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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nuevos y viejos liderazgos

Se trata de cambiar las cosas y las personas, lo que hace que mucha gente se identifique con Pablo Iglesias, Ada Colau o David Fernández

Joan Subirats

En junio del 2013, en plena revolución ciudadana en las calles de Sao Paulo, la prensa se acercó a una chica que parecía que dominaba el cotarro y tras entrevistarla sobre los motivos de la indignación que colapsó la ciudad, le preguntaron su nombre. Ella, orgullosamente, dijo: “apunten, mi nombre es Nadie”. Situaciones y anécdotas parecidas de negación de protagonismo y de personalización han ocurrido en otros tantos lugares que vivieron sacudidas y revueltas populares que desbordaban e ignoraban los cauces tradicionales de la movilización política (El Cairo, Madrid, Barcelona, Nueva York, México, Estambul…). Ahora, en cambio, hay gente sorprendida con la aparente contradicción entre la dimensión horizontal, en red y de construcción compartida de conocimientos y propuestas característicos de estas movilizaciones, y el surgimiento de liderazgos muy personalizados que, sin renunciar a las señas de identidad de los nuevos movimientos sociales, concentran atención y presencia en los medios. Nombres como Pablo Iglesias o Ada Colau están en boca de todos, ya que su sola presencia o evocación resume y personaliza mensajes, ideas y valores que de otra manera sería mucho más complejo y prolijo expresar. Esa misma simplificación personalista, que permite atravesar diferencias de conocimiento y de información, se torna fragilidad cuando los medios buscan encontrar conductas que demuestren que "en el fondo son como todos". Hace unos días, un suelto de un periódico económico denunciaba que Ada Colau había ido en Preferente en su viaje a Madrid con el AVE. Se demostró que no era cierto, pero la simple mención de esa posibilidad, en el fondo, tranquilizaba a los más escépticos.

Hace unos días se presentó un informe de la Fundació Bofill sobre nuevos liderazgos (www.fbofill.cat), basado en entrevistas a jóvenes que destacan por su activismo en distintos espacios, desde el ecologismo al sindicalismo, desde las candidaturas municipales alternativas al escoltisme o las ramas juveniles de los partidos. De maneras y con matices distintos, expresan su rechazo a las formas estereotipadas de liderazgo carismático e individualizado, y subrayan más elementos como el trabajar codo con codo, el construir y compartir visión, la persistencia o la gran importancia del proceso colectivo más que las capacidades intrínsecas de quien puede en algún momento personalizarlo. Compartir, cooperar o participar haciendo, resultan elementos clave, por encima de características singulares del personaje. No se trata solo de cambiar las cosas y de obtener resultados. Se trata asimismo de que cambien las personas, sus relaciones, experimentando y sintiendo ese proceso de cambio. Lo que hace posible que existan y que mucha gente pueda identificarse con Pablo Iglesias, Ada Colau o David Fernández, por poner tres ejemplos, no sería lo especial de sus perfiles y cualidades, sino el complejo conglomerado de actores, procesos y relaciones de una realidad social en proceso de cambio y transformación. Lo que ha cambiado no son los líderes, sino la ecología social en que se mueven y despliegan su actividad. Y ello debería poder vacunarnos contra las derivas, sobradamente conocidas, que han acabado sustituyendo procesos por líderes.

Todo está cambiando a nuestro alrededor y que no podemos seguir usando viejos paradigmas e instrumentos para encarar nuevos problemas

¿Y que pasa con los viejos liderazgos?. ¿Hemos de aceptar que todas las personas que trabajaron en el pasado para cambiar las cosas no tienen hoy nada que aportar por obsoletos?. Es evidente que no es así. Precisamente lo significativo es que la mejora de las condiciones vitales con que muchos llegamos a la vejez, permite aportar un enorme capital de saber y de experiencia que ha de ser aprovechado en momentos como los actuales, llenos de incertezas, carencias y zozobras. Lo que resulta complicado es articular las distintas perspectivas y formas de trabajar que cada uno ha ido viviendo y asumiendo. Todos tenemos derecho a equivocarnos, pero es siempre importante conocer el terreno en el que te adentras. Hemos de reconocer, en momentos como los actuales, que no empezamos de cero, y que los cambios que muchos queremos han sido emprendidos y probados muchas veces antes. Pero, al mismo tiempo, conviene recordar que todo está cambiando a nuestro alrededor y que no podemos seguir usando viejos paradigmas e instrumentos para encarar nuevos problemas, o los problemas de siempre en formatos nuevos. Es bueno poder poner caras y ojos a ciertas ideas y valores. Y en cada momento esas caras y ojos expresan matices distintos ante viejas y nuevas injusticias e indignidades. Los nuevos espacios y expresiones de liderazgo permiten ir más rápido y llegar a más gente. Pero, esa misma facilidad se torno fragilidad cuando no se apoya en procesos, movimientos y dinámicas colectivas. Podemos seguir reivindicando que somos Nadie, pero siempre que tengamos claro quiénes somos Nosotros.

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