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19º FESTIVAL DE JEREZ

Los placeres olvidados

La Compañía de Antonio Gades devuelve el sabor de la danza española

Un momento del espectáculo Fuego, en Jerez.
Un momento del espectáculo Fuego, en Jerez. javier fergo

Fuego. Compañía de Antonio Gades. Candela: Esmeralda Manzanas. Carmelo: Jacob Guerrero. Espectro: Miguel Ángel Rojas. Hechicera: Ángela Núñez ‘La Bronce’. Cuerpo de baile: María José López, María Nadal, Mayte Chico, Silvia Vidal, Ana del Rey, Virginia Guiñales, Luisa Serrano, Carolina Pozuelo, Raquel Ortega, Miguel Lara, Jairo Rodríguez, Elías Morales, Pepe Vento, Álvaro Madrid, Dani Torres, Antonio Ortega. Cante: La Bronce, Juañares, Enrique Pantoja, Manuel Palacín y Gabriel Cortés. Guitarristas: Antonio Solera y Camarón de Pitita. Coreografía y escenografía: Antonio Gades y Carlos Saura. Música: El Amor Brujo de Galla, grabación de la Orquesta Nacional de España dirigida por Luis Cobos. Canciones interpretadas por Rocío Jurado. Decorado y vestuario: Gerardo Vera. Dirección artística: Stella Arauzo.

Teatro Villamarta, 28 de febrero de 2015.

El Festival de Jerez, desde su mismo nacimiento, ha realizado una apuesta seria en sus programaciones por la danza clásica española, un género que correría un riesgo cierto de desaparición si no fuera por algunos jóvenes que lo renuevan con respeto o por casos como los de esta Compañía, privada para mayor mérito, que, con el legado del gran Antonio Gades como estandarte, retroalimenta el género de una forma brillante, como ya no estamos acostumbrados a ver. Las compañías no ya grandes, incluso medianas, y los montajes con coreografías corales escasean de forma alarmante. Solo quedarían las públicas, y no todas cultivan el género.

En este contexto es admirable y muy de agradecer el empeño de la Fundación y Compañía de Antonio Gades de, como dice su directora Eugenia Eiriz, “poner en pie” esta versión de El Amor Brujo de Manuel de Falla que hicieron Carlos Saura y el bailarín. La producción había sido estrenada en 1989, pero no había sido vista en nuestro país hasta el pasado año, coincidiendo con el décimo aniversario del fallecimiento de Antonio. Con Fuego se recuperan placeres olvidados. El del vestuario cuidado y la iluminación exacta, el de una historia narrada de forma inteligible y, sobre todo, el del gozo de unas coreografías corales de gran hermosura y plasticidad. Cerca de treinta personas en escena haciendo fácil lo complejo y moviéndose solidariamente y de la misma forma solistas, cuerpo de baile, cantaores o guitarristas, que aquí interpretan todos.

Los pasajes elegidos de la obra de Manuel de Falla marcan la tensión de una obra que se distiende con el flamenco y, sobre todo, con la música popular, elemento tan del gusto de Gades. Las canciones interpretadas por Rocío Jurado constituyen una suerte de apoyo argumental que guía e ilustra la historia que cuenta el baile, verdadero vehículo expresivo. Las coreografías corales, algunas de especial brillantez, como la de la Danza del fuego fatuo, se alternan con el paso a dos de los solistas y la siempre inquietante aparición del Espectro. Con las primeras tiene la voz el grupo, el pueblo, con sus fiestas y celebraciones (La Navidad, El Rocío...), con los segundos se expresan sentimientos humanos y universales: la inocencia, la ternura, el amor, el miedo, la duda...

En esa función, los señalados solistas (Esperanza Manzanas, Jacobo Guerrero, Miguel Ángel Rojas) resultan idóneos para sus papeles protagonistas, aunque merezca mención aparte Ángela Núñez La bronce, en el papel de La Hechicera, por su baile o por su cante, y sobre todo, por el sabor y las esencias que emanan de un arte que es connatural en ella. Dentro del grupo, la presencia de artistas veteranos añaden un plus de veracidad a la historia y otro poco más de sabor con artistas como Juañares o Enrique Pantoja, históricos del arte.

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