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La ‘Factory’ del pop madrileño

A partir de 1977, el pop art tuvo especial incidencia en los orígenes de lo que hoy se conoce como movida madrileña

Escena a la salida de un concierto de rock, (1979), de Pérez Villalta
Escena a la salida de un concierto de rock, (1979), de Pérez Villalta

El pop art fue mucho más que una corriente pictórica. Fue un movimiento revolucionario que contagió el arte y la cultura posterior, algo que resulta evidente al visitar las muestras Richard Hamilton y Mitos del pop que exhiben actualmente el Reina Sofía y el Thyssen en comunión en una muestra bautizada como #MadridEsPop.

España no escapó a esa influencia. Eduardo Arroyo, Darío Villalba, Luis Gordillo o Alfredo Alcaín son nombres que constatan que, a pesar del aislamiento cultural fruto de la dictadura franquista, la pintura no fue ajena al pop art.

Y a partir de 1977, el pop art tuvo especial incidencia en los orígenes de lo que hoy se conoce como movida madrileña. El pintor Pablo Sycet, que tuvo una breve etapa pop pero no está adscrito en dicho estilo, lo certifica: “La influencia fue formal y estética: pasamos de la sociedad de combate a la de consumo, y la música y las artes visuales se nutrieron de ese cambio”.

La rueda de prensa de Warhol en la Galería Vijande, en 1982.
La rueda de prensa de Warhol en la Galería Vijande, en 1982.

El pop art estuvo presente en dicha génesis a través de pintores como Herminio Molero —fundador de Radio Futura— y Costus. Pero como filosofía tuvo un efecto mucho más amplio. “Del pop estadounidense encarnado por Warhol influyó más la actitud que el paradigma pictórico”, señala el historiador del arte y escritor Julio Pérez Manzanares. “Warhol fue mejor entendido por la generación posterior que por sus coetáneos. Esa nueva generación, aunque interesada por sus obras, sobre todo se vio influenciada por sus estrategias de márketing artístico y su actitud de artista-empresario multidisciplinar”.

Para Eugenia Suñer, responsable de la galería Sen, donde expusieron varios de los artistas plásticos relacionados con la movida, los artistas pop art que trabajan en Madrid a finales de los setenta “pertenecen a una generación que siente nostalgia de una época, la del arte influenciado por la publicidad, que no vivieron. El lenguaje pictórico español siempre ha sido muy propio, local y también muy receptivo. Aquí se hacía pop art de una manera muy natural, sin tomarlo como referencia, porque a pesar de lo que pueda parecer ahora, en aquellos años era un género poco conocido·. No obstante, la nueva figuración madrileña también dejó su huella en el escenario de la movida. “Fue muy importante, sin lugar a dudas”, explica Pérez Manzanares, “de hecho la primera referencia que se hace en la prensa al fenómeno de la movida es para denominar a la movida artística en el periódico Pueblo. Pero a artistas como Pérez Villalta, Chema Cobo o Carlos Alcolea, el pop que les había influido más era el británico y el de, digamos, primera generación: Hockney, Hamilton o Jasper Jones”.

El puente entre esas dos corrientes lo crea involuntariamente el cuadro de Guillermo Pérez Villalta titulado Escena a la salida de un concierto rock (1979), donde aparecen miembros de Alaska y los Pegamoides y Zombies. “El pop art”, añade Sycet, “permitió que la cultura de salón y la cultura de la calle se fueran juntas de juerga. En este sentido es paradigmático el cuadro de Pérez Villalta: los pintores bajaron a la calle y los músicos pop y sus fans entraron en el museo entronizados, en un cuadro que marcó época”.

Sin Costus se han convertido en los pintores más populares de esa época. Su temática aplicaba la visión cañí —cuadros cuyos personajes principales parecen fotos de una revista del corazón—, pero además su ya legendaria casa en la calle de la Palma, aglutinaba a miembros de Pegamoides, Las Chinas, Radio Futura y Zombies, a pintores como Pérez Villalta y al cineasta Pedro Almodóvar, que rodó allí algunas secuencias de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. “Costus reunía a la gente en su casa”, explica Suñer, “y hablaban mucho de arte”. Su casa se convirtió en un espejo, sui generis y a escala local, de la Factory de Warhol, el primer estudio donde éste rodaba sus películas, pintaba, celebraba fiestas y The Velvet Underground ensayaba.

“Esa idea de hervidero cultural, sería la que se remedó en nuestro país en casas como las de Bola Barrionuevo, Herminio Molero y Costus”.

Una influencia que queda definida por el propio Warhol en Popismo: “En el fondo, la idea pop era que cualquiera podía hacer cualquier cosa, así que todos intentábamos hacer de todo”. Gracias a esa necesidad y a esa ausencia de trabas y prejuicios, la movida fue tal y como la conocemos hoy.

#MadridEsPop: Mitos del pop en el Museo Thyssen. Y Richard Hamilton en el Reina Sofía. Entrada conjunta: 13 euros.

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