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El amarillo chillón del violín

Los alumnos del curso 'Dibujando la música' convierten melodías en imágenes

Virginia López Enano
Uno de los dibujos del curso de 2013, realizado por Dolores Lozano.
Uno de los dibujos del curso de 2013, realizado por Dolores Lozano.

La primera nota retumba sobre el silencio y mueve de un latigazo la mano que descansa sobre el papel. En la oscuridad del Gran Teatro Falla la pintura se hace más intuitiva y sobre la hoja que sostiene Manuel Brú el sonido del violín se convierte en un anguloso trazo amarillo chillón. Los colores cálidos se los reserva para los instrumentos de voces agudas. El viento y los graves son de una fría y redondeada línea azulona. El pintor Manuel Brú participa por cuarta vez en el curso Dibujando la música en el Festival de Música Española, en el que 25 estudiantes de Bellas Artes de las Universidades de Granada y Cádiz se inspiran en conciertos en directo para crear sus obras.

Cada noche, entre los días 20 y 23 de noviembre, los alumnos se repliegan sobre sus cuadernos y enseñan sus nucas al techo del célebre teatro gaditano. Con los oídos bien dispuestos reprimen sus deseos de embobarse con la música y empuñan lápices, ceras y rotuladores con los que garabatean las emociones que sienten con cada nota. “Es tan grande lo que percibes que ponerte a dibujar cuesta. Pero al final todo es dejarse llevar”, confiesa el pintor.

El público verá a los estudiantes pintar en directo en la última jornada

Las mañanas son para las clases, en las que profesores especializados en dibujar la música les dan las pautas necesarias para plasmar sobre un papel aquello que escuchan. Y por la tarde, si hay suerte y ganas, también puede caer algún que otro concierto. “La música se puede ver, al igual que cuando nos ponemos delante de un objeto sabemos de qué color es o si es grande o pequeño. En nuestro caso te lo estás imaginando, pero el arte es así”, afirma Asunción Jódar, directora del Departamento de Dibujo de la Facultad de Bellas Artes de Granada y una de las profesoras del curso. La unión entre música y pintura surgió, explica Jódar, cuando ambas disciplinas experimentaron el deseo de huir del arte figurativo, a principios del siglo XX. “Reflejar la realidad es una mirada hacia fuera y al pintar la música miramos hacia dentro”, matiza la profesora.

Sin embargo, no es posible atrapar el sonido completamente, aclara Jódar, por lo que el resultado de este ejercicio es una serie de recuerdos sonoros que sobreviven a las efímeras notas. “Los dibujos son como huellas que puedes seguir. Con ellas te acuerdas de lo que sentías en cada momento”, describe Brú. Cualquier partitura vale para pintarla, asegura Jódar, sin embargo, a Brú le resulta más fácil captar la música clásica y la instrumental que otros estilos, por la intensidad y las emociones que encierran.

El ritmo de producción durante estas jornadas es máximo, tanto que entre 25 alumnos pueden llegar a realizar más de 200 obras. En los tres años que ha participado en el curso, Brú ha notado un cambio en su técnica. “El año pasado, por ejemplo, saqué cosas más líricas, más refinadas que los trabajos del principio”, comenta.

Como colofón final del curso, los alumnos tendrán que pasar la prueba del directo con una actividad que han bautizado como La noche en blanco. El último día, en el Gran Teatro Falla, el público podrá observar los dibujos de los estudiantes en una pantalla situada junto a los intérpretes. Los artistas trabajarán sobre tres proyectores y sus obras saldrán reflejadas a tiempo real sobre el escenario. Se podrá ver entonces el sonido, con 25 colores y formas, cada una de una mano diferente.

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Sobre la firma

Virginia López Enano
Trabaja en el equipo de Redes de EL PAÍS. Ha pasado por varias secciones del periódico, como la delegación de Sevilla, Nacional o El País Semanal, donde ha escrito temas de música y cultura. Es Licenciada en Historia y Graduada en Periodismo por la Universidad de Navarra y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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