Una apuesta arriesgada por el talento, los lápices y las hojas de papel
Les dijeron que estaban locos. Y lo están, pero por el cómic Nace Grafito, una editorial valenciana a la caza de viñetas de calidad
Guillermo Morales hace una gráfica comparación: "En una serie de televisión como Juego de Tronos, teniendo una buena historia, necesitas efectos especiales, decorados vistosos y, en definitiva, medios materiales. Para un buen cómic te basta con talento, lápices y hojas de papel". Siguiendo esta línea, aprovechándola, Guillermo y otra media docena de valencianos amantes de las viñetas han decidido arriesgar y montar Grafito, una editorial dedicada a la novela gráfica. Quieren cuidar al comprador de papel con un producto de calidad a precio asequible y acompañado de regalos —pósters, láminas firmadas—, pero también a los que prefieren el digital, lo que les permite traducir las obras y abrirse a otros mercados más prolíficos, como el anglosajón o el francés. Su primera propuesta es Cazador de sonrisas, de Agustín Ferrer. 110 páginas ambientadas en la California de los años sesenta que cuentan la historia del doctor Herbert F. Dunne, todo un dentista modélico.
La crisis ha puesto a prueba el músculo y capacidad de resistencia del mundo de la historieta, como ha hecho con cualquier otro. Según el informe Tebeosfera 2013, sobre la situación de la industria del cómic en España, el número de publicaciones nuevas se ha estabilizado por debajo de los 2.500, repuntando un poco respecto al año anterior. Alrededor del 20 % son españolas. Lo cual deja claro que sigue habiendo gente dispuesta a gastarse el dinero en novelas gráficas en papel. (algo que ya quisieran poder afirmar con tanta seguridad los editores de periódicos impresos).
"El protagonista no es un monstruo, tiene alguna tara"
"Miel sobre hojuelas". Así describe Agustín Ferrer su unión con Grafito. Y, de seguido, redunda: "Se ha juntado el hambre con las ganas de comer". Y parece ser cierto. Nada le podía venir mejor a una editorial que está empezando a rodar que un autor casi novel con ganas de mostrar de qué es capaz.
Aunque Ferrer ya ha visto reconocida en varias ocasiones su labor de dibujante y guionista. Una labor que comenzó como un hobby para los ratos libre que le dejaba su trabajo en un estudio de arquitectura y que se convirtió en 2011 en su único modo de vida, animado por una veintena de pequeños certámentes que fue ganando en ese tiempo. "Al final, después de 13 años y medio trabajando en el mismo sitio, me cansé".
El estilo de Ferrer es bastante clásico, tanto en la forma como en el fondo. No ha utilizado apenas el ordenador, quitando la portada y alguna viñeta suelta, y la composición es sobria, casi cinematográfica —"Así, cuando quieran hacer la peli, ya he avanzado bastante", bromea—.
El protagonista, el doctor Herbert F. Dunne, no deja de ser un personaje ambiguo. No disfruta con el dolor ajeno... pero tampoco termina de molestarle. "Quería que la gente no lo odiase. Tiene alguna tara de la que intenta resarcirse, pero no es un monstruo". Si está en lo cierto, o si se ha encariñado demasiado del estomatólogo insensible y aficionado al ácido mientras lo pintaba, es una pelota que queda en el tejado del lector.
"Pero es un momento difícil, está claro", reconoce Guillermo, director editorial, "el que antes compraba tres, ahora compra uno. Y nosotros queremos apostar por autores de aquí, que los hay muy buenos y aún por descubrir. Además, no queremos que nos lean los consumidores clásicos. Queremos que nos lea cualquiera". "Nos han dicho un par de veces que estamos locos, pero nos da igual", bromea Yolanda Dib, responsable de comunicación.
Su planteamiento es encontrar buenas historias, con buenos dibujos y ponerlos a un precio objetivamente bajo. ¿Cómo? "Reduciendo nuestro margen de beneficios", se encoge de hombros Guillermo. "Lo importante para el autor es que le publiquen poniendo los medios necesarios, lo que nos comprometemos a hacer. Y aumentamos un poquito el porcentaje que se lleva".
Cazador de sonrisas quiere ser una declaración de intenciones de Grafito. Agustín Ferrer, autor navarro casi inédito en el cómic profesional (aunque lleva dos décadas ganando pequeños certámenes del género), traslada al lector a la historia oscura de un personaje oscuro. Que transcurre, eso sí, en la California luminosa y todavía naif de comienzos de los sesenta, en la que, detrás de las apariencias del American way of life, ocurren cosas extrañas. Con la ayuda de unas ampollas de LSD —todavía no se toma de forma masiva en los parques, es que se lo receta su psiquiatra—, un dentista, también aparentemente ejemplar, se meterá de cabeza en esas cosas extrañas.
Este primer lanzamiento tiene algún toque de sexo y violencia (menos). Los miembros de la joven editorial, muchos de los cuales comenzaron su andadura editorial en el mundo de los fanzines, quieren mantener el equilibrio entre apostar libremente por temas y géneros y conseguir unos resultados que hagan viable el proyecto.
En febrero de 2015 continúa el lanzamiento de libros: Chorizos. Atraco a la española, una sátira firmada por Ricardo Vilbor y Ricar González, que dibuja un futuro cercano en el que la crisis no termina de acabar; la historia de fantasía espacial de Nacho Fernández Los mundos de Valken. Océanos en llamas, y el humor gamberro que traerá Aitor Eraña con El piso 3º Vil ("¿Qué hace un grupo de súper criminales adolescentes en su día a día? Compartir piso", reza el adelanto en la web de Grafito). El plan es tirar unas 1.000 copias por obra, y hacerlo cada tres meses. Ya tienen nuevas propuestas sobre la mesa.
Guillermo resume el objetivo a cumplir para él: "Llegar a todas partes. Que cuando alguien mencione un cómic de Grafito, siempre haya otro que le responda: '¡Yo lo tengo!"
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.