Los bolívares y Podemos
Cuando Pablo Iglesias dice que sus cuentas están siendo públicas lleva casi toda la razón pero eso no significa que no haya vínculo venezolano
Como Podemos da miedo no nos debe extrañar que no escaseen los ataques. Siendo su proyecto político sospechoso, como es, de populismo al estilo chavista, tampoco debería extrañar que la larga sombra del régimen venezolano se proyecte sobre una formación cuyos principales dirigentes han desempeñado durante más de una década trabajos profesionales de asesoría tanto en el caso del régimen venezolano como en los de Bolivia y Ecuador, si bien es cierto que en estos casos con menor asiduidad y de modo más especializado que en lo que afecta al gobierno de Caracas. Como ha venido a afirmar el portavoz de la formación radical (es obvio que Podemos lo es) no tiene nada de extraño que quienes se dedican a la consultoría sean consultados y en el trámite se ganen los garbanzos. Faltaría más. Dejar caer que Podemos se financia con el oro de Caracas por la razón apuntada es una afirmación cuanto menos inveraz, por decirlo del modo más plano posible. No sólo porque no existe el menor indicio de ello, que también, sino sencillamente porque dado que Podemos tiene una organización muy leve y ha venido usando medios de comunicación de muy bajo, o nulo, coste. Para financiarse no hace falta el oro del Golconda precisamente. Aquí no hay “caja B” ni cosa que se le asemeje. Cuando el portavoz de Podemos señala que sus cuentas son las que son, y están siendo públicas lleva casi toda la razón, por no decir que la lleva toda. Ahora bien, eso no significa que no haya vínculo venezolano, ni que, en su caso, sea irrelevante. Vayamos por partes.
El círculo de personas de las que surgió CEPS y con ella la dedicación habitual a la consultoría tiene presencia e influencia en Caracas antes de la creación del Centro, aparecen una y otra vez en el tiempo de redacción de la Constitución de 1999 y del diseño del modelo político chavista que le siguió. Uno puede estar de acuerdo, o no, con texto y modelo, pero asesorar al efecto de su diseño y aplicación es lo que constituye la razón de ser de los consultores políticos ¿o no? Empero el consultor puede acabar siendo absorbido por el consultante, y algo de eso hay en esta historia: el círculo de personas en cuestión pronto quedó fascinado por unos procesos políticos cuyo núcleo esencial radica en la instrumentación de políticas públicas destinadas a desplazar sistemas políticos elitistas y excluyentes en beneficio de sistemas políticos inclusivos, en los que la parte de la población (normalmente mayoritaria) hasta entonces marginada social y políticamente es incorporada: “ustedes también son la República” como estadio intermedio a “ustedes, el pueblo, son la República”. Un liderazgo carismático facilita la ruptura del viejo orden y la introducción del nuevo. En suma, una reedición socialista del modelo argentino, que difiere del original en el menor peso de los sindicatos y el mayor de los partidos. La sombra de Lenin, naturalmente.
Esa fascinación explica la relación fuerte y duradera entre los tres gobiernos “bolivarianos” y el CEPS. Este último y sus miembros se convierten en asesores cuasipermanentes y, en consecuencia, los contratos de asesoramiento de aquellos adquieren un peso determinante en la actividad del Centro. Es significativo que mientras que en los casos de Bolivia y el Ecuador haya una cierta especialización en mecanismos inclusivos, en el caso de Venezuela el asesoramiento cubre un amplio espectro del que apenas escapan las cuestiones militares y de seguridad: protección social, estudios de opinión, propaganda, regulación institucional. Todos ellos entran dentro de una esfera de actividad que se sostiene, no sin altibajos ni tensiones, a lo largo de más de una década. Obviamente una relación estable y continuada como esta resulta impensable si no existe un alto grado de sintonía –que no identidad– entre consultante y consultados. Y es aquí, y no en los bolívares, donde tiene cierta base la imputación chavista, que, además, viene bien porque, a diferencia de los sucedido en Ecuador y en Bolivia, la gestión económica venezolana difícilmente puede ser calificada de otro modo que como desastrosa.
Si tenemos en cuenta lo dicho resulta fácil constatar que efectivamente la experiencia latinoamericana de la cúpula ha teñido muy fuertemente el proyecto de Podemos. Así, resulta fácilmente inteligible la oposición entre el establecimiento y las masas, entre la “casta” y las élites económicas, burocráticas y culturales, y el ciudadano común, al que se apela, la centralidad del conflicto entre “los de arriba”, oligarquía corrupta e ineficiente, y “los de abajo” excluidos de los negocios, la riqueza y el poder, temas centrales en el poco articulado discurso de Podemos. Es cierto que España no es América Latina, pero ello no impide que en el país se haya terminado por producir una acumulación de tres crisis que operan simultáneamente y se refuerzan entre si: una crisis institucional debida a la ausencia de ajuste y renovación de las instituciones políticas, y especialmente de los partidos; una crisis de legitimidad producto de la interacción entre una crisis de representación y una política económica impuesta que tiene la rara virtud de combinar admirablemente una enorme capacidad para infligir padecimientos a la inmensa mayoría de la población, y ser rigurosamente ineficaz a la hora hacer frente a la tercera crisis: una económica devastadora que, además, aumenta la desigualdad entre la minoría que se enriquece y unas clases medias y trabajadoras que se empobrecen, tanto vía rentas, como vía servicios públicos disponibles. ¿No hay cierto paralelismo con el ocaso de la IV República venezolana?
Es en ese escenario, y no en el inexistente “oro de Caracas” donde cabe buscar la influencia chavista en la propuesta de Podemos. Puede que las respuestas que da Podemos no sean las adecuadas, pero que las preguntas que formula sí lo son me parece acreditado por la realidad.
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