Imprescindible diálogo
Los dos presidentes deben sentarse a negociar aunque lleguen con retraso y cada uno arrastre sus propios lastres y peajes
En una reciente visita a Barcelona, un ministro del Gobierno central echaba de menos la cintura de aquella Convergència i Unió de Jordi Pujol que era capaz de negociar, en 1996, los conocidos como pactos del Majéstic con el PP de José María Aznar que acababa de encaramarse al poder. Pujol desafió a su partido para hacerlos posibles. CiU pasó del lema “plantaremos cara” al pacto. Aznar tuvo que acallar voces insultantes contra un Pujol que había facilitado la gobernabilidad de España con el PSOE de Felipe González. Ha llovido mucho desde entonces. Los más variados y violentos temporales han azotado el desconchado edificio de la España de las autonomías y se han llevado lo que quedaba de confianza entre el nacionalismo hegemónico catalán y el Gobierno central de turno.
El episodio vivido anteayer sobre quién debía llamar a quién —si Artur Mas a Mariano Rajoy o viceversa— al tiempo que resulta ridículo muestra cómo han llegado a tensarse las relaciones. La redacción del Estatuto catalán, la campaña del PP en su contra mientras impulsaba en otras comunidades artículos idénticos a los recurridos en Cataluña, la posterior sentencia del Tribunal Constitucional sobre el texto han profundizado el desencuentro. El pactismo que imperó hasta los años noventa ha dejado paso al horizonte de la consulta independentista. La situación es suficientemente grave y el diálogo es imprescindible. Ni la Constitución debe ser un frontón, ni la consulta una foto fija. Por eso hay que sentarse a negociar, aunque se llegue con retraso y cada uno arrastre sus propios lastres y peajes.
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