Barcelona atiende a 113 hombres en riesgo de maltratar a sus parejas
El 80% de los que termina el tratamiento no vuelve a pegar a sus mujeres
La esposa de Jorge siempre dejaba la tapa del dentífrico sobre la pica. Una marca de crema sobre el lavamanos. Dos. 50. 100. La habitual discusión de una pareja con 12 años de matrimonio sobre un pequeño detalle que exaspera. Pero una noche de 2008, este transportista de 48 años no dijo ni mú. Salió como un animal del cuarto de baño, agarró a su mujer del brazo y la arrastró hasta el lavabo. La maldita tapa. “Un día ya no discutes, atacas. No te das cuenta, se te sube la sangre a la cabeza”, recuerda el hombre, padre de dos adolescentes.
Ese día, algo se rompió en la pareja. No eran solo los moratones en el brazo. Jorge —nombre ficticio— sintió que algo no funcionaba. “Yo no era una persona violenta, no me gustan las discusiones”, asegura. Y después de la consulta en el hospital y varias sesiones psicológicas terminó en el Servicio de atención a hombres para la promoción de relaciones no violentas (SAH), del Ayuntamiento de Barcelona. El pasado jueves asistía a la segunda sesión de control después de finalizar la terapia, de nueve meses. Es uno de los 113 hombres que en 2013 pasaron por el centro.
El programa, que tiene su local en La Sagrera, comenzó en 2005, con el crudo nombre de Servicio de atención a hombres que maltratan, recuerda Bárbara Roig, la responsable municipal. Con él se buscaba complementar la estrategia del Ayuntamiento contra la lacra de la violencia machista, que se inició en los años 80 con los planes de ayuda para ellas. El hombre nunca participa en la asistencia a las mujeres que denuncian malos tratos y las terapias de pareja están contraindicadas. “El objetivo último del SAH es ayudar a la mujeres, el programa tiene una perspectiva de género”, recuerda Roig.
Para ellos, las causas de la violencia siempre están fuera”
“Cuesta mucho llegar a los hombres”, aceptan los responsables del centro, gestionado por la Fundación IRES. En la violencia machista nunca se mencionan los recursos que tienen los hombres en sus manos. “Para ellos las causas de sus comportamientos violentos siempre están fuera: en la bebida, la frustración laboral... Como con el alcoholismo o la ludopatía, el primer paso es asumir las responsabilidades”, cuenta Roig. “Pensamos que somos únicos y no, esos problemas los podemos tener todos”, tercia Jorge.
No hay un retrato robot del hombre que puede llegar a maltratar a su pareja. Son más bien jóvenes —el 60% tiene entre 25 y 45 años—, de todos niveles económicos y el 60% son de nacionalidad española. La mayoría ya no convive con su pareja y el 70% tiene hijos. También hay factores de riesgo, como los problemas psicológicos, antecedentes penales o el consumo de alcohol. Pero, ante todo, es una cuestión cultural. Jorge lo resume de otra manera: “A mí me criaron diciendo que el hombre tenía que oler a tabaco, alcohol y mujeres”.
La terapia comienza con sesiones individuales y desemboca en reuniones grupales, donde otros hombres expresan sus problemas. “Es como en las pelis. Me llamo tal y me pasa esto. Cuesta abrirse. Hay lágrimas, es duro”. Aquí la mujer sí participa, aunque de manera muy secundaria. Se le llama para conocer la contraparte, pues el paciente siempre tiende a minimizar la violencia que infringe. Y de paso se genera más compromiso en el tratamiento. “Por venir no se cambia. Hay mucho trabajo”, explica Roig. De hecho, muchos hombres vienen cuando sus mujeres les dan un ultimátum.
En 2012, las últimas cifras disponibles, el Equipo de atención a las mujeres (EAD) atendió a 1.139 pacientes que sufren violencia machista. Medio millar venía por primera vez y 159 fueron atendidas por vía de urgencia. Aún queda mucho camino por recorrer. De ahí que el SAH también desarrolle actividades más preventivas, como charlas en casales y entidades de jóvenes.
¿Cómo se aprende a tener relaciones no violentas ? “Nos dan el kit de herramientas”, responde Jorge. Respirar. Contar hasta diez. Cuando la sangre sube por la carótida y la rabia se avecina, salir a dar un paseo con el perro. Llueva o truene. Aunque sea media noche. En definitiva, aprender a manifestar las emociones de otra manera. Así de simple y así de complicado. Un 80% de los pacientes que terminan el tratamiento dejan de maltratar a sus mujeres.
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