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Los libros viajan bien

Ediciones en China y Catar aumentan la difusión internacional de la obra de Manuel Rivas

Manuel Rivas
Manuel Rivasgabriel tizón

Dentro de poco, A lingua das bolboretas (en realidad, Que me queres, amor?, el libro con el que Manuel Rivas ganó el premio Torrente Ballester en 1995 y el premio Nacional de Narrativa al año siguiente, que suele viajar ya con el título de su relato más conocido) será publicado en chino. Paralelamente, en el mismo continente pero en la ribera del Golfo Pérsico, el próximo mes de enero verá la luz en Catar O lapis do carpinteiro en la editorial Bloomsbury Qatar Foundation. Con el árabe serán una treintena los idiomas a los que se ha traducido la novela de Rivas sobre la Guerra Civil, pero en conjunto, la obra del escritor coruñés está presente en unas 35 lenguas, del búlgaro al tetum, el idioma propio de Timor Leste.

“Tengo ejemplares en bastantes lenguas, pero no en todas en las que han salido libros. Lo de los idiomas a los que estoy traducido es un cálculo un poco a ojo, tengo ese trabajo pendiente, sistematizarlo, porque como practico la autogestión…” comenta el escritor. Rivas carece de agente. Lo representa su editorial en español, Alfaguara y una oficina en Alemania que funciona como una cooperativa de escritores. “Me llaman y me dicen: ‘¿Estás interesado en que salga X en tal sitio o en tal idioma?’. Claro. Aunque cada libro se propaga con una dinámica propia. ‘O lapis’ ya es autónomo y ‘A lingua das bolboretas’, el relato suelto, también”, cuenta Rivas, que estos días viajará a varias ciudades de Francia para presentar la edición de Todo é silencio en la prestigiosa colección “Du monde entier”, la de literatura extranjera de Gallimard.

También acaba de salir la versión al sueco de O lapis, con elogios como el del crítico del Dagens Nyheter, que eleva a la categoría de “frase clásica de la historia de la literatura” la que dice el doctor Da Barca al enviado de la inspección médica militar cuando se le cae la pistola en la enfermería: “Se le ha caído al suelo el corazón, colega”. “Es la novela gallega más traducida de la historia, y por buenas razones”, concluye la crítica del periódico de mayor tirada de Suecia. As voces baixas, la última obra hasta el momento de Rivas, saldrá también en Random House a comienzos de año, con el título de Low voices. Books burn bad había sido calificado como “un libro excepcional por un escritor excepcional” en The Independent y como “novela arrolladora” en The Scotsman: “Manuel Rivas se lee como nadie más en el planeta”, sostenía ditirámbico el crítico escocés.

¿Las traducciones suponen perder todavía más el control de la obra, no ya en favor del lector, sino en el de una especie de coautor? “En las lenguas próximas resulta muy curiosa esa transmigración, esa sensación de una nueva existencia en la medida en la puedo leer, veo que al idioma gallego el viaje le sentó bien”, comenta Rivas. “En otras, claro, es una especie de enigma, leo con la imaginación, es como ver un paisaje. Además, en estos tiempos virtuales, un libro es también, como decía Derrida, el tipo de papel, la tipografía, las ilustraciones. Es cuando piensas que esto de la diversidad es una maravillosa invención. Lo que sí observo es la delicadeza y el amor con el que la gente hace las traducciones, nada de aquello de aquel que, como le pagaban poco, en vez de 400 caballos puso que eran 50. A mí me respetan el número de caballos”, ríe el autor de O lapis do carpinteiro.

Dentro de ese esmero están aspectos como la consulta que le hizo el traductor al árabe sobre “si, habida cuenta de las diferencias culturales, podía darle una vuelta, una variación muy sutil, a una referencia a dios. Fue el único caso”, señala el autor. Por lo demás, prosigue Manuel Rivas, “que los libros viajen a los sitios y a los idiomas parece un milagro, igual que el tránsito que hicieron el maíz o la patata desde América, es como un ciclo de la naturaleza, el tiempo que necesita la palabra para madurar. Y a mí me gusta imaginar que crecen en casas okupas, en pisos de los suburbios, en la biblioteca de una cárcel, en una estantería al lado de una chimenea encendida…”

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