La funesta manía de pensar
Antes de embestir contra el árbitro como un Toro de la Vega herido por las cobardes lanzas. Sergio González hace un cambio en el minuto 90 de consecuencias desastrosas
Antes de hablar del árbitro, algunas consideraciones previas. Existen tres clases de vías: la vía catalana para los patriotas, la vía intravenosa para los enfermos y el vía crucis para los periquitos. Catalunya quiere independizarse de un cuerpo enfermo, España, ¿y qué es España? La Generación de intelectuales del 98 lanzó la pregunta para que la respondiera la Generación de poetas del 27, pero antes de que pudieran responder los poetas respondieron los militares, España es Una, Grande y Libre. La respuesta militar es expeditiva, pero no sirve de nada cuando la pregunta es en esencia una pregunta poética, ¿qué es España?, por eso la pregunta vuelve como un espíritu errante, como un amante despechado, como el asesino al lugar del crimen, como el colegiado Iglesias Villanueva a Cornellà-El Prat.
Decía Machado que en España, de cada 10 cabezas, nueve embisten y una piensa. Pensemos, pues, antes de embestir contra el árbitro como un Toro de la Vega herido por las cobardes lanzas. Sergio González hace un cambio en el minuto 90 de consecuencias funestas, Raúl Rodríguez por Sergio García, un defensa por un delantero, miedo. Es a Raúl Rodríguez a quien le pitan la falta que supondría el empate definitivo del Málaga. El malagueño Duda lanza la falta magistralmente, pero Kiko Casilla es ya un portero internacional y tiene que hacer honor a esa categoría con paradas también magistrales, en vez de aceptar con resignación cristiana, como hizo el entrenador blanquiazul según confesó en rueda de prensa, que aquella falta acabaría en gol. Una vez vencido, Kiko Casilla se pasó un buen rato sentado sobre la línea de gol, cabizbajo bajo el larguero, junto al poste, reflexionando sobre qué pudo hacer y no hizo para atajar aquel balón.
Casilla es internacional y debe hacer honor a esa categoría con paradas magistrales
El tiempo es oro, los árbitros jueces y el Espanyol un club pobre. ¿Desde cuándo las quejas de los pobres han sido escuchadas en las estancias maquiavélicas en las que se cuece el poder? El pobre por definición es un muerto de hambre, así que no tiene acceso a las cocinas, acaso a las sobras. No perdamos el tiempo con los árbitros, coño, que ya hemos dicho que el tiempo es oro y es lo único importante que nos queda.
Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé, y en todas partes dejé memoria amarga de mí. El Espanyol no es don Juan Tenorio ni debe caer en la amargura de los arbitrajes. Don Juan Tenorio no sabía lo que quería, en cambio, Sergio González sí lo sabe, como demuestra una de sus poses preferidas en la banda, mano izquierda sujetando el codo derecho, mientras la mano derecha se posa sobre el mentón sin afeitar en actitud reflexiva. Es el pensador de Rodin, pero de pie y natural de L’Hospitalet. Sergio González tiene que ser la cabeza que piensa mientras las demás embisten contra los árbitros. Los resultados no llegan. Esperamos que Sergio González no se ponga nervioso ni en la banda, ni en el vestuario ni en la sala de prensa; que no se pongan nerviosos ni en el palco ni en los despachos, que no se pongan nerviosos en la grada, que se calmen los padres de los niños hiperactivos, que las mujeres y los hombres al borde de un ataque de nervios se besen los unos a los otros, que el baile de San Vito triunfe en Broadway y no en los psiquiátricos. El éxito y los resultados por encima de la filosofía es también una filosofía, propia de cretinos.
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