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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Podemos: ¿pueden?

El problema de Podemos es que contienen su contradicción en su propio nombre, que es más un eslogan que un nominativo

Conforme pasa el tiempo Pablo Iglesias Turrión y los suyos empiezan a mostrar sus debilidades, por cierto, unas debilidades que son consecuencia de una impostura. Se ha tratado de una impostura en su doble acepción, porque primero imputaron de forma indiscriminada a los partidos que han gobernado en España desde la Dictadura (PSOE y PP) de producir, a partes iguales, los males que atribulan a los ciudadanos, y después han mostrado el engaño en que nos metieron a todos cuando han empezado a matizar el contenido de sus suculentas promesas, convirtiendo en meros agraces lo que habían presentado como almibarados manjares.

Su programa inicial ha resultado ser una especie de cuento de la lechera atiborrado, no ya de utopía, sino de metas imposibles de alcanzar. Ese afán mostrado por Iglesias, que consiste en “asaltar el cielo”, apenas va a suponer mirar hacia lo alto y soñar. No es poca cosa, pero resulta insuficiente como corolario de una hilera de añagazas que, como se ve, solo han pretendido minar la resistencia de los grandes partidos y preparar a los ciudadanos (a los que ellos llaman “gente”) para unas nuevas elecciones en las que Podemos sea el artista invitado y principal.

A casi nada, de cuanto se les ha achacado, han respondido con serenidad. Cuando se les ha acusado de ser tan humanos como los demás, por crear empresas intermediaria “alegales”, o aprovecharse de becas universitarias distribuidas por sus amigos, han denunciado la infamia de los acusadores. Cuando se les ha tildado de haber participado en la construcción de regímenes “totalitarios” en América Latina, -Venezuela, Ecuador, Bolivia-, en lugar de advertir la insustancialidad de las denuncias por tratarse de regímenes tan democráticos como el español, se han venido abajo, y el propio Iglesias ha afirmado que el plan económico que han presentado hace solo unos días “tiene sus raíces en la tradición socialdemócrata”, es decir, en una de las tradiciones de la descalificada “casta”. Se sienten atacados, perseguidos y maltratados. Precisamente ellos que han sido albergados en todos los programas televisivos y radiofónicos; ellos que todos los días ocupan al menos un par de páginas en los periódicos…

Y todo esto ocurre antes de que tengan un solo diputado en las Cortes Españolas, un solo diputado en los gobiernos regionales, y un solo alcalde o concejal de Ayuntamiento. Bien, hay que admitir que su estrategia mediática ha sido extraordinariamente eficaz, pero ¿es suficiente? Sus propuestas primeras se han convertido en papel mojado, y ahora que, rodeados de colaboradores, están presentando su programa definitivo, los debates públicos con personas que responden a otras ideologías y tendencias, les parecen afrentas.

El problema de Podemos es que contienen su contradicción en su propio nombre, que es más un slogan que un nominativo. Lo suyo, hasta ahora, han sido las consignas fáciles, que no los discursos bien armados. “Sí se puede”, gritan en las plazas en que se congregan, pero no se atreven a romper realmente los esquemas. Ellos son la élite que habla a la “gente” para que les siga con los ojos cerrados. Les da miedo o vergüenza romper el sistema y ya, poco a poco, empiezan a ser socialdemócratas, ni siquiera socialistas. El futuro se presenta interesante.

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