Los apoyos imprescindibles
En su reciente acuerdo, CiU y ERC se equivocan de estrategia: la UE no apoyaría el hecho consumado de una declaración unilateral
Los esfuerzos del reciente viaje del presidente, Artur Mas, a Estados Unidos, y el envío de explicaciones a docenas de Embajadas extranjeras, me hacen reflexionar sobre las perspectivas del proceso institucional en el que estamos inmersos. Es difícil dejar de lado los aspectos emocionales, para concentrase en los más racionales o pragmáticos. Fiel a mis buenas intenciones, aunque con un cierto cansancio, voy a intentarlo una vez más.
1. Pasión. Los elementos de carácter emocional pesan mucho en el momento actual; tanto los de tipo activo como los reactivos. Los primeros son sobre todo el sentimiento de nuestra identidad nacional, y la voluntad de defensa de nuestra identidad cultural y lingüística. Y, tal vez aún con mayor fuerza, los segundos: la reacción frente a la cerrazón del Gobierno español ante estos sentimientos, y sus crecientes ataques a estas identidades. Se dice a menudo, con razón, que está creando más independentismo Rajoy que Mas… Lo he constatado en los círculos en los que me muevo, aunque en ellos encuentro también sentimientos de solidaridad con el resto de ciudadanos españoles.
2. Razón. Una mirada objetiva me indica que la situación actual de Cataluña en el Estado se ha ido haciendo más incómoda, una vez traicionados por el segundo Gobierno de Aznar los acuerdos de la Transición, y sepultados definitivamente por el Tribunal Constitucional. Incomodidad en aspectos financieros, y en otros de carácter cultural y lingüístico. Incomodidad creciente porque se une a un sentimiento de impotencia, ante la sensación de falta de medios para mejorar nuestro futuro económico y, sobre todo, su aspecto social. Por ello comparto plenamente la necesidad de un replanteamiento radical, para encontrar nuevas situaciones. No descarto en absoluto la independencia, aunque la razón me diga que está llena de dificultades, y que tiene aspectos que van en dirección contraria a la evolución de la historia. No la descarto, pero tampoco acepto despreciar otras alternativas, que seguramente podrían tener más apoyos.
3. Apoyos. El Gobierno catalán tiene pocas armas para salir victorioso, por sí solo, de un enfrentamiento con el Estado. Para vencer las dificultades y la esperable oposición, precisa contar con dos tipos de apoyos: una fuerte cohesión interna en Cataluña, enfocada hacia un objetivo muy mayoritario y claras complicidades exteriores, sobre todo por parte de los países de la UE. Este segundo apoyo está absolutamente condicionado al primero, ya que la demostración de unidad de un pueblo merece mucha atención, y puede mover muchas resistencias; la fractura, en cambio, la debilita.
4. Estrategia. Si mi razonamiento fuera correcto, la estrategia debería obedecer más a reflexiones racionales y menos a prisas y a emociones. Debería dibujarse en tres fases. Primera: conseguir, a través de un pronunciamiento democrático indiscutible, un amplio consenso interno respecto a la voluntad de exigir la negociación de un cambio en la relación con España. Segunda: proceder a la negociación, con una propuesta inicial ambiciosa, pero sin olvidar que en toda negociación el resultado no se identifica nunca con ninguna de las propuestas iniciales. Y tercera: someter el resultado al refrendo del pueblo catalán, y asegurar la aceptación por parte de la UE.
5. ‘Hoja de ruta’. El Gobierno español, equivocadamente, ha cerrado todas las puertas que hubieran permitido la consulta democrática, aunque es cierto que el Gobierno catalán tampoco fue muy hábil en la formulación de la pregunta. Con esta rotunda oposición, es muy comprensible utilizar unas elecciones para conocer la voluntad de la población. Pero, ¿la voluntad sobre qué objetivo? Centrar el carácter plebiscitario de las mismas en la independencia y no en una exigencia más amplia de cambio radical es dar un salto innecesario. Da la sensación que lo que se busca no es un consenso más amplio sino más bien una fractura. No sé cuál será el resultado de las elecciones, pero por las perspectivas que se contemplan, temo que pueda crear ambigüedad en el apoyo interno y dificultar los apoyos externos necesarios.
Un resultado negativo o una situación de poca claridad sería considerado un éxito por parte del Gobierno español, y permitiría un desentendimiento del problema por parte de la UE. Un resultado amplio en favor de un cambio menos concreto (resultado que sería muchísimo más claro que a favor de la independencia) seguramente propiciaría la intervención de la UE para forzar al Gobierno español a la negociación. Seamos realistas: creo que la UE, desde la democracia y desde sus tradicionales posiciones pragmáticas, estaría a favor de Cataluña por su deseo de evitar enfrentamientos perturbadores. Pero me temo que no lo estaría para apoyar hechos consumados unilaterales por ninguna parte.
Como ya he dicho, personalmente me siento en buena parte solidario con la iniciativa global del proceso, pero creo que el reciente pre-acuerdo CDC-ERC equivoca la estrategia. Quemar etapas, dar saltos legalmente equívocos, fijar plazos y anunciar declaraciones unilaterales está en contra del intento de obtener los dos apoyos imprescindibles. Más bien los puede reducir y dejarnos frustrados.
Joan Majó es ingeniero y exministro
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