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La carreta de Atahualpa Yupanqui echa de nuevo a andar

María Lavalle evoca la figura de su ilustre paisano con un espectáculo dirigido por Jaime Chávarri

La cantante María Lavalle actuó ayer en el Teatro de la Abadía.
La cantante María Lavalle actuó ayer en el Teatro de la Abadía.

Decía Atahualpa Yupanqui que la poesía solo alcanza la verdad “cuando se vuelve anónima y parece escrita por cualquiera”. Él mismo fue un ejemplo, durante su vida fértil y azarosa, a la hora de explorar ese significado profundamente enraizado de la música popular: incluso entre quienes estén poco familiarizados con la canción latinoamericana parece imposible no reconocer melodías como las de Los hermanos o Los ejes de mi carreta, grabadas en la memoria colectiva de varias generaciones a una y otra orilla del gran océano. Es ese viaje de ida y vuelta por tantos versos indelebles el que quiso recrear anoche María Lavalle en el Teatro de la Abadía con el estreno de Los ejes de una vida, espectáculo en el que la figura del venerado Don Ata le sirve para rendir tributo a las más grandes voces del cono sur.

Lavalle, artista bien querida en los escenarios madrileños, se siente cómoda en la definición con la que un día acertó a retratarla un amigo: “tú eres una argentina sentimental y afrancesada”. Su argentinidad quedó manifiesta en el trato exquisito que brindó al repertorio de su ilustre compatriota o en la emoción con la que refirió una reciente visita a la casa de Atahualpa, en Cerro Colorado, allá donde las cenizas del cantor reposan bajo un árbol “y sientes la presencia de su música en el aire”. La conexión francesa la estableció a partir de Edith Piaf, que en 1950 lo apadrinó en París cuando Yupanqui, comunista repudiado por el peronismo, vivía de prestado en la casa del poeta Paul Éluard. Y sobre sentimientos a flor de piel se pasaron las vidas indagando los otros referentes en los que María hizo escala, de Alfredo Zitarrosa a Chabuca Granda, Carlos Cano o Mercedes Sosa. “Si ella aún viviera jamás me atrevería con esta canción”, admitió, conmovida, antes de ofrecer al público (ni una sola butaca libre en la Abadía) su lectura de Todo cambia.

Pero el principal hallazgo en la nueva propuesta de Lavalle pasa por su concepción escénica, con Jaime Chávarri como director del montaje y la actriz Emma Suárez hilvanando el relato. Emma, traje blanco y elegancia consabida, repasó algunos hitos en la vida del homenajeado y recitó versos de Héctor Roberto Chavero, que tal era el nombre del trovador en el registro civil. Y Lavalle, escoltada por un cajón flamenco y cuatro pilares cordófonos (guitarra española, criolla, portuguesa y contrabajo), dejaba volar sus brazos mientras revisitaba Duerme negrito, El alazán o, como necesario colofón, El eje de mi carreta. Porque esa carreta desengrasada de Atahualpa echó otra vez a andar ayer y seguirá surcando siempre las veredas de la música del pueblo.

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