Máscaras y cambios de vida
Un universo de personas reales, con sus mudanzas, maquillajes ideológicos, transmutación vitales e, incluso, reencarnaciones
En el catálogo de las transiciones personales, el cambiar de religión y aún más retornar a la fe inicial —el ida y vuelta— es infrecuente, lo uno y lo otro. B., culto, raro y meridional, en su madurez inició el camino de la conversión al Islam desde el cristianismo tradicional.
Décadas atrás su alternativa quedó en un plano intelectual, casi en secreto. Habitó en el Magreb media vida. En la recta final retornó a su isla y, con el mismo sigilo y discreción ha vuelto a abrazar el antiguo credo de la cruz, con la devoción del retornado al origen. Como X., investigador, paradigma de agnóstico en una comunidad pequeña que a la vejez se tornó ultra beato, a punto de ser ordenado diácono.
Otro intelectual, P. ignoró los dogmas de la escuela parroquial y tras pasar por la universidad, con sus razones científicas, optó con pasión por la religión judía y su causa cultural universal, con el ritual y los prescripciones alimentarias oportunas. Al igual que otro converso, en la sesentena, el cocinero divulgador T. expulsó de sus menús las bases de la cocina materna: sobrasada, ensaimada, lechona, frito —por la manteca— o el pescado sin escama.
Un intelectual insular pasó del cristianismo al islam y ahora ha vuelto a su fe primera
El financiero B. y el ex cura obrero G. cooperan al ejercer —en público— la solidaridad a favor de los pobres y desahuciados. Ayudan y se distraen de estas dedicaciones nuevas y siguen en sus otras labores privadas: acumular dinero, antes con la especulación con el ladrillo, ahora con el manejo de capitales. En el juego de ocultaciones el cura que fue de sotana y jersey grueso desveló un matrimonio e hijo secreto.
Una parte de ese universo de mutantes, el otro lado de su vida transcurrió en la dictadura, sometido a compromisos y vetos complejos. F. quedó preso en un peñón africano y fue el primer insular arrestado por consumo de sustancias prohibidas. Escritor, tras aquel viaje, pasó a interpretar en cartas las conjunciones astrales desde la existencia como perpetua fluctuación de nacimiento, muerte y transición.
Un ex ultra rojo lanza dinamita verbal contra todas las izquierdas y el nacionalismo
El maquillaje ideológico, la transmutación política es común y visible. C. abandonó el uniforme de cooperante revolucionario, de cortar caña en las zafras de Cuba, y se enfundó camisas de seda para ir a las casas de millonarios y usar un descapotable. Lo único que no mudó fueron los puros ni el poso rojo de sus ideas. Otra biografía, más circular es la J., del nacionalismo entró en el noviciado del Opus y evolucionó hacia el socialismo con querencias por su versión caviar.
Dinamita verbal maneja S., al lanzar una ristra de adjetivos contra todas las izquierdas y el nacionalismo. En su educación adulta era, ultra comunista. En la guerra fría tenía un mapa con banderitas de los frentes soviéticos, allí donde sucedían invasiones de tanques rusos, en países de su órbita con sociedades abiertas. Esperaba que el Soviet Supremo ordenara traspasar los Pirineos. No creía en la propiedad privada y rechazó una herencia. Otro, distinto, D., de instructor juvenil del falangismo de camisa azul pasó a la doctrina ortodoxa del Kremlin. Ahora es asambleario, sin líder.
Entre dos continentes se pueden aparentar dos identidades. Más de un ejecutivo o gran empresario ha creado parejas paralelas, familias duales, en su tierra y en el Caribe. Hay casos literarios de anotaciones testamentarias que estipulan que una parte de su legado vaya a queridas e hijos ocultos. Una pasión escindida entre una realidad carnal y la rutina doméstica oficial, acaba con el sujeto en el diván.
Hay tipos que viven en combate con el animal que llevan dentro. A veces, exhiben faz y cuerpo de mármol, de tipo gris. G., hombre de letras triunfó al morir por los escritos en que retrató una existencia secreta, una familia complicada. Ausente pasa cuentas e inquieta a los que quedan.
En la cúspide de esta geografía de transfiguraciones está M. que creó un monumento a unos héroes de Franco pero no se plantó en la calle. Medio siglo más tarde usó la misma figura modelada para homenajear a un tanquista republicano. En la mano en alto de la primera efigie con gesto fascista situó una bomba para exaltar al héroe rojo.
En el juego de espejos entran las reencarnaciones. P. dice que fue un cardenal renacentista. En la galería de los Uffizi de Florencia, se reconoció en un retrato de un Médici que fue Papa. Al salir a la calle el ilustrado residente internacional recorrió la ciudad vieja de memoria, con los ojos cerrados, era su hábitat histórico.
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