Artesanos para el siglo XXI
Un taller busca combinar las nuevas tecnologías con productos tradicionales
David Iglesias, con 42 años, está encantado de ser un superviviente. Empezó como abogado, pasó por diversos negocios y finalmente se rindió a la piel o, dicho de otro modo: montó con su novia un estudio de diseño de productos hechos en cuero. “Ahora apenas sobrevivimos con lo que ganamos, pero la piel engancha”, y remata: “No la cambiaba por nada”.
Los dos participan esta semana en el IED Moda Lab, un encuentro de artesanos de los de siempre, con las nuevas tecnologías. En el espacio diáfano del Centro Superior de Diseño de Madrid uno se topa con objetos tan inesperados como unas alpargatas de esparto que hablan, bordados que se iluminan cuando perciben que hay poca luz o serigrafías basadas en las imágenes distorsionadas de un escáner. Creaciones con el denominador común de reivindicar que la artesanía tradicional, si se lo propone, puede ser tecnológica.
“La piel es como la madera, un material que ha estado vivo, y eso transmite una energía que no te da el plástico”, dice Iglesias, mientras mira suspicaz la impresora 3D con la que han decidido maridar estos días su experiencia peletera. El experimento es rebuscado y el resultado, sorprendente: escanean una piedra, la rediseñan a su gusto y la imprimen tridimensionalmente en material sintético para forrarla en repujado o coserla a mano con el estilo guarnicionero. Lo que resulta es un objeto muy estético, más relacionado con el arte abstracto que con la artesanía. La padrina tecnológica que les ha acercado a las impresoras 3D es la austriaca Julia Koerner, conocida por sus desarrollos de piezas de alta costura utilizando estos aparatos.
“Los oficios han estado mucho tiempo de capa caída”, se lamenta el sastre Manuel Duque, “durante las últimas décadas la mayoría ha preferido estudiar una carrera universitaria y eso ha provocado un descenso notable de artesanos”. Este experto camisero de la sastrería Yusty, que lleva más de medio siglo en su oficio, ve el futuro con optimismo. “Ahora que muchos que hicieron ingeniería o empresariales se ven de auxiliares administrativos, la artesanía vuelve a ser una opción atractiva”. Ha acudido al IED Moda Lab para unir la sastrería con el videoarte: Igor Zimmerman, joven promesa internacional de lo audiovisual, ha venido desde Suecia para realizar un vídeo, grabado con un iPhone de última generación, sobre el proceso de creación de unas chaquetas de sastre.
Carlos Fontales es, con 56 años, un cestero dedicado a la creación de obras de arte con fibras vegetales. Ricardo Nascimento, un brasileño de 32 residente en Holanda, desarrolla wearables, esto es, ropa con cualidades tecnológicas. Se han juntado en el IED Moda Lab para crear calzados de esparto que emitan música al andar.
Son objetos tan inesperados como unas alpargatas de esparto que hablan
Bajo su batuta, unos cuantos alumnos del centro deben ingeniárselas para crear los zapatos e integrar un par de altavoces minúsculos con la tecnología aportada por Nascimento. “Lo ideal es que no se vean, eso eso le da la magia”, opina el brasileño, mientras a su derecha una joven pergeña unas zapatillas de ballet de esparto con los sensores en la punta, para que suenen cuando una bailarina componga sus figuras. “Me ha encantado esta experiencia porque cuando me encargan wearables” siempre hay mucho uso de plástico y electrónica, aquí se parte de artesanía”. A pocos metros de su mesa de trabajo, un joven diseña unos auriculares con bordados. La idea final es poder controlar el volumen subiendo y bajando la cremallera de una sudadera. “Aporto la tecnología con unos procesadores diminutos y sensores”, comenta Afroditi Psarra, una artista griega multidisciplinar especializada en imagen y diseño. Junto al artesano madrileño José María Fernández Gómez, de JT Bordadores, su idea es “dar a los bordados la capacidad de que respondan a estímulos externos, o bien sensores”. Varios estudiantes del centro se afanan en lograr que sus creaciones sobre tela se iluminen o suenen.
No menos inesperado es ver Instagram o Facebook corriendo con soltura en un ordenador de los noventa. Es lo que el propone el hacker Toño Cabanellas, que a sus 35 años ha sido casi de todo en lo suyo: ingeniero y artista audiovisual, dj y vídeo 'dj'… Y ahora director del curso One Year de Artes Digitales y Disen?o de Experiencias del IED. “La idea de nuestro proyecto es usar lenguaje de programación de los setentas para que aplicaciones tan comunes hoy en día, como Twitter o Instagram, funcionen en ordenadores antiguos”, describe. Junto a otro docente del centro experto en electrónica, Gustavo Calvo, ha montado una instalación audiovisual con multitud de ordenadores Apple de los noventa que no solo emiten imágenes procesadas por aplicaciones actuales, sino que interactuan con la gente: basta acercar o alejar el móvil para crear música.
“Entre otras cosas, esto es una llamada de atención a la obsolescencia programada: demostramos que muchos ordenadores que tiramos a la basura cuando se quedan viejos, con un poco de dedicación, pueden seguir soportando software actual”.
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