El empobrecimiento de Ferrol dispara la asistencia social
“Se dejan en manos de voluntarios tareas básicas del Estado”, denuncia una ONG
Llenaron un hueco en blanco para darles un espacio a los que no tienen techo. Les proporcionaron un lugar donde reunirse, convivir y aprender en las horas muertas alejados de cajeros y soportales donde antes pasaban en solitario muchas horas muertas. Al margen de subvenciones públicas, alejada de la beneficencia tradicional y lejos de órbitas políticas o religiosas, Arraigo se ha abierto su propio hueco como punto de apoyo para docenas de personas sin hogar de la comarca ferrolana.
Esta entidad, que echó a andar en 2012, se nutre de donativos particulares y trabajo voluntario de una docena de vecinos de 25 a 60 años, entre ellos David, que es el más joven. “Ojalá no tuviéramos que existir, ni nosotros ni ninguna, apunta, porque se han dejado en manos del voluntariado cosas tan básicas como comer, que corresponden al Estado”. Arraigo ha probado que la solidaridad tenía aún muchos frentes y carencias por cubrir en una comarca cruelmente castigada por el desempleo —por encima del 30%— y donde la demanda de ayuda y alimentos no ha hecho más que crecer en el último lustro hasta desbordar las capacidades y aportes de las entidades abanderadas en la asistencia social.
En este diagnóstico coinciden Cáritas, la Cocina Económica, Lazos Comité antisida o el Banco de Alimentos Rías Altas, que a finales de noviembre abrió un almacén a medio camino entre Ferrol y Narón para nutrir a las 26 asociaciones que antes se tenían que desplazar hasta A Coruña para aprovisionarse. El Gobierno ferrolano empujó su apertura con 20.000 euros y una campaña solidaria de dos días por los supermercados de la zona logró reunir 40 toneladas de comida. Todas estas entidades, en mayor o menor medida y con más o menos aportes de fondos públicos, se las han tenido que ingeniar para hacer malabares y estirar los fondos con eventos solidarios, mercadillos de segunda mano o lanzando mensajes de socorro por las redes sociales para pedir jabón, galletas, leche o compresas.
De enero a octubre del 2014, Cáritas Diocesana Mondoñedo-Ferrol asistió a 365 personas y 57 fueron nuevos usuarios en el programa Dentro-fuera, para dar cobijo y ayuda. Aunque bajaron en número, aumentaron en necesidad, explican. Del total, 132 estaban en situación de emergencia social y 227 pedían ayuda sociosanitaria. El perfil del usuario, destaca Cáritas en su balance anual, es el de un varón de unos 52 años, soltero o separado, con estudios primarios y casi siempre en paro (81%). Una educadora y 35 voluntarios manejan los 89.500 euros de su presupuesto sumando los aportes que les llegan de la Xunta, la Diputación coruñesa, el Ayuntamiento de Ferrol y fondos propios.
Este dinero se tradujo en 29.640 desayunos (80 diarios), 2.820 servicios de ducha y 1.280 atenciones de ropero, y en el soporte de 138 personas que no tenían a donde ir: 21 salían del hospital, 67 pernoctaron en una pensión y 16 en pisos compartidos. Estos fondos cubren los gastos de cuatro viviendas de emergencia social —dos alquiladas y dos cedidas por el Obispado— donde alojaron a 18 personas (10 menores) y lo que llaman “pisos en tránsito para la vida autónoma” en los que han acogido de forma temporal a nueve hombres, cuatro mujeres y tres niños de 2 a 3 años. En 2013, Cáritas batió récord de asistencia por encima de los 3.000 usuarios. Este año no van desencaminados y por sus oficinas en Ferrol han pasado docenas de inmigrantes desorientados que desconocen los trámites para pedir asistencia sanitaria y personas que buscan solicitar la Risga. De las 29 solicitudes que presentaron, lograron 14, les denegaron cinco y esperan respuesta por otras 10, dicen.
En Lazos, con cuatro trabajadores y 1.500 usuarios, la mayoría seropositivos, han pasado un año tan difícil que prácticamente se dieron por cerrados en verano con la cuenta del banco en números rojos por la demora en el ingreso de las subvenciones. Medio centenar de usuarios pasan a diario por su local en la calle Doctor Fleming de Ferrol, donde ofrecen algo que desayunar, pruebas rápidas de VIH y consuelo. Se ocupan de los triplemente marginados —drogadictos, trabajadoras del sexo o personas sin papeles— que a las penurias de su enfermedad suman adicción y pobreza. Casi todos acuden habitualmente a la Cocina Económica de Ferrol, abierta desde 1891. A falta de cerrar la de este año, la memoria del 2013 apunta a la “plena ocupación” y un incremento del 20% en las raciones servidas el pasado año (28.031 platos), en un tirón ascendente desde 2008. Pasaron de ofrecer un menú al mediodía a reforzar su oferta con cenas para poder alimentar a todos los que lo pedían.
“En Ferrolterra hay gente pasando hambre”, acostumbra a decir en voz alta Yolanda Díaz, viceportavoz de AGE y coordinadora de IU en Galicia. Lo mismo dice la CIG, que puso en marcha su propio banco de alimentos para atender a sus afiliados desasistidos. Reparten dos veces al mes paquetes de alimentos entre 34 familias de Ferrol y otras 25 en As Pontes, explica uno de sus responsables. En Arraigo se plantearon otro modo de ayudar. Salieron a la calle por las noches para llevar bebida caliente a las personas que dormían a la intemperie, recolectaron mantas y sacos de dormir y acabaron acondicionando un local (rúa Sol, 154) como punto de reunión —entre el parchís e internet— donde realizan meriendas y talleres para reforzar la autoestima de personas vulnerables y, normalmente, devastadas por una vida sumando pérdidas.
Atienden a unas 70 personas cada semana y los domingos, cuando los demás cierran, ellos les dan el almuerzo. Son hombres de 35 a 50 años que viven en la calle, o mujeres con pensiones ajustadas de unos 55, explica David, voluntario de la entidad. “Es como un local social donde se hacen compañía”, explica. Una voluntaria les corta el pelo y los tiñe. Unos hablan, otros no, pero cuando la entidad organiza un evento, ellos responden y participan. En apenas dos años de vida, ya han cosechado el Premio Solidario 2014 de Ferrol, que les supone una inyección de 5.000 euros, y el aplauso de toda la ciudad a un trabajo callado en la periferia de la Administración.
Una comarca empobrecida y despoblada como ninguna
Ferrolterra se ha empobrecido, se ha despoblado y ha envejecido durante esta crisis como ninguna otra comarca gallega. Ha cerrado docenas de empresas, pequeños negocios de barrio y comercios emblemáticos de la zona centro. La estampa que se lleva cualquier visitante que recorra las calles de A Magdalena, epicentro de la ciudad naval, es la de un damero en blanco y negro donde por cada local abierto se encuentra -por lo menos- otro cerrado a dos pasos. Lo mismo ocurre con los edificios habitados, o rehabilitados que se intercalan con auténticas ruinas o amenazas de serlo, algunos catalogados como históricos y olvidados por sus propietarios pese al empeño que ha puesto el Gobierno local en exigirles que se hagan cargo y rebajando los impuestos para obras de conservación.
En cifras globales, no hay otra zona en Galicia que presente un balance tan negativo. La ría, cuya economía pivota siempre y casi exclusivamente en torno a unos astilleros públicos con más plantilla que carga a falta nuevos contratos, carga con la tasa de desempleo más alta de Galicia por encima del 30%. Con el último dato de noviembre, en Ferrol, la cabecera comarcal, se cuentan 7.462 personas en paro sobre una población total de 71.232, de las que 44.902 están en edad de trabajar, entre 16 y 64 años. El saldo vegetativo es otro síntoma en negativo (-435), es decir, hay más muertes que nuevas vidas y el censo de empresas del Instituto Galego de Estadística (IGE) en 2013, era de 3.985. Pontevedra, por ejemplo, que no es mucho mayor en tamaño o habitantes, pasa de 6.500. En el conjunto de la comarca, con la suma de los 20 municipios de Ferrol, el Eume y Ortegal, el número de personas desempleadas sube a 18.767 y ya va por el tercer mes consecutivo al alza desde la tregua estival.
Los sindicatos del naval calculan que desde el 2011 se han destruido unos 3.500 empleos en la industria auxiliar y denuncian la precarización de las condiciones de trabajo con recortes sobre derechos históricos y bajadas temerarias en la adjudicación de la obra por paquetes. Ni la construcción del flotel de Pemex, ni el inicio del BAM (Buque de Acción Marítima) para la Armada ni la reciente adjudicación -el jueves- a Navantia de las 29 estructuras metálicas para enjaular los molinos marinos que Iberdrola colocará en Wikinger, al norte de Alemania, servirán todavía para garantizar la ocupación total de la plantilla directa de Ferrol y Fene (2.300 operarios) ni recuperar los puestos destruidos.
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