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Trabajo contra el estigma

Más de 10.000 discapacitados catalanes buscan empleo pese a los prejuicios y el escaso compromiso empresarial

Bárbara Ambrós y José Luis Pico, trabajadores del zoo.
Bárbara Ambrós y José Luis Pico, trabajadores del zoo.Carles Ribas

José Luis Pico no podía asumir el dictamen del tribunal laboral que sentenció que no era apto para trabajar. Un accidente de moto había limitado la movilidad de su brazo derecho y se había acabado la posibilidad de continuar haciendo tareas de mantenimiento. “Tenía 44 años. Estaba convencido de que no me iban a dar ninguna minusvalía, así que cuando me lo dijeron me dio el bajón”, explica este hombre campechano, empleado del Zoo de Barcelona desde hace siete años, cuando logró “cambiar el chip” y pasar página. En julio dio un nuevo paso en su carrera profesional al convertirse en el coordinador de una quincena de trabajadores de Grupo Sifu que prestan servicio en el recinto.

Pico representa a ese medio millón de catalanes que tiene alguna discapacidad reconocida. Pero su caso es especial. Ha logrado superar el paro que afecta al colectivo y, sobre todo, conseguir un empleo con mayor responsabilidad, que es un paso más en la ruptura de los prejuicios que en la mayoría de los casos impiden su inserción laboral y social. En Cataluña hay poco más de 10.000 discapacitados en el paro, según las cifras oficiales, pero ese es un dato poco clarificador de la situación del colectivo. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de actividad es apenas del 37%, lo que quiere decir que el 67% ni tiene trabajo ni lo está buscando. Y otro dato: siete de cada diez contratos los firman centros especiales de empleo.

De ahí que el paso de Pico tenga más importancia. Es una empresa en la que se mezclan trabajadores de todo tipo, con gran proyección social y de él dependen desde el control de acceso de los vehículos que llegan al zoo hasta la gestión de colas del zoológico, además de supervisar el trabajo de su equipo. “Podría asumir más responsabilidad”, explica este hombre, que se reivindica como fundador de un club de fútbol sala en su barrio del Turó de la Peira creado para sacar a los niños de la calle. “El respaldo que he tenido de la gente de mi entorno ha sido definitivo para salir adelante”, sostiene.

Un informe elaborado por CapGemini y la Fundación Adecco sostiene que la baja participación en el empleo de personas con discapacidad tiene diferentes componentes. Los prejuicios o la falta de compromiso de las empresas juega en contra de esa incorporación laboral en un 93% de los casos. Pero también la sobreprotección familiar (según un 50% de los encuestados) e incluso la propia falta de autoestima del afectados, según un 58% de las personas consultadas.

Como José Luis, Bárbara Ambrós parece no tener ninguno de esos problemas y añade a su currículum formación: es licenciada en Biología, tiene un máster en gestión y conservación de la biodiversidad y habla inglés y portugués. No tiene contacto con animales pero ahora, después de trabajar en el pequeño comercio, trabaja también para el zoo de la mano de Sifu, empresa especializada en la inserción laboral de personas con discapacidad. Deja claro que su pierna nunca ha sido un problema para ello, pese a que a los 17 años, por culpa de un sarcoma, le tuvieron que extirpar parte del glúteo derecho y un 30% del nervio ciático, que le ha dejado una leve cojera. “Nunca me he sentido menospreciada por mi pierna”, asegura.

Su trabajo se basa en el control de las puertas de acceso al zoo y en dar información al público y quiere más. Sobre todo trabajar en su especialidad, para lo que se plantea marcharse de España, donde haya más posibilidades para un biólogo. “Me iría a cualquier país en el que me ofrecieran trabajo”, afirma después de explicar que ya se pasó nueve meses viviendo en Brasil y viajando por Latinoamérica.

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