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Al salvamento de ‘El Gallinero’

Una iniciativa ciudadana recobra en Boadilla el Pabellón de Aves del palacio

Una imagen reciente del Pabellón de Aves del palacio de Boadilla del Monte.
Una imagen reciente del Pabellón de Aves del palacio de Boadilla del Monte.

Una movilización ciudadana, alentada en Boadilla del Monte por la Asociación de Amigos del Palacio de Don Luis y por la alcaldía de la localidad madrileña, propietaria del edificio, se encuentra a punto de culminar un proyecto de micro-financiación para restaurar un Pabellón de Aves del siglo XVIII, único en España, que amenazaba ruina. Bajo el impulso de Paloma Olmedo y del Alcalde de la localidad, Antonio González Terol, 302 donantes han aportado hasta el momento 48.590 euros, de los 50.000 que se precisan para emprender la primera fase de una actuación restauradora.

El pabellón avícola, conocido como El Gallinero, se encuentra en las inmediaciones septentrionales del palacio, cerca de un convento carmelita. Es un conjunto de tres edificaciones. La más grande, de planta poligonal, con 16 lados y un diámetro de unos treinta metros, está dispuesta en cubículos donde presumiblemente quedaban alojaban las aves u otros animales. Esta superficie conecta con otra en forma de T para el cuidado particularizado de los animales enfermos. Fuera del recinto, una casita para los granjeros guardeses completa el conjunto.

Hoy, estas tres construcciones se hallan vandalizadas, con techumbres inexistentes o arruinadas y muros al borde del desplome. Por ello, la primera fase de la restauración consistirá en el desmontaje de las cubiertas, para lo que se destinarán 5.000 euros; seguirá la consolidación de muros y paramentos, más la cubrición de los tres edificios mediante estructuras de madera y entablamentos del igual material, con 23.000 euros de presupuesto destinados a este fin; por último, a las edificaciones les serán impuestos tejados de teja árabe, por 21.300 euros.

Los organizadores del proyecto quieren evitar el derrumbe, que se presume inminente, de estas singulares construcciones, atribuidas al arquitecto madrileño Ventura Rodríguez, autor de la traza del contiguo palacio del Infante Don Luis de Borbón y Farnesio, último hijo de Felipe V. Don Luis, por celos regios de su hermano Carlos III y, posteriormente, por su matrimonio morganático, tuvo que abandonar la Corte e instalarse en la alejada periferia madrileña, primero en Boadilla del Monte y luego en Cadalso de los Vidrios y en la abulense Arenas de San Pedro. Sobre Boadilla, Luis de Borbón detentaba desde 1761 señorío y en sus inmediaciones el Infante mandó a Ventura Rodríguez modificar y reedificar un año después el preexistente palacio de las Dos Torres, perteneciente a los marqueses de Mirabel y situado en un entorno boscoso de gran riqueza cinegética, afición favorita del hermano del rey; el palacio tiene 120 metros de fachada, dos torreones, zócalo e impostas de piedra, más columnas pareadas toscanas de acceso, así como hasta 15 filas de ventanas y balcones en sus tres plantas, en la faz principal y cuatro en la que mira al jardín, orientado al sureste.

Polo de la vida cultural madrileña agitado por la inquieta sensibilidad intelectual del infante sometido a forzado exilio interior, sus eventos musicales y artísticos convirtieron el palacio en centro de atracción de la aristocracia culta madrileña; en sus salas llegaría a albergar joyas pictóricas como el Cristo crucificado de Velázquez, así como lienzos de Brueghel, Durero, Tiziano, Murillo y Goya, entre otros maestros. Provisto de una capilla con bellos enterramientos esculpidos por Valeriano Salvatierra y Antonio Solá, el palacio se ve circundado por jardines renacentistas de ladera, aterrazados y orientados a mediodía, trazados por el arquitecto madrileño y por Antonio Machuca Vargas. Los jardines dominan el arroyo Nacedero del que se aprovisionan la noria y el aljibe que suministraban agua al palacio y por su armonía, singularizada asimismo por la excavación de los muros de contención de las terrazas con criptopórticos de ladrillo al modo romano, se han convertido en un canon de espacialidad clásica, con un triple zócalo de terrazas. Como ha escrito Alberto Sanz Hernando, muestra un muy logrado y extraordinario gradiente entre Arquitectura y Naturaleza.

Precisamente, en esta articulación de ambos universos quedó inserta la concepción del Pabellón de Aves, con certeza empleado como zoológico cortesano, tan de moda en esferas de la nobleza el Siglo de la Ilustración, dentro de las "estrategias de prestigio áulico" estudiadas por el historiador, recientemente desaparecido, Carlos Gómez-Centurión. Estos pabellones y animalarios buscaban reafirmar el ascendiente moral y social aristocrático de sus propietarios con un el lustre del amor a los animales y el brillo científico de un ánimo naturalista a la manera roussoniana, moda que pobló los palacios de la nobleza de Salas de Curiosidades y Gabinetes de Historia Natural, como es el caso del palacio de Boadilla del Monte, visitado ayer por Isabel María Borrego, Secretaria de Estado de Turismo.

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