Cruce de cartas y una cita secreta

Artur Mas envió el 26 de julio del año pasado una carta a Mariano Rajoy en la que le pidió formalmente iniciar una negociación sobre la consulta soberanista. El presidente catalán alegó en la misiva que el referéndum gozaba de amplio respaldo político y social en Cataluña e invitó a Rajoy a seguir el ejemplo de David Cameron con Escocia. La reacción fue rápida. El 29 de agosto los dos presidentes se reunieron en secreto en La Moncloa. La cita no trascendió hasta una semana después, cuando el diario Ara publicó el encuentro. Fuentes del PP aseguran que Rajoy se irritó al sentirse traicionado por Convergència, a la que achacó la filtración.

La relación empezó a torcerse. Días después de difundirse la cita se celebró la Diada del 11 de septiembre en la que cientos de miles de personas formaron una cadena humana desde la frontera francesa a Alcanar (Tarragona). El día 14, en plena efervescencia soberanista, Rajoy contestó a la carta de Mas: rechazó la consulta, le instó a ajustarse al marco jurídico y le ofreció “diálogo sin fecha de caducidad”.

Pero Mas tenía ya la hoja de ruta trazada y en diciembre, siguiendo el acuerdo de gobernabilidad con ERC, anunció la fecha y la pregunta de referéndum. Rajoy se indignó al enterarse por la prensa. Y así hasta hoy. El resto han sido fugaces coincidencias gélidas y un cruce de estériles invitaciones al diálogo. De hecho, no han vuelto a reunirse desde la famosa cita secreta. La próxima no lo será, porque Rajoy la quiere con luz y taquígrafos. Mas, en cualquier caso, está dispuesto incluso a modificar la pregunta. En círculos de CiU no disgusta la idea de Miquel Iceta (PSC) de preguntar por el blindaje lingüístico o el pacto fiscal. Pero Mas no renunciará a esto: que haya referéndum y se pregunte por la secesión.