Una avenida fuera de tiempo para El Cabanyal
Unos arquitectos abogan porrevitalizar el barrio de Valencia sin derribos; otros, por bajar el ancho
El plan de El Cabanyal de 1998 —se aprobó definitivamente en 2001— nunca concitó grandes consensos. El Ayuntamiento de Valencia lo aprobó con los únicos votos del PP y recibió miles de alegaciones. El proyecto, que demolía más de 1.600 casas (450 inmuebles) del barrio para prolongar una de las grandes avenidas de Valencia hasta el mar, se impuso pero en 16 años no se ha ejecutado tras un largo periplo judicial.
Una orden del Ministerio de Cultura suspendió el plan en 2009 porque expoliaba el patrimonio de un barrio “característico por su trama urbana y su eclecticismo”, dijo la Academia de Bellas Artes de San Fernando y otros órganos consultivos del Estado hace cinco años.
A menos de un año de elecciones, con el barrio cayéndose a pedazos por el prolongado conflicto y la orden de protección en vigor, la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, presentó el 20 de junio otra versión del proyecto, con la que el Ministerio de Cultura estaría de acuerdo, según la regidora. Prevé, como el original, una avenida de 48 metros de ancho, si bien respeta más las alineaciones de la trama urbana, reduce las alturas de los nuevos edificios previstos de cinco a tres y respeta el edificio de la Lonja del pescado.
Tomás: “Es una pieza que une la ciudad y el mar por un tejido unitario”
Sus detractores no han dudado: el barón de Haussmann, conocido por abrir anchas avenidas de lo que hasta entonces eran calles estrechas en el París del siglo XIX, sigue inspirando este nuevo boceto cuando la tendencia ahora es conversar, no derribar. EL PAÍS ha consultado con varios arquitectos y estas son sus opiniones.
El arquitecto José María Tomás, ligado a proyectos como L’Oceanogràfic, la recuperación de la Lanera —ahora hotel— o la ampliación de Feria Valencia, es un gran conocedor del frente marítimo. “El Cabanyal es un barrio con una morfología muy fuerte, muy pronunciada. Es la pieza marítima de Valencia y tiene valor por su morfología, su viario. Por eso, tratar de modificarlo es muy difícil”, advierte.
Su trama, en cuadrícula, no es obstáculo. “Al revés. Es una pieza urbana que une la ciudad con el mar a través de un tejido unitario”, subraya. El arquitecto no cree que haga falta una gran avenida para llegar al litoral. “No es una solución que conecte con la corriente europea de utilización de barrios específicos”, matiza Tomás. “Cualquier proyecto que lo demuela complicará la posibilidad de convertirlo en un espacio vivo”, concluye.
Además de arquitecto, Vicente González Móstoles es miembro del Consell Valencià de Cultura y exconcejal socialista. “Es un proyecto sorprendente y agresivo”, opina. El nuevo boceto de Barberá apenas introduce novedades porque la intención es la misma que al principio, dice el arquitecto: la avenida que antes acababa en una gran rotonda en Eugenia Viñes, ahora se detiene en la calle de Poniente.
Móstoles: “No hay boceto. Solo el braceo de quien se está hundiendo”
Por lo demás, el vial tiene el mismo ancho y provoca igual destrozo en la trama urbana. “La única novedad es que se preserva la Lonja del pescado”, explica el consejero, que sentencia: “Atenta contra el área declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y la estructura reticular del marítimo y su arquitectura popular de gusto modernista”.
González Móstoles subraya que no se pueden tirar edificios de la zona BIC, protegida por decreto en 1993. “El plan original demolía edificios protegidos, entonces mientras continúen derribando los mismos o parecidos edificios, seguirá habiendo expolio. Nada ha cambiado”, repitió.
Este profesional entiende vigente la orden ministerial, pues se apoya en informes y dictámenes de entidades consultivas. Esos organismos tendrían que decir ahora que las condiciones que antes tenía el barrio, se han perdido. “Y no creo que ocurra porque tienen un prestigio que defender. Así que ni hay boceto ni proyecto. Solo el braceo de quien se está hundiendo”, remacha.
Alejandro Escribano, redactor del último Plan General de Ordenación Urbana de Valencia (1988), siempre ha defendido la prolongación de la avenida. Reconoce que el nuevo boceto —que conoce por la prensa, al igual que el resto— reduce la afección y las alturas. “Esa es una vía de solución, tal vez debería de haberse probado antes”, sugiere. “Siempre he sido partidario de la prolongación de Blasco Ibáñez. Lo he visto más como una necesidad del Cabanyal que de la ciudad”.
Escribano: “Yo reduciría el ancho. No se necesitan más de 32 metros”
Hay que resolver el encuentro del centro histórico de la ciudad con el mar: “La profundidad de la conexión de Blasco Ibáñez con el litoral no la tiene la avenida de los Naranjos, que está al norte, ni La Alameda, que desemboca en el puerto”, sostiene Escribano. Solo se resuelve a través de Blasco Ibáñez. El quid de la cuestión es que en medio está El Cabanyal, pero Valencia tiene que conciliar su anhelo histórico de ver la playa al final de esa avenida, con la realidad de un barrio en el que hay que intervenir con la mentalidad del siglo XXI, añade el arquitecto.
El responsable del PGOU hoy en vigor añade que El Cabanyal encerrado en sí mismo tampoco aprovecha la potencia de una ciudad como Valencia. “Yo sería partidario de reducir todavía más el ancho. Blasco Ibáñez no necesita tener más de 30 o 32 metros de anchura. Una prolongación que hiciera el papel de una gran vía en El Cabanyal, lo que viene a ser la tercera parte del paseo actual”, propone.
Está de acuerdo con que se reduzcan alturas, pues no hace falta pasar por El Cabanyal con bloques fuera de contexto como hacía el plan anterior. “Será una avenida muy luminosa y con una minimización del impacto. No hace falta que pasen riadas de coches por ahí. Si vamos a menos alturas, se puede ir a una sección menos”, apunta.
El Cabanyal son calles nacidas en paralelo al mar, y las vías más potentes son paralelas a la costa, con lo que la comunicación ha sido a través de la dársena y la avenida del Puerto, sostiene Escribano, quien admite que hay una pérdida patrimonial pero el beneficio para el barrio es mayor. “Lo que no puede ser es una avenida que rompa en dos El Cabanyal. Yo les animaría a ser más ambiciosos en la reducción de la prolongación. Tampoco hay que ser dogmático en el ancho”, concluye.
En el polo opuesto se sitúa Tato Herrero, del Departamento de proyectos arquitectónicos de la Universitat Politècnica de València y miembro de Salvem El Cabanyal, la plataforma que más ha combatido el proyecto de Barberá: “Lo que se defiende es un patrimonio histórico español, no local. Y esa defensa está basada en la peculiar trama del barrio. Cualquier proyecto que lo altere será expoliador; lo altere más o lo altere menos”. Herrero pone de ejemplo el cuadro de Las lanzas, de Diego Velázquez. “Como tiene muchas lanzas, le quitamos unas cuantas y no pasa nada. Pues es el mismo expolio quitarle 20 que 18”, apostilla.
Herrero: “Cualquier proyecto que altere la trama, expolia; lo altere más o menos”
Su propuesta es la rehabilitación de los edificios después de años de suspensión de licencias. “Esa trama que existe y que está en el suelo, tendría las fachadas que le corresponde”, añade. Para Herrero tirar edificios dentro de la zona BIC o en su entorno va contra la orden ministerial.
El arquitecto recuerda que la trama no ha podido extenderse porque había infraestructuras que eran para la ciudad y el puerto, el trenet o el ferrocarril a Barcelona. “De las 17 travesías que desde el barrio llegaban al mar, ahora solo llegan tres. Habría que desplazar los equipamientos y volver a recuperar esas 17 conexiones”, propone el arquitecto. Unas travesías que no tienen hoy continuidad desde la calle de Eugenia Viñes a la avenida de Serrería. “Valencia estaría relacionada con la playa a través de todas ellas y no a través de una sola situada en un punto central”, añade Herrero. Toda la actividad que se generara se repartiría por todo el barrio en lugar de concentrarse solo en la avenida de 48 metros, que dejaría el resto del barrio vacío. “Eso lo entienden bien los comerciantes”, termina.
El arquitecto Rafael Rivera, autor de proyectos públicos como el Parque Gulliver o la rehabilitación del Centro Cultural la Beneficencia, se suma a las voces que apuesta por respetar la trama urbana de El Cabanyal y rehabilitar los edificios. “Entiendo que ahora se trata de sentarse a una mesa y poner argumentos para decidir. No caben iniciativas sin pactar a estas alturas”, opina.
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