republicana, han convertido el concepto en elemento central de su precampaña en la ciudad. Parecería que hay otros que quieren cerrar la ciudad, que pretenden situarla en la introspección y la autarquía.

Lo cierto es que si alguien tiene esa intención es que no ha entendido nada de lo que está ocurriendo. No hay ciudad alguna que pueda hoy evitar las dinámicas de la globalización y del cambio tecnológico, que es la otra gran variable que lo modifica todo. Lo que está en juego es más bien si existe un proyecto político capaz de encarar, encuadrar y dar sentido estratégico propio a esas condiciones estructurales. De lo que se trata es de politizar lo que algunos consideran simplemente como algo naturalizado que ha de tomarse como un mero dato del escenario. Yendo más allá de una mera perspectiva modernizadora, aséptica y unidimensional de la internacionalización de las ciudades. Y ello quiere decir, una vez más, buscar equilibrios en el balance entre perdedores y ganadores en cada uno de los parámetros.

Hay un malentendido básico que consiste en confundir internacionalización de la ciudad y grado de apertura de la misma con la cantidad de empresas, firmas comerciales y fondos de inversión que quieren invertir en ella. No es que ello sea irrelevante o accesorio, pero no es la única característica significativa. Existen elementos básicos, vinculados a aspectos sociales, culturales, creativos y educativos que conforman el humus imprescindible en que la innovación se genera y se sustenta, y para ello la cohesión social y la apertura de espacios y oportunidades son determinantes. La aceptación de todo tipo de diversidad, de distintas concepciones del convivir es asimismo clave. No sé hasta qué punto se puede hablar de “ciudad abierta” y mantenerse impávidos ante la existencia de un Centro de Internamiento de Extranjeros en la propia ciudad.

No acostumbra a haber indicadores sobre la composición y origen social de los estudiantes de cada universidad

Las universidades son, por ejemplo, un elemento a considerar en esta ecuación. Pero, una vez más, convendría recordar que una universidad abierta no es solo una universidad con muchos estudiantes extranjeros que pagan precios de matrícula superiores a los locales. Una determinante básica del grado de apertura de una universidad pública, sufragada por fondos procedentes del conjunto de la sociedad, es la capacidad de mantener abiertas sus puertas a todo tipo de estudiantes, manteniendo la capacidad de ascensor social que siempre ha tenido la educación. No acostumbra a haber indicadores sobre la composición y origen social de los estudiantes de cada universidad, cuando este es hoy un elemento que cada vez más se sitúa de manera destacada en los indicadores de las universidades públicas en todo el mundo, como signo de su capacidad de mantener su carácter de servicio abierto.

Necesitamos asimismo más apertura en los datos de la ciudad y del funcionamiento de los ayuntamientos. En algunas ciudades del mundo se ha avanzado mucho en el tema. Más cerca, en Gavà, se puede acceder en tiempo real a los detalles de cada factura que paga el Ayuntamiento, y la información se da en un formato que permite trabajar con los datos. No puede ser que la información exista pero que la facilidad para encontrarla esté solo en manos de muy pocos. Se avanza mucho en la facilidad para que cada quien pague sus multas e impuestos, pero muy poco en facilitar que se pueda recurrir online a las sanciones. Hemos de ir más allá de la transparencia como obligación legal, para convertirla en instrumento y palanca de democratización e innovación del gobierno y de la gestión de la ciudad. No creo que haya nadie que quiera cerrar la ciudad. Lo que hay que discutir es qué quiere decir mantenerla abierta.

Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la UAB

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