En el centro del mapa hay un café
Altaïr celebra 35 años abriendo un bar en la librería, potenciando su revista digital y con la voluntad de redefinir la experiencia del viaje en el siglo XXI
No es la Taberna del Irlandés —aquí no veremos puñetazos como los de John Wayne y Lee Marvin en el animado local de Haleakaloha (como no sea por un raro libro)— ni el famoso pub irlandés de Ulan Bator (The Grand Khan Bar), pero no hay meca mayor para el viajero. El Café d'Altaïr ha abierto sus puertas en la famosa librería barcelonesa y puede decirse ya que en el centro del mapa hay una cafetería. Está en los confines de Asia (al final de la sección dedicada al continente), en la planta sótano del establecimiento. Consta de unas sillas, unas mesas, wifi gratuito, y un servicio de momento muy sencilo de bar y cafetería pero que aspira a ir sofisticándose, con la idea de abrirse, como no podía ser de otra manera, a las cocinas y sabores del mundo.
La inauguración de la cafetería, lugar de encuentro, de tertulia y de lectura, es una de las novedades de Altaïr de cara a su 35º aniversario, que se va a celebrar el martes con una fiesta en la propia librería en la que se espera a amigos, trotamundos y exploradores. Seguro que hay quien se presenta con salacot.
“Fue el 17 de diciembre de 1979 cuando levantamos la persiana en el viejo local del número 8 de la calle de la Riera Alta”, evoca Pep Bernades, de 62 años, el propietario histórico del establecimiento que queda tras jubilarse el otro, Albert Padrol (65). Su pasión, dice era viajar para conocer el mundo con una mirada libre de tópicos. Desde entonces han compartido esa pasión y sus conocimientos viajeros convirtiendo de paso Altaïr, con su monumental fondo especializado en viajes, y trasladada ya al gran local de 1.200 metros cuadrados en Gran Vía donde se encuentra ahora, en una librería de referencia en Europa. ¿Qué ha cambiado desde que abrieron? “La cultura viajera es otra, entonces viajar era excepcional, ahora es algo cotidiano; la capacidad de movimiento de las nuevas generaciones es inmensa. Se ha perdido el miedo al viaje, igual que el miedo a los idiomas. Todo eso convierte el planeta quizá en más pequeño, pero no en menos apasionante”.
La crisis ha golpeado fuerte a Altaïr. Al cierre de la edición en papel de su revista, una publicación de referencia, se ha sumado en febrero el de la sucursal de Madrid, tras 17 años. Las ventas han caído. Pero nada arredra a la estrella de los viajeros: Altaïr se está reinventando, y reorienta su fiel brújula. Reordena su fondo: “Tenemos 60.000 volúmenes, hay que ver qué nos falta y que nos sobra”, explica Bernades mientras yo le echo subrepticiamente un ojo codicioso (el café esta cerquita de la sección de montañismo, que se ha movido un poquito) a Escaladores de la libertad, la edad de oro del himalayismo polaco (Desnivel, 2014). También está potenciando la revista en formato digital. “Pasar del papel a la revista electrónica no ha sido un proceso fácil pero ya estamos funcionado muy bien”, explica Pere Ortín, director de Altaïr Magazine. “Nuestra suscriptora número nueve, una veterana, nos envió un mensaje muy animoso: '¡Sois más Altaïr que nunca!'”. Ya tienen 30.000 lectores en la web. Entre ellos mil en EE UU, cuatro en Rangún y uno en Vanuatu.
El martes ofrecen una fiesta de aniversario. Alguien irá con salacot...
El reto es seguir siendo referentes y punteros. “Estamos atentos a las nuevas maneras de viajar y a la vez no nos olvidamos de los clásicos, como prueba el último título de nuestra colección de libros, Un dragón latente, de Norman Lewis, viejo amigo de la casa”, continúa Ortín, que no suelta el iPad ni por asomo. El Fórum, el espacio de conferencias, debates y presentaciones de Altaïr, que se imbrica con el café, también está siendo repensado para que incida más en la vida cultural de la ciudad. El jueves se presentó ahí el nuevo “especial 360º” de Altaïr Magazine dedicado a Dakar, con el novelista Boubacar Boris Diop y el fotodocumentalista Mamadou Gomis, que entraron por videoconferencia desde la capital senegalesar. Fue como tomar un café en Dakar.
El objetivo de todas las nuevas iniciativas es “llevar Altaïr al siglo XXI”, dice Ortín. Hay, recalca, que potenciar la presencia en las redes sociales, ofrecer mejores servicios por Internet, convertirse en un gran espacio cultural físico y virtual. “Hay que ver lo que atrae a los jóvenes,”, reflexiona. “Sí, es cierto, Altaïr es de las mejores librerías del género, etcétera, pero todo eso no sirve si no entra nadie. Altaïr no puede ser un museo”.
Ya tienen 30.000 lectores en la web. Entre ellos uno en Vanuatu
Pep Bernades representa tras la salida de Padrol el espíritu fundacional de Altaïr. Se ha convertido, con más de un 60 %, en el socio mayoritario de los cinco de Altaïr SL, propietaria de la librería. A diferencia de otros establecimientos a los que el Ayuntamiento ha calificado de tiendas remarcables, Altaïr no está de alquiler, aunque paga una hipoteca. “Altaïr es mucho más que un negocio, es una apuesta vital, un concepto, una forma de ver el mundo desde el viaje”, explica Bernades con su verbo torrencial, una vehemencia hecha de horizontes lejanos, sombras de baobab y aromas de copra. “Todo forma parte del mismo proyecto: la librería, el Fórum, la revista digital, la agencia de viajes (Orixà), la cafetería... Somos los que más mapas y guías tenemos, sin duda, pero somos muchísimo más, el pulso del territorio, el acicate para pensar el mundo. Nuestro papel es hacer de intermediarios, darte lo que necesites para tu afán de conocer el mundo”.
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