Agricultura ecológica como salvación
Parados de larga duración con hijos a su cargo reciben terrenos del Ayuntamiento de Vilagarcía y particulares para salir de la exclusión social
Un total de 13 familias de Vilagarcía incluidas en un pionero programa social para luchar contra el paro y la exclusión ya están cultivando los terrenos cedidos en su mayor parte por donantes particulares. La iniciativa parte de la recién creada asociación Arousa Solidaria, impulsada por un grupo de amigos que idearon este plan tras colaborar con los servicios sociales y organizaciones que prestan ayuda alimentaria.
Cada núcleo familiar, con un mínimo de dos menores a su cargo, tiene una parcela donde cultivar los productos ecológicos de temporada hasta crear entre todos una cooperativa. En los terrenos también se habilitarán áreas comunes para la cría de animales. El ciclo de la cooperativa se cerrará cuando los futuros agricultores, asesorados por un ingeniero agrícola, intercambien los excedentes de las cosechas, los huevos, las gallinas y la carne de porcino con los productos no perecederos del banco de alimentos de la Fundación Amigos de Galicia, que cuenta con un almacén de distribución en Vilagarcía, mediante un acuerdo de colaboración con Arousa Solidaria.
Además de los propietarios de las parcelas (la familia Rodríguez Esparza, que cedió 7.000 metros cuadrados de la finca de La Golpelleira, y el Ayuntamiento de Vilagarcía, que entregó 1.500), en el proyecto ya se han implicado más de diez empresas, prestando servicios gratuitos o donando productos como aperos de labranza, imprescindibles para las familias.
La asociación ya está desbordada por la demanda. El número de familias podría multiplicarse en cuestión de semanas cuando todavía están comenzando a parcelar los terrenos después de casi un mes solo dedicados a la limpieza de las fincas, trabajos en los que han colaborado, azadón en mano, todos los miembros de la asociación.
Arousa Solidaria, una asociación sin ánimo de lucro registrada en julio y con nueve miembros en la directiva dedicados a diferentes profesiones, fue tocando todas las puertas posibles para llevar a término su proyecto. “No fue nada fácil pero a pesar de las dificultades nunca nos planteamos abandonar porque la situación es mucho peor de lo que parece, y hasta que no estás cerca de estas personas no puedes imaginarte por lo que están pasando”, comenta el presidente de la asociación y funcionario en la recaudación municipal, Suso López.
El grupo de familias ha tenido que pasar los filtros de los servicios sociales para incorporarse al programa. Con 14 menores a su cargo, son conscientes de que tienen una oportunidad única de “hacer un máster gratis” para procurarse un medio de subsistencia en la agricultura y aprender un oficio, ya que el objetivo final del plan es encontrar una salida en el mercado laboral.
La asociación cuenta con un gabinete de ayuda psicológica a cargo del psicólogo Juan Maneiro, su vicepresidente. “Hay vida después de la beneficencia, aunque cuesta salir de esa inercia que anula la autoestima, con la carga y la responsabilidad añadida de los hijos. Estamos aquí para intentar que estas personas cambien el perfil de perdedores, que se sientan útiles, que estén ocupados y puedan dejar de formar parte del mobiliario urbano”, señala.
Aunque han surgido otras iniciativas parecidas de instituciones públicas y religiosas, esta es la primera que se pone en marcha contando con la aportación de terrenos privados. La asociación está gestionando más concesiones para ampliar el programa de ayudas en terrenos de otros ayuntamientos de Arousa, una de las comarcas más vulnerables a la crisis y con un 20% de familias en riesgo de exclusión social.
Con una media de edad de 37 años, los cabezas de grupo de las 13 familias tienen 19 hijos que alimentar y hasta ahora han estado viviendo con un subsidio de algo más de 300 euros, después de agotar los ingresos del paro. Cada uno tiene su triste historia que contar pero, emocionados, unos ríen y otros lloran cuando hablan del proyecto. “Es una idea estupenda pero lo que más valoras es que haya alguien que se preocupe de nosotros, porque después de siete años en el paro uno piensa que ya no existimos para nadie”, dice José Luis, de 54 años, electricista en barcos mercantes y con tres hijos.
Las secuelas del maltrato y la soledad para sacar adelante a los pequeños son mayoría en este grupo en el que la nostalgia de un pasado mejor (hasta que llegó la crisis) también hace estragos en su estado anímico. Tuvieron grandes proyectos hasta que sus vidas cambiaron para siempre. “Cuando no hay dinero la mente funciona más deprisa y ahora tenemos un plan de vida. Ya no estás todo el día pensando ‘qué mala suerte tengo’ porque nadie te abre la puerta o ‘qué voy a darles de comer a los niños, arroz o pasta”, afirma Yolanda.
Ovidio, Antonio, Christian y Brenda son los benjamines del programa. Los tres primeros tienen hijos menores y ella, con 25 años, entró en el grupo para ayudar a sus padres. Alejados de la construcción de donde procede la mayoría, los jóvenes tienen sus esperanzas puestas en este proyecto para aprender el oficio y forjarse un futuro en la agricultura.
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