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Tribuna
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Euskadi en los rankings de innovación

La labor realizada en las últimas décadas es importante, pero dista mucho de ser satisfactoria

GUILLERMO DORRONSORO

Como decano de Deusto Business School, una de las tareas que me ocupa es conseguir consolidar nuestra posición en los lugares de cabeza de los rankings que comparan las mejores Escuelas de Negocio del mundo. Este verano conseguíamos entrar en la posición 17 en el ranking de América Economía, todavía por detrás de escuelas como Harvard, London Business School, INSEAD o Shangai, pero también delante de otras como Miami, Grenoble, Leizpig, Boston, Georgetown o Cranfield.

Uno puede escudarse en que los indicadores son imperfectos, en que lo importante es ser y no parecer, y en que hechas las leyes que miden la posición en los rankings, hechas las trampas para conseguir salir bien en la foto. Pero lo cierto es que en este mundo de competencia global, en el que el talento escoge los lugares que le prometen mayores oportunidades de desarrollo, es importante estar ahí, en las posiciones de cabeza. Sin obsesionarse por los rankings, es bueno utilizarlos como una herramienta más de posicionamiento, y entender sus claves.

Así que una pregunta razonable es ¿en qué posición está Euskadi en los rankings mundiales de innovación?

La respuesta no es inmediata, por varios motivos. Por una parte, los rankings comparan habitualmente estados, y por lo tanto Euskadi no aparece directamente en las tablas más populares que publican anualmente la OCDE, el World Economic Forum, el Innovation Union Scoreboard de la Unión Europea, o el Global R&D Funding Forecast, por citar algunos de los más relevantes. Sin embargo, como la metodología de cálculo suele ser pública podemos calcular la posición que tendría Euskadi, aunque la fuente oficial no la incluya.

Por otra, la medida de la innovación es todavía una asignatura poco desarrollada (empezando por la propia definición de lo que es innovación, que se ha convertido en un cajón de sastre en el que se mezclan muchos conceptos). Los datos estadísticos más fiables y en los que existe más información oficial y comparable son los que tienen que ver con los indicadores de I+D, la educación y la tecnología, y por eso se suelen utilizar como la mejor aproximación, aunque debemos ser conscientes del sesgo que introducen.

Aceptando estas limitaciones, la posición de Euskadi puede situarse en la mitad superior de la tabla, aunque todavía alejada de las posiciones de cabeza, en las que encontramos a Japón, Corea del Sur, Estados Unidos, Alemania y los países nórdicos (Dinamarca, Suecia, Finlandia…).

Euskadi se situaría en un segundo grupo, en el que podríamos encontrar a Francia, el Reino Unido, Irlanda, Bégica, Holanda…

De la mitad de la tabla para abajo el Sur de Europa, Latinoamérica (con Brasil en posiciones de cabeza), India… China es la gran revelación en este grupo de países: de estar en posiciones de cola, ha pasado a tomar la delantera, y empieza a acercarse peligrosamente en varios indicadores al grupo intermedio que citábamos en el puesto anterior.

¿Podemos conformarnos con esta posición? Si nos comparamos con el Sur de Europa o el resto del estado español, podríamos tener la tentación de sentirnos satisfechos. Especialmente si tenemos en cuenta que hace treinta años hubiésemos aparecido en las posiciones finales de la tabla.

Asumiendo la buena labor realizada en las últimas décadas, es importante que ahora reconozcamos que nuestra posición actual dista mucho de ser satisfactoria, y ello por varias razones.

Estar en la mitad de la tabla quiere decir que la mitad está por encima de nosotros. La mitad está invirtiendo más que nosotros en conocimiento e innovación para apoyar a sus industrias. Y si no apostamos por la innovación, un país como el nuestro, con altos costes laborales, fiscales, financieros y energéticos ¿con qué competiremos?

Además, no es realista decir que competimos contra Estados Unidos, Alemania, Francia o Reino Unido. En realidad competimos con las regiones más industrializadas de estos países. Y si pudiésemos compararnos con estas regiones, descubriríamos que nos sacan una ventaja mucho mayor.

Por último, tenemos que ser conscientes de que el mundo se mueve. Ya hemos citado el caso de China, pero otros territorios están apostando con decisión por sus sistemas de innovación, por sus infraestructuras de conocimiento.

No vale por tanto conformarse por haber escapado de las posiciones de descenso. Hay que aspirar a estar en la Champions, para que nuestras empresas puedan competir utilizando las innovaciones más avanzadas, el talento más puntero.

No es algo que se pueda conseguir en el corto plazo, y tampoco es algo sencillo en estos tiempos de austeridad y restricciones presupuestarias. Lo que está claro es que hay pocas inversiones tan estratégicas en este momento si queremos mantener los niveles de progreso y bienestar que nos han dejado los que nos precedieron.

Ellos no escatimaron esfuerzo e ilusión, ahora nos toca a nosotros. Igual que hemos conseguido en treinta años pasar de la cola a la mitad de la tabla, nos toca ahora recorrer la otra mitad. Cuando nació Innobasque nos propusimos llegar a estar arriba en 2030, es momento de renovar ese compromiso. En la Universidad de Deusto ya estamos trabajando en lo que nos toca, este es un trabajo de todos.

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