Esquerra se la juega
La formación del bloque independentista cambia la perspectiva en la batalla para la alcaldía de Barcelona
Cómo escribir sobre otra cosa la semana después de que la Fiscalía Anticorrupción explicara con todo detalle el funcionamiento mafioso del aparato central del PP de Mariano Rajoy, con beneficios particulares para algunos responsables y para el propio partido? Es un escándalo mayúsculo, de aquellos que con independencia de la calificación penal que merezcan muestran una inaceptable inmoralidad política. Y unos cuantos de sus protagonistas, comenzando por el presidente del partido, siguen ahí como si no tuvieran nada que ver. Como si la corrupción fuera algo de los demás. ¿Recuerda alguien la feroz campaña desatada hace 20 años por el PP contra el Gobierno de Felipe González con el eslogan Paro, despilfarro y corrupción por una situación menos grave que la actual? Tanto cinismo tiene que tener un castigo.
¿Cómo hablar de otra cosa después de que el documental Ciutat morta mostrara con tanta crudeza como sensibilidad un drama en el que la Guardia Urbana de Barcelona, la Administración de Justicia y la alcaldía de Barcelona tienen que pedir perdón y reparar, en la medida de lo posible, el daño sufrido por las víctimas? El documental interpela a la sociedad catalana de una forma que exige respuesta. De la Guardia Urbana, la Justicia y el Consistorio municipal barcelonés.
La lista de asuntos de enorme envergadura que tratar de analizar y comprender puede seguir. Intermón Oxfam informa de que en 2016 el 1% de la población mundial acumulará en 2016 el 50% de la riqueza. La desigualdad no cesa de crecer, tanto a escala global como local, y la diaria continuidad de los desahucios de las familias que no pueden pagar las hipotecas de la burbuja inmobiliaria nos recuerdan la implacable hegemonía de los poderes financieros.
Es la sociedad mediática: un fluir continuo que impide fijar la atención, que tiende a banalizar incluso el horror. Estamos a una semana del atroz atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo, mientras continúan las sangrientas guerras de Siria y Ucrania, mientras Boko Haram sigue aterrorizando el norte de Nigeria. Y estamos a cinco días de unas elecciones en Grecia que pueden impulsar un cambio en todo el sur de Europa.
Mientras, la política doméstica catalana sigue anclada en el debate independentista, el ir y venir de las dos fuerzas que forman la mayoría de gobierno en el Parlamento catalán, la Convergència i Unió (CiU) de Artur Mas y la Esquerra Republicana (ERC) de Oriol Junqueras, en busca de la fórmula que les permita salir del callejón sin salida en que está metida desde que el Tribunal Constitucional cerró la vía estatutaria.
ERC lleva dos años sosteniendo al Gobierno de CiU y la continuidad de las políticas antisociales que este pactó con el PP de Alicia Sánchez Camacho en la anterior legislatura
Esquerra lleva dos años sosteniendo al Gobierno de CiU y la continuidad de las políticas antisociales que este pactó con el PP de Alicia Sánchez Camacho en la anterior legislatura. A pesar de ello, Junqueras sigue considerándose jefe de la oposición. Parece un caso de prestidigitación. La semana pasada, Mas y Junqueras acordaron adelantar un año las próximas elecciones al Parlament y anunciaron que concurrirán a ellas con un programa conjunto para la creación de un Estado catalán independiente. Pero este acuerdo abre un montón de interrogantes. ¿Cómo puede ir a unas elecciones con un programa para la independencia un partido como Unió Democràtica, que no es independentista? ¿Estamos ante el fin de la federación de CiU, la misma que ha hegemonizado la casi totalidad del periodo de autonomía iniciado en 1980? ¿En qué quedaría Unió sin Convergència? Y la misma Convergència, en qué quedaría sin Unió y con la refundación anunciada tras el estallido del escándalo fiscal de su fundador, Jordi Pujol?
Otro de los interrogantes que se abren es cómo puede el candidato de ERC a la alcaldía de Barcelona, Alfred Bosch, presentarse como alternativa de izquierdas a CiU en el Ayuntamiento de Barcelona al mismo tiempo que su partido le aprueba a Mas los Presupuestos de la Generalitat para 2015, incluida toda la política de recortes sociales.
Bosch ya ha saltado asegurando que no, que él no tiene nada que ver con eso. ¿Quién puede creerle? ¿Va a ser el pacto Mas-Junqueras la salvación del alcalde Xavier Trias? O ¿puede ser Trias el sostén de Bosch? Semanas atrás parecía que la izquierda podía ganar la alcaldía de Barcelona en las elecciones municipales del mes de mayo. Era sensato pensar que la suma del Guanyem de Ada Colau, de ERC y el PSC podía soñar en formar una mayoría de gobierno en Barcelona. Pero el pacto Mas-Junqueras incluye contar, si se puede, con el apoyo de un ayuntamiento tan significativo y potente como el de la capital catalana y eso coloca a Esquerra junto a Trias en el Ayuntamiento de Barcelona. Se puede especular acerca de lo que sucederá en las elecciones del 27 de septiembre al Parlamento catalán. Pero antes se votarán concejales.
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