Baltar no es Baltar
El presidente ourensano intenta desmarcarse de la gestión de su padre en medio de las crecientes denuncias de financiación ilegal en el PP gallego
Al coro de penitentes que se sucede desde hace semanas en los partidos más golpeados por los escándalos, se sumó en fecha reciente José Manuel Baltar Blanco: “Hay una palabra para la corrupción: asco”. No era la primera noticia de que el presidente del PP y de la Diputación de Ourense se ha situado en primera línea de la cruzada por la moralidad pública. Meses atrás, dotó a la institución provincial de un “código ético”. Y antes aun, en su pertinaz búsqueda de transparencia, contrató para que le asesorase en este asunto — a dedo y sin concurso público— a un exdiputado socialista.
Desde que heredó el gran liderazgo provincial de su padre, José Luis Baltar Pumar, todo el empeño de Baltar II ha sido demostrar que con él llegaba otro tiempo radicalmente distinto. Que así como el progenitor es aficionado al trombón y él a los Beatles, el viejo caciquismo había desaparecido por ensalmo de Ourense para dar paso a una nueva era de modernidad y buenos modales. Que, como decía el estribillo de una canción humorística muy difundida por las redes sociales, “Baltar o fillo no es Baltar”.
Baltar Blanco no se ha apartado de esa estrategia para replicar a las graves acusaciones formuladas ante la juez De Lara por quien durante 27 años fue gerente del PP de Ourense. Dice el actual barón provincial que él responde de la gestión del partido “desde enero de 2010”, o sea, desde que su padre ganó para él un disputado congreso provincial frente al candidato apoyado por Feijóo. El argumento omite que el propio Baltar Blanco formó parte de la ejecutiva provincial que encabezaba su progenitor en años anteriores y que él mismo dirigió algunas de esas campañas electorales en las que, según el exgerente, la caja b funcionaba a pleno rendimiento. Por lo visto, Baltar II tampoco recuerda ya que Baltar I está condenado por prevaricación al haber enchufado en la Diputación, según la sentencia judicial, a un centenar de personas afines al PP con el propósito de buscar apoyos entre los delegados a ese congreso que ganó para mayor gloria de la familia.
Aquel gran triunfo de los dos Baltar fue el más amargo revés interno que ha sufrido hasta ahora Alberto Núñez Feijóo. El presidente digirió el sapo y desde entonces se atiene al modelo Fraga: si no puedes con los barones, arrímate a ellos. Y así pudimos asistir este sábado a una imagen cargada de ironía: Feijóo arropando a Baltar Blanco ante los militantes del PP de Verín, donde manda precisamente Juan Manuel Jiménez Morán, el hombre al que envió a competir sin ningún éxito contra el hijo del barón en el famoso congreso de 2010.
El presidente exhortó a los militantes presentes en Verín a “dar la cara” ante los ciudadanos. A continuación, aceptó a regañadientes una sola pregunta de los periodistas, que no buscaban otra cosa que explicaciones frente a las denuncias de financiación ilegal. Días atrás, Feijóo ya ordenó un veto a que el Parlamento investigue la trama de los cursos de empleo falsos, solo 24 horas después de haber presentado en la misma Cámara un flamante plan por la transparencia y contra la corrupción.
En año y medio, hasta tres sumarios judiciales — el caso Bárcenas, el Pokémon en varias de sus múltiples ramificaciones y el de los cursos falsos— han arrojado sospechas de financiación ilegal sobre el PP gallego. Y ninguna proviene de enemigos políticos sino de antiguos empleados con muchos años de trabajo en el partido o de militantes de larga trayectoria. ¿Será todo una fatal coincidencia o una oscura confabulación? Como no lo sabemos, por eso resulta tan pertinente el llamamiento de Feijóo: “Hay que dar la cara”.
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