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opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Federalismo, secesión y libertad

Muchas veces nos hacen creer que todos los problemas que tiene una autonomía se derivan de un único macro-problema, de que carecemos de un Estado

luis gordillo

En su libro La democracia en América, Tocqueville propone un modelo para evitar que el igualitarismo propio de las sociedades avanzadas no acabe con la libertad individual: el pluralismo político y social.

En esencia, el pluralismo social implicaba la necesidad de que surgieran multitud de asociaciones espontáneas con propósitos diversos (económicos, religiosos, científicos…) y con un alto grado de autonomía y sin depender del Estado. Estas asociaciones actuarían como una suerte de capa intermedia o colchón que protegería al individuo frente a las injerencias estatales y las tendencias homogeneizadoras propias de toda sociedad avanzada. Para lograr esto era necesario todo un programa de acción política: había que concienciar al ciudadano sobre la necesidad de no buscar la dependencia del Estado, inculcarle esta filosofía de cooperación y colaboración con otros individuos a través de la educación y, además, que unas élites sociales predicasen con el ejemplo. El pluralismo social, que era a su juicio el más importante, se complementaba con el pluralismo político, que consistía en el federalismo y la descentralización.

El federalismo es uno de esos conceptos que, al igual que la libertad o la justicia, puede servir para defender posiciones totalmente antagónicas. El federalismo es una forma de distribuir el poder, pero es también una filosofía.

En cuanto a lo primero, aunque hay tantos federalismos como Estados federales, sí que es posible aislar un mínimo institucional básico: entidades de base territorial con competencias legislativas y de dirección política propias, una participación de estas entidades en el proceso legislativo federal (ej. Senado) y en la aplicación de las normas federales, un reparto de recursos acorde con el reparto de competencias, una garantía de que esta estructura no va a ser alterada por ley ordinaria y un sistema de resolución de conflictos que sea jurisdiccional (y no político).

En España se suele apelar últimamente a la necesidad de “federalizar” el país para acabar con las reclamaciones de independencia, más o menos explícitas, de distintas comunidades. Los defensores de esta postura parece que estarían argumentando la necesidad de transferir más competencias a las CCAA. Esta posición no suele ser criticada por los defensores de operar la secesión de un determinado territorio porque verían en ella una situación transitoria en su camino hacia la independencia definitiva. Es decir, se aceptaría ir asumiendo cada vez más competencias hasta que llegue el momento políticamente oportuno para dar el sato definitivo a la independencia. Esto es contrario a la filosofía del federalismo, que pretende compatibilizar la unidad con la diversidad, apela al diálogo constante entre los distintos niveles de gobierno y a la lealtad mutua.

Muchas veces nos hacen creer que todos los problemas que tiene la sociedad se derivan de un único macro-problema. Es decir, todos los problemas (sociales, económicos e incluso personales) que tenemos en la Comunidad X se derivan de que carecemos de Estado. Somos una comunidad política incompleta. Cuando seamos Estado, todos los problemas desaparecerán.

En el fondo, esta tesis (la necesidad de independizarse para resolver “nuestros” problemas), es de lo más centralista. Sigue creyendo que el Estado es todo-poderoso, que el Estado (otro, uno nuevo, el nuestro), solucionará todos nuestros problemas. El modelo que propone Tocqueville, sin embargo, hace hincapié en la necesidad de educar en la autonomía al individuo, que afronte sus problemas, que sea capaz de acometer proyectos con otros ciudadanos sin la injerencia del Estado. Ojo, esto no quiere decir ni mucho menos, renunciar al Estado social, al contrario. Lo que pretende, precisamente, es educar a ciudadanos libres, responsables y comprometidos con la sociedad y los problemas que les rodean. Ciudadanos, en definitiva, que no se dejen controlar por el Estado. Ni por éste, ni por otro.

Luis Gordillo Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Deusto

www.derecho.deusto.es

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