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La Gran Guerra en Barcelona
Crónica
Texto informativo con interpretación

La estatua de la discordia

Alfonso XIII exigió a Bruselas la retirada del monumento al pedagogo Ferrer i Guardia

El ejército alemán desmontó el monumento a Ferrer i Guardia en Bruselas en enero de 1915 como gesto hacia el monarca español
El ejército alemán desmontó el monumento a Ferrer i Guardia en Bruselas en enero de 1915 como gesto hacia el monarca español

En 1909, el gobierno español creyó poder tapar el violento estallido de la Semana Trágica juzgando y condenando a un inocente, a quien las autoridades eclesiásticas consideraban su peor enemigo. La víctima de este complot fue Francesc Ferrer i Guàrdia, que a principios del siglo XX había abierto el primer centro de su Escuela Moderna en la calle Bailén de Barcelona (instruir a los niños siempre ha sido un acto subversivo). Sin embargo, aquel juicio sin pruebas provocó una gran campaña de protesta en todo el mundo, que fijó la figura de Ferrer como uno de los mártires del libre pensamiento. Figuras del arte y la cultura como Máximo Gorki, Maurice Maeterlinck o Anatole France —seguidos por centenares de profesores y catedráticos de innumerables universidades en todo el planeta—, mostraron su rechazo hacia aquel crimen. Hubo grandes manifestaciones en Ámsterdam, Roma, Lisboa, Berlín, Viena, Ginebra, Trieste, Buenos Aires o Montevideo. En París hubo graves disturbios ante la embajada española, y en Milán se declaró la huelga general. En Lyon y en Florencia se produjeron disparos y batallas campales, y en Londres se propuso un boicot a los productos españoles.

Si hubo un lugar que centralizó la defensa de Ferrer fue Bruselas, donde en 1911 se erigió un monumento al pedagogo catalán en la plaza de Santa Caterina. El pedestal era obra del arquitecto Adolphe Potente y la estatua del escultor August Puttemans. La embajada española no pudo persuadir al alcalde liberal de la ciudad —Adolphe Max— para que lo prohibiera, y aquel gesto precipitó un período de tensión entre ambos países. Por aquellas mismas fechas, en el reino de Alfonso XIII se arrestaba a cualquier ciudadano que tuviese en su casa un retrato del padre de la Escuela Moderna, acusado de apología de la violencia. En vano se propuso cambiar el nombre de la calle Sant Pere més Baix y ponerle Ferrer i Guàrdia.

En un artículo anónimo publicado en La Vanguardia el 10 de noviembre de 1911 se decía que Bélgica era: “Un país pequeñito pero aficionadísimo a meterse donde no le llaman. Bruselas una ciudad sin cultura”, y acababa diciendo que aquel monumento era como si en Barcelona se erigiese una estatua “A los innumerables negros del Congo belga que perecieron sin previo consejo de guerra”. En 1913 hubo una petición internacional para revisar el juicio, lo cual enfureció al monarca español que no viajó a la Exposición Universal de Gante. Al estallar la Gran Guerra, el gobierno de Eduardo Dato intentó organizar una marcha de protesta en Bruselas para pedir la destrucción del ofensivo monumento, mientras muchos ayuntamientos pedían su retirada. Pero nadie esperaba lo que sucedió después.

En 1913 hubo una petición internacional de revisión del juicio, lo que enfureció

La noticia fue comunicada por la embajada en Ámsterdam. El 27 de enero de 1915, el ejército alemán había desmontado el monumento a Ferrer como gesto hacia el monarca español. Fue la única estatua belga que sufrió este trato por parte de las fuerzas ocupantes. Una mañana amaneció pintado de blanco, lo cual fue aprovechado por la Kommandantur al mando de Moritz von Bissing para retirarlo. La oposición escribió en el pedestal: “Tienen a Ferrer, pero no el Yser” (el canal de agua donde belgas y franceses habían detenido el avance germano). En Barcelona hubo una gran manifestación de protesta, y en Valencia fue apedreado el consulado alemán. Periodistas aliadófilos como Luis Anton del Olmet o Torcuato Luca de Tena se quejaron en sus columnas.

Terminada la guerra —y pese a las nuevas maniobras españolas contra ella—, en 1919 la estatua fue recolocada. Aunque como concesión a Madrid se suprimió el nombre de Ferrer. No recuperó su auténtica dedicatoria hasta la caída de la monarquía y el advenimiento de la república en 1931, el mismo año que el ayuntamiento barcelonés aprobó erigirle otra estatua (durante la Guerra Civil, la plaza Urquinaona y el teatro Borràs fueron denominados Ferrer i Guàrdia, nombre que perdieron en la posguerra).

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En la Segunda Guerra Mundial, el ocultista belga Regulus —pseudónimo del abogado antisemita Léopold Flament— propuso destruir el monumento belga. Pero sobrevivió a la ocupación nazi y tras diversos traslados, fue instalada en su actual ubicación frente al paraninfo de la Universidad Libre de Bruselas. En el pedestal puede leerse: “Francisco Ferrer fusillé à Montjuich le 13 octobre 1909, martyr de la Liberté de Conscience”.

Barcelona erigió en

Barcelona tuvo que esperar hasta que en 1990 se erigió una réplica del monumento de Bruselas, en la avenida del Estadio de Montjuïc. Desde entonces el pedagogo tiene en nuestra ciudad dos bustos, una placa recuerda que en la calle Bailén número 70 abrió su primera escuela, y en 2010 se rebautizó la avenida Marqués de Comillas con su nombre.

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